Capítulo 6

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–¿Laura? ¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó Selene al llegar a la puerta de su cuarto de alquiler. Ver a su compañera del trabajo era algo que no se esperaba, porque normalmente nadie sabía dónde vivía o simplemente no aceptaba visitas e inventaba cualquier excusa para no traer a nadie a su pequeño espacio.

–Es que como nos pagaron te quería invitar algo de comer. –respondió Laura con una sonrisa enorme, al colocarse pies y limpiar sus jeans.

–No te preocupes. Mejor ahorra ese dinero. –aconsejó sin mostrar alguna expresión.

–Cuando llegué aquí, me dije mentalmente que no iba a aceptar un "no" de respuesta.

–En verdad, no es necesario, Laura.

–Insisto. Además, te quiero invitar una rica cena por haber asumido la responsabilidad de algo de lo que no eras culpable. –declaró.

–Estoy muy cansada y la verdad no soy de comer mucho por las noches. ¿Qué te parece otro día?

–Está bien. Guardaré el dinero para otro día. –emitió decepcionada. –Nos vemos mañana en el trabajo. –agregó al dar unos pasos lentamente, sosteniendo en su rostro una expresión cabizbaja para así intentar convencer a Selene. Realmente quería salir con ella ya que, ella ha sido la única que la ha guiado en el trabajo y ha sido la única que le ha explicado cada error que comete con mucha paciencia.

En cambio, Selene solo la dio una última mirada antes de entrar a su habitación. Dejó sus cosas en una mesa. Sentía mucha hambre y al abrir su nevera, no había casi nada. Su mermelada de fresa y mantequilla de maní se había acabado, también el pan, los huevos, sus jugos y hasta el aceite. Soltó un leve suspiro al recordar que había olvidado en hacer las compras necesarias para sobrevivir hasta final del mes. Eso la hizo sentir un poco agobiada porque, realmente quería comer algo bueno antes de hacer sus compras. Pero, su foco se alumbró.

Inmediatamente abrió la puerta para entonces aceptar la cena de Laura. Y, sin esperarlo, ella se encontraba aun afuera, recostada de la pared, con sus ojos cerrados, sus dedos cruzados y susurrando una y otra vez: –Por favor que salga. No quiero sentirme sola.

–¿A dónde tenías pensado ir?

Laura al escuchar la voz de Selene, se asustó y reaccionó. Mostró una sonrisa, cerró la puerta con seguro y solo le pidió que la siguiera mientras abría el paraguas negro.

Unos minutos después, ambas se encontraban en el restaurante favorito de Laura. Era estilo bufet. Por dentro tenía unos colores tenues, televisores grandes donde pasaban las noticias o alguna película, adornado con unos cuadros de unas pinturas muy llamativas por la combinación de colores vivos y el aire era fresco. Por suerte, no estaba nada lleno como lo ha estado las veces anteriores en que Laura iba a comer a solas.

–Al parecer tenías mucha hambre, compañera. –emitió Laura con una risa, luego de haber estado en silencio por unos minutos.

–En realidad yo me he preparado estos espaguetis, pero no me quedan tan bien como este. D –mencionó Selene al pasar una servilleta por su boca.

–¿Tus padres tienen alguna receta especial? –preguntó Laura antes de llevarse a su boca un mordisco de su patacón relleno de trocitos de camarones.

Selene al escuchar tal pregunta, soltó su tenedor y tragó con dificultad su comida. Tuvo por unos segundos su mirada en el plato para no hacer algún gesto que hiciera incomodar a Laura.

–¿Por qué lo preguntas?

–Es que, con lo que dijiste, de mi parte, los únicos espaguetis en salsa blanca que he comido, son los que prepara mi mamá. Esa es una comida especial para ella porque fue con esa receta como enamoró a mi papá. –comentó con esa sonrisa que muestra cuando trae con ella un lindo recuerdo. –Pienso que, nuestros padres siempre tendrán una receta especial, donde al prepararla, es como si contaran una historia, ya sea de amor, de tristeza o de un amor triste. Por eso mi pregunta.

–Mis padres no tienen tal receta, pero si tienen un lugar especial. Era un jardín realmente hermoso, el cual, hace dos años cerraron. Dicen que ahí fue donde se conocieron por primera vez por mucha coincidencia, luego de que sus amigos los dejaran plantados.

