Capítulo 7

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Eran las diez de la noche cuando Zaida había llegado a su casa. Había sido un día muy difícil para ella luego de que, dos de sus trabajadores faltaran a causa de una intoxicación que tuvieron con una comida que pidieron en un restaurante el día anterior. Ella fue testigo de que las jóvenes en tan solo cuestión de tres horas empezaron a lucir muy mal. Pálidas y con idas constantes a los baños para vomitar.

Zaida, como siempre, era la encargada de hacer los postres que vende en su negocio, pero también era la encargada de hacer los dulces que suelen pedirles para cumpleaños, celebraciones de aniversarios y bodas. Es una de las reposteras más buscadas para los eventos gracias a su creatividad a la hora de adornar los dulces y principalmente por lo delicioso que le queda la masa, textura y glaseado.

Prácticamente estuvo por todo un día en su negocio, solo descansando unos minutos para entonces seguir con dos pedidos más que necesitaban para el final del día.

–¡Hola hermana! ¡Hola cuñado! ¡Hola papá! –saludó en voz alta mientras cerraba la puerta de su casa.

Esa era su manera de saludar cada vez que llegaba del trabajo. Quien la oyera, pensaría que estaba loca por solo saludar a unas fotografías y unas urnas, pero para ella, era una costumbre que creó al sentirse sola en una gran casa, además, hacerlo, le hacía sentir bien porque, en su corazón, aún su hermana y cuñado seguían ahí acompañándola y escuchándola.

–¿Saben? Hoy ha sido un día algo cansado, pero lo he disfrutado tanto como los demás días. Ya ustedes saben la razón. –comentó con una sonrisa al despojarse de su cartera y abrigo.

Después, prosiguió en irse a tomar un baño. Sentía una gran necesidad de enfriar su cuerpo para sentirse más relajada. Cuando terminó, se colocó su pijama más cómoda para luego irse a la sala y ponerse a practicar su pronunciación en coreano. Estuvo una hora exacta. La cantidad de tiempo que le habían recomendado cada día. Ya de tanto practicar y de llevar casi un año estudiando el idioma coreano, tenía un nivel algo elevado para comunicarse en caso de que saliera un vieje para Seúl o alguna otra región del país.

De seguido, se fue a la cocina con su laptop para poner en práctica su conocimiento con la comida tradicional de Corea del Sur. Se preparó un poco de kimchi y unos fideos fríos. Para ella, no parecía una buena combinación, pero el sabor que sintió al probarlos, fue tan increíble que se le olvidó la incertidumbre que tuvo al momento de prepararse dos comidas tan distintas.

Al terminar de limpiar todo, el sonido de una llamada entrante la hizo correr hasta el sillón para contestar. Ya sabía que se trataba de su sobrino por el sonido predeterminado que le tenía.

–¡Buenos días, tía querida! ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu mañana? –saludó Axel con alegría.

Él era alguien que, a pesar del capítulo trágico que vivió, aún mostraba su sonrisa. Sufrió mucho, sí, pero aceptó la decisión que tomó Dios con sus padres y su abuelo. Cayó en depresión. Al ver a su hermana peor que él, prefirió buscar ayuda para ambos, algo que Selene no aceptó, pero, él sí para así cambiar poco a poco. O, más bien sanar y seguir con su vida. Porque, si algo se sentía agradecido, era el hecho de no haber fallecido ese día del accidente. Lo veía como una segunda oportunidad para amar la vida, para ser una luz en el camino de alguien, por ejemplo, para su hermanita y también para ser una persona eficiente ya que, luego de haberse graduado en su tercera carrera como profesor de español, sintió que su vida dejó de tener sentido, a pesar de que tuviera unos títulos de importancia.

Estuvo dando clases solo por un tiempo, hasta que, tomó la arriesgada decisión de irse a tomar un aire totalmente diferente al de su país. Un nuevo idioma, una nueva cultura, gastronomía y una vida diferente. Fue solo de esa manera en que, pudo volver en sí, y siguió estudiando desde Seúl, en la rama de educación, mientras que, al mismo tiempo, trabajaba. Era algo muy pesado para él, pero siempre encontraba esa motivación en sus padres y en el amor que siente en enseñar su idioma a los extranjeros. Algo de lo que se siente orgulloso.

–Recuerda que acá es de noche, mi niño. Ya van a ser las once. Y, todo bien. ¿Es tu día libre?

–Me alegro tía que estés bien. Y, sí, hoy es mi día libre. Solo tengo que dar clases. Mira. Estoy en la universidad. –le enseñó parte de la facultad donde estudia.

