Yeoseot (6)

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Valentino fue su único cliente sexual cuando trabajaba en aquel viejo table dance. Fue así porque era más sencillo para él tener que subir a aquella derruida mesa. Sin embargo, aunque pensó por un tiempo que él mantendría su palabra sobre su contrato, más tarde que temprano se dio cuenta del terrible error que había cometido. No habían pasado ni seis meses, cuando el primer regaño llegó por negarse a un cliente.

Y si debía ser sincero, debió intentar acabar con su vida en ese momento.

Valentino había llegado a su cuarto después de una de sus funciones, adulando su baile y felicitándolo porque todo el mundo había quedado encantado con su presentación. Angel había creído que sería todo cuando dos hombres más entraron tras su dueño.

Sin entender qué ocurría, fue sometido por ambos hombres mientras la risa de Valentino volaba entre las paredes de su pequeña habitación. Ignorando sus súplicas para que pararán.

No lo rompan.

Angel recordaba perfectamente como uno de ellos le había perforado un intestino, como el dolor y la infección se habían esparcido en él luego de que ambos se marcharan dejándolo tirado en el suelo en un charco de su sustancia y sangre. Valentino ni siquiera se dio cuenta hasta que su siguiente show llegó y no se presentó.

Ugh, que puta tan inútil.

Después de eso, Angel pensó que si le dieran una moneda por cada momento terrible que Valentino le hizo pasar, obtendría una suma considerable para poder escapar de su lado. Y aún así no sería capaz de utilizarlas. Estaba esclavizado por él.

Ya fuera por el contrato. O aquel veneno mortal que seguía respirando cada que Valentino se lo lanzaba a la cara.

Su mente y su cuerpo pedían por piedad, pero su dueño nunca se la dio.

Ni cuando sus huesos fueron rotos al ser sometido con demasiada fuerza. Tampoco cuando sus dientes se astillaron cuando lo golpeo tan fuerte en el rostro que uno de ellos tuvo que ser reemplazado por lo que Valentino solía llamar, su marca personal. Un brillante diente de oro.

No se detuvo luego de hacerlo rodar película tras película sin obtener más que un haz un mejor trabajo para la próxima de su parte. Nunca se tentó el corazón cuando le vio sangrar por donde no debía hacerlo. O cuando se desmayó por el sobreesfuerzo al que había sometido a su cuerpo. Nunca lo hizo, ni una sola vez.

Angel recordaba como luego, cuando por fin lo dejaba descansar, le llevaba regalos caros. Lo llevaba a comer a los mejores restaurantes o simplemente se lo cogía hasta que se saciaba de él, para luego decirle que lo adoraba y era lo mejor que le había pasado en toda su existencia.

Era en esos momentos en que Angel más lo odiaba. Cuando aquellas palabras dulces llegaban, su estómago dolía. Su corazón se estrujaba.

Lentamente su personalidad se vio recluida a una parte muy oscura dentro de él. Para poder sobrevivir ahí, para poder sobrevivir a Valentino se vio obligado a dibujar una dulce sonrisa y tomar una personalidad coqueta y altanera, solo así garantizó su supervivencia. Eso le gustaba a Valentino. Que fuera su dulce pastelito.

Para Angel fue más sencillo cuando no se encontraba rodando una película, drogarse. Eso lo hacía volar lejos de su cuerpo y su alma. Hasta un lugar donde Valentino no podía alcanzarlo. Cuando el efecto se pasaba, volvía a la realidad de que le pertenecería a ese terrible hombre por más de un siglo, porque así como no había respetado los términos originales, sospechaba que tampoco lo haría con el tiempo pactado.

Se había jodido. Estaba plenamente consciente.

Inclusive había habido un punto en donde había abusado tanto de sus drogas, con tal de soportar su día a día que había adquirido una gran deuda. La cual Valentino había absorbido y por ende, su tiempo al lado de él se había extendido.

El Overlord del Azar [Huskerdust]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora