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PÁJARO AZUL,⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ epílogo — por todos lados
⠀ ⠀ ⠀ Ojos azules como el cielo, miran con astucia y anhelo. Cabello rubio, alborotado, por el viento siempre en aquel estado.
Labios finos, casi imperceptibles, que esconden palabras invencibles. Una sonrisa rara, pero sincera, que infunde esperanza en cualquiera.
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La situación empeoró cuando fue avisado por Hange de que la casa de los Smith estaba deshabitada. Mucho más cuando siguieron corriendo los días, luego semanas y se hizo el mes. El resto de sus compañeros de Survey Cops se encontraban extremadamente confundidos por la información nula, sólo vieron a su amigo desaparecer de un día a otro. Los Smith se habían mudado. Las notificaciones del teléfono de Levi se habían llenado de mensajes de Isabel y Farlan, quienes se encontraban preocupados por no tener contacto con su amigo desde hace un tiempo; incluso se plantearon que simplemente el pelinegro los olvidó.
Para colmo de males, ya no era sólo que Ackerman estaba siendo ignorado, sino que un día llamó —perdió la cuenta—, y fue contestado por una irritable voz que informaba sobre el cambio de número de teléfono del cliente. Luego las pocas redes sociales que Erwin tenía fueron cerradas. Hasta el correo electrónico había sido desactivado.
Lo abandonó por completo. Levi trataba de aferrarse a las últimas palabras que compartió con el chico, que todo lo que ocurría fue obra de su padre, sin embargo a veces caía en la duda. Estaba herido. Smith había sido la primera persona en toda su vida que quiso romántica y desinteresadamente.
De la misma manera, la querida ave azul no dio más pistas de su paradero, como si al asomarse por la ventana del salón de clase y ver el rostro de amargura en el chico lo espantara
Sabía que no moriría por un corazón roto, no importaba si no podía mantener el reflejo de su mirada en el espejo, él sólo era uno de esos millones de casos en el mundo. Estaba tratando de traer a su viejo él de vuelta, el que podía razonar fríamente los problemas.
Un día, Levi después del almuerzo decidió quedarse estático en su silla, sin importar que los demás se iban a levantar y ya no hubiera nada que consumir. Incluso sus familiares empezaban a notar su estado.
—Ya está bien, enano, siempre has sido frívolo pero este mes te has excedido —se sentó junto a él el tío Kenny, expulsando el humo del cigarro—. Habla de una vez ¿Quieres?
—Qué te importa —negó con la cabeza el menor, no comprendía el objetivo del hombre.
—¡Hm! No todo lo hago por interés, muchacho. Digamos que soy el mensajero de tu mamá —dio otra calada, en realidad no le afectaba el desagrado de su sobrino por él.