–¡Qué lindo! Me encanta que las historias de amor inicien por medio de una coincidencia. –soltó un suspiro de enamorada. –Por cierto, me imagino que deben ser ese tipo de padres que además de ser muy cariñosos, también son exigentes porque, eres alguien que es buena en todo y con cuatro títulos universitarios. –agregó luego de haber estado tomando de su vaso con agua.

–Laura, ellos fallecieron.

La chica se sorprendió exageradamente que, además de escupir el agua, también se le salió por la nariz. Todos alrededor quedaron viéndola asqueados y reídos por su reacción.

–Discúlpame Selene. En verdad, disculpa por todo lo que dije. –pidió nerviosa mientras se limpiaba la nariz.

–No te preocupes. –la ayudó a secar parte de la mesa donde también escupió el agua.

Laura se sentía apenada por la confesión de su compañera. Ni podía mirarla a la cara por la vergüenza que sentía de haber metido su cuchara en algo tan delicado como la pérdida de un familiar. Ya no sabía ni que más decir. Levantó un poco su mirada y notó que Selene se encontraba mirando perdidamente hacia otro lado.

–¿Qué piensas de que dos culturas totalmente diferente se mezclen para crear una amistad o una relación? –preguntó Selene al volver su mirada hacia su colega.

–Pienso que, son interesantes. Es algo que, al conocerlo, te das cuenta de lo fascinante y único que puede ser. Pienso que, cuando dos culturas se unen, una mezcla de tradiciones, mitos e historia, hace que esa persona encuentre en su vida una experiencia inolvidable.

–¿Tienes a algún conocido que se haya relacionado con alguien de una nacionalidad distinta a la nuestra?

–Sí. Mi hermana mayor. Se casó con un árabe portugués. Ambos llevan cinco años de casados y hacen una linda pareja. Como sabes, su cultura es muy distinta a la nuestra y para mi hermana y para mi cuñado, es como una aventura única, de la cual jamás se arrepentirán.

–¿Tienen hijos?

–Sí. Es una niña que nació hace un mes. –mostró una foto desde su celular. –dice mi cuñado que, a veces nuestra alma gemela o en sí, la persona que está destinada para nuestra vida, también puede hablar un idioma distinto, ser de nacionalidad y cultura totalmente diferente.

Una hora después. Selene se encontraba comprando su comida en el supermercado. Iba por cada pasillo buscando lo necesario para fin del mes. No planeaba gastarse toda su quincena porque, también quería dividir lo que le sobrara con sus pasajes, el alquiler y en caso de que tuviera alguna emergencia médica.

Selena era una chica muy ahorrativa. Todo lo que alguien de su edad se podía gastar en una noche de parranda o en un día en el centro comercial, ella lo ahorraba en su propia cuenta bancaria. Su primera cuenta, estuvo bajo el poder de sus padres, quienes le abrieron esa cuenta desde pequeña, al igual que a su hermano, para que pudieran tener un dinero extra y pudieran comprar lo que les hiciera falta. Tan solo que, tanto para Selene, como para su hermano Axel, tomar de ese dinero, se les ha hecho imposible. No importa si están en aprietos, simplemente no lo hacen y menos le piden ayuda a su tía, la cual, está demasiado bien económicamente.

Ambos piensan que, ese dinero dejó de significar algo para ellos desde que perdieron a sus padres, por eso, desde que ambos empezaron a trabajar, meses después del accidente, abrieron una cuenta nueva. Tan solo que, ha sido Selene quien ha ahorrado más que su hermano, ya que, él al estar en un país en donde vivir sale caro, prácticamente todo se le va.

Por seguido. Selene se encontraba a las afuera del supermercado. Nuevamente estaba lloviendo y el frío se había apoderado de su cuerpo. Al abrir el paraguas que le dio aquel hombre misterioso, pasó frente a ella, el auto negro del día del evento. Su corazón se aceleró. Por primera vez sentía sus latidos distintos. Teniendo su mirada en el auto, observando cada detalle, incluso la placa, supo de inmediato que sí era el mismo. Esto la hizo sentir muy extraña por dentro con relación a sus sentimientos. 

Mi amor en SeúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora