A eso de las ocho de la mañana, Selene se encontraba visitando el lugar de reposo de su maestra. La primera persona que perdió prácticamente frente a sus ojos. En ese entonces, ella estaba en quinto grado. Siempre recuerda esa mirada triste y cristalizada con la que le regaló aquel collar de plata el día de su cumpleaños. Con el pasar del tiempo, entendió perfectamente porque se veía tan depresiva ese día. Y, a pesar de que, teniendo veintiséis años, ese acontecimiento aún le sigue doliendo. Su edad, era la misma con la que ella perdió su vida a causa de una grave depresión que disimulaba muy bien con una falsa sonrisa.
–¿Te imaginas que seamos amigas en nuestra próxima vida? –pronunció al soltar una lágrima. Colocó unos girasoles encima del césped y encendió unas velas. –Creo que seríamos muy unidas. Seríamos esas amigas que, conversan hasta tarde, esas que, en vez de hacer tareas juntas, se ponen a ver películas, salen a caminar y que, con tan solo compartir una mirada se ríen a carcajadas. –moqueó e hizo un silencio de segundos para apreciar la fotografía que se encontraba en su lápida. –Te encontraré en mi próxima vida, te lo juro. –agregó entre lágrimas. Besó sus dedos y los pasó en la lápida.
Después, se dirigió a la parada de buses para ahora ir al cementerio en donde se encuentra la chica quien fue su única mejor amiga. Esa chica la conoció al año siguiente en que falleció su maestra, en una nueva escuela a la que fue transferida, puesto que, cada vez que pasaba por el lugar en donde estaba el cuerpo de su maestra, Selene, comenzaba a llorar tan fuerte, hasta el punto de desmayarse.
Fue esa chica quien la ayudó a superar ese duelo, con su amistad, con su energía tan positiva y divina que transmitía a través de su mirada y su sonrisa. También al regalarle una amistad leal y momentos de felicidad que ambas solían compartir tanto en el salón, como en casa y en ciertos viajes familiares.
–Aquí me tienes de nuevo, amiga hermana. Traje tus rosas rojas favoritas y algo nuevo por decirte. Se trata de mi tía Zaida. –apenas y sonrió. Se sentó a un lado de la lápida para limpiarla. –Sé que, si estuviéramos juntas, al contarte esto, te derretirías de amor. Bueno, siempre fuiste una chica enamorada de la vida, de las pequeñas muestras de amor que hacían tus parejas favoritas del colegio, de las escenas románticas que veíamos en las telenovelas y hasta el más mínimo y extraño detalle que hacía Denis contigo. Es que, quién le regala a su novia una piedra de río. Y sí, sé que me dirías, no es una simple piedra si tiene un orificio. Es una piedra de Odín o una piedra bruja. Y terminarías contándome toda una leyenda Nórdica. –soltó un suspiro mientras leía el nombre completo de su amiga. –Fuiste un ángel en la tierra que siempre tendrá quince años. –su voz se quebrantó y empezó a llorar. Agachó su cabeza para que otras personas no la vieran. –Creo que mi tía está saliendo con alguien y no es un hombre cualquiera, es de otra nacionalidad. Y, la verdad, es muy guapo. Mucho. –limpió sus ojos. –No sé qué nos espera más adelante, pero, presiento que se vienen algunos cambios y no sé si esos cambios traerán algo bueno para mi vida. Cruzo los dedos para que así sea.
Selene continuó hablando hasta limpiar por completo la tumba y así luego, volver a tomar el autobús para pasar al local de su tía. Siempre tenía programado visitarla al menos una vez a la semana, para ayudarla en lo que necesitara en su negocio o en su casa, conversar con ella un poco y hasta para comer algo delicioso.
Cuando llegó a la pastelería y también cafetería de su tía, vio nuevamente a ese señor asiático, sentando solo, en una de las mesas que se encuentra casi cerca a la ventana, comiendo de unos de los postres que prepara su tía semana tras semana. Ambos chocaron miradas por unos segundos y cuando aquel señor que, en realidad no se ve tan señor, estaba por regalarle una sonrisa a Selene, ella de inmediato desvió su mirada.
–Últimamente he visto mucho a ese señor aquí. ¿Lo conoces?
–Hola tía. ¿Cómo estás? Yo estoy bien, mi amor. ¿Y tú que tal estás? ¿Has comido bien? ¿Cómo vas en el trabajo? ¿Y ese milagro que apareciste hoy aquí? ¿Estás libre? –enunció la señora Zaida fingiendo una sonrisa por la manera tan informal en que le saludó su sobrina.
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Mi amor en Seúl
RomanceGracias a los trágicos momentos que Selene ha tenido vivir, se ha convertido en una persona fría y muy distante. Para nivelar su tristeza, siempre escucha una lista de canciones de un cantante misterioso de Corea del Sur. En la voz de él encuentra m...