⠀⠀⠀ii. por todos lados

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QUERIDO ERWIN,⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀capítulo dos — por todos lados

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QUERIDO ERWIN,⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
capítulo dos — por todos lados



Es ya conocido que es crucial la jerarquización para la convivencia y buen desarrollo de las cosas en sí. Incluso en la familia, donde hay roles y al final siempre existe uno que tiene mayor influencia en el sistema familiar. En la mía, hay uno único: Kenny, Kenny, Kenny, Kenny, que me atrevería a compararlo con una hiena, ¿Por qué no?

          Escocía la herida del dedo anular cubierto por una curita de Plaza Sésamo —dada por Smith—, cada que Levi apretaba el mango de su bicicleta al conducir. Y el chico no lo hacía con intención, sólo que de un momento a otro rememoraba lo ocurrido en su primer día, dándole impulsos de desviar el vehículo hacia el barranco por el que pasaba.

          En fin, Ackerman al llegar a su nuevo destino aparcó su bicicleta asegurándose de ponerle la cadena y miró el edificio ancho, gris, de cuatro pisos que tenía a pocos metros. Se trataba de su nuevo hogar, en realidad él no tenía idea de cómo dormiría, usualmente le da insomnio si no descansa en su cama... o la que era su cama.

          Había un pequeño —por no decir nulo— estacionamiento, dos arbustos rodeando las escaleras que lo llevarían a la entrada, cumplida la función por una gran puerta de rejillas, blanca. Pasó y dio con otras escaleras, sólo que esta vez lo conducía a los pisos de los apartamentos. Estando en el nivel dos, se detuvo, pues ya había arribado la dirección y se cuestionó la falta de ejercicio que le producía constantes jadeos por el esfuerzo, siendo así se dirigió hacia la puerta de su vivienda. Miró extrañado a una chica sentada en un banco se madera lisa al lado del hogar continuo al suyo, o séase, la vecina, que lo único que hacía era mirar desde su posición la calle, ya que el pasillo estaba al aire libre. Levi la miró extrañado, ni siquiera se inmutó por su presencia o el sonido de sus pies arrastrándose por el agotamiento de ver cálculo.

          Le restó importancia y sólo con ayuda de sus llaves entró a la residencia Ackerman. Escuchó el sonido de cajas, alzó la mirada encontrándose con su mamá echada en el suelo con las ojeras características de la familia, desequipando.

          —Levi, has llegado —le sonrió con una mueca cansada—. ¿Hiciste muchos amigos?

          —Sí —contestó con una voz poca actuada de motivación, avanzando hacia su habitación para dejar la mochila—. ¿Y Kenny? —preguntó por su tío, al regresar a donde su mamá.

          —Salió a comprar cervezas —otra mueca. El pelinegro rodó los ojos—. ¿Te has comunicado con Farlan e Isabel?

          —Todavía no, dijeron que me llamarían por la noche —contó, suavizando la expresión por primera vez en el día. Se referían a los amigos más cercanos que él ha tenido y tuvo que dejar en Sina. Malditos problemas económicos.

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