–Que nítido se ve. ¿Qué tal vas en esas clases? Espero que estés sacando buenas calificaciones.

–Por el momento voy bien, haciendo mi mayor esfuerzo para sacar buenas calificaciones y así hacer sentir orgulloso a mi tío coreano, porque si no fuera por él, creo que no hubiese tenido la oportunidad de estudiar en esta universidad.

–¡Qué hermoso suena eso que digas tu tío coreano! ¡Me encanta y me hace sentir feliz! Y también me hace sentir feliz escucharte decir que, te estás esforzando. Sigue así mi niño. ¿Quién sabe si pronto te contratan como profesor de español en algún colegio de allá?

–Eso espero. Dios te escuche tía, porque la verdad, este trabajo en el restaurante es muy agotador. Por cierto ¿ya le dijiste a Selene la noticia?

–Lo haré el sábado que es el día que vendrá. Tan solo espero que no lo tome a mal y pueda darse esta nueva oportunidad de irnos a Seúl.

–Pero, si a ella no le gusta la idea, espero que sigas con tu vida tía. Es tu felicidad y tu decisión. Yo sería capaz de regresar a nuestro país con tal de quedarme con Selene y así puedas hacer tu vida con ese hombre que amas tanto.

–No tengo la valentía de dejarla. Si me pones a elegir, preferiría quedarme con ella y terminar mi relación. –sus ojos se humedecieron y soltó una lágrima. –Yo no puedo dejar a mi niña sola. Sé que ella no está bien. Quiero disfrutar del poco contacto que tenemos, quiero verla sanar esa depresión que sé que, aún carga con ella y quiero principalmente volver a verla feliz. Tengo fe de que, antes de que muera, podré ver a esa chica sonriente, carismática y divertida de antes. Tengo mucha fe.

Axel limpió sus ojos a causa de sus lágrimas que empezaron a salir una tras otra. Moqueó. –También tengo fe de que eso pasará. Tengo fe de que, mi bella hermanita encontrará su felicidad y todo mal que sienta saldrá de su alma. –volvió a limpiar sus ojos. –Tía, hablamos luego. Ya voy a empezar mi clase. Cuídate mucho. Saranghae

–Está bien mi niño. Yo también te saranghae. —colgó y puso su celular a un lado.

Se levantó para irse a sentar en la silla donde suele hacerse cuando conversa con su hermana mayor y su cuñado. Soltó un fuerte suspiro y sus lágrimas volvieron hacer su dolorosa presencia. Soltaba unos sollozos mientras sobaba su pecho.

–No puedo dejar a Selene aquí y hacer mi vida con el hombre que amo. ¡No puedo! ¡No puedo! Prefiero perder el amor de vida, antes que ser una tía ausente. –limpió sus ojos e intentó calmarse. –Ustedes saben que Kim Gun es un hombre perfecto. Muy caballeroso, lleno de sabiduría e inteligencia, gracioso y tiene unos sentimientos tan puros que, de tan solo pensar en el daño que le haría si le digo que termináramos, me hace sentir rota y la mujer más desalmada. Ambos sentimos un amor tan real que, durante estos dos años de relación se ha convertido en algo épico en mi vida. Él me ama y yo a él. Pero, amo más a mi sobrina. Y, debo ayudarla en salir de ese abismo en el que duerme, come y sé que llora, día tras día. No me voy a rendir con ella. –pronunció más fuerte al terminar sus palabras.

Las lágrimas seguían cayendo por el simple hecho de lo confundida que se sentía, de querer ser feliz y disfrutar del tiempo que le queda en la tierra con su alma gemela, pero también el de querer apoyar incondicionalmente y darle todo su cariño a su sobrina, hasta poder ver de vuelta una sonrisa de su parte. Una sonrisa alegre y una vida feliz.

Se sentía agobiada e indecisa de la decisión que tendría que tomar. Rogaba al cielo para que Selene pudiera aceptar en ir con ella y así jamás apartarla de su lado, pero principalmente, volver a intentar de que ella se atendiera con un psicólogo para que pudiera despejar ese cielo gris y esa oscuridad que cubre un firmamento totalmente colorido y lleno de luz.

Zaida se fue habitación para por fin descansar. Colocó las canciones que escuchó aquella vez en la cocina cuando se encontraba su sobrina. Podía entender porque le gustaba escuchar al chico misterioso. Su voz tan varonil y angelical podía enredarte entre las letras y hacerte sentir ese sosiego que siempre buscas en momentos de intranquilidad. Hasta que se quedó dormida. 

Mi amor en SeúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora