Jungkook le dio un cuarto vistazo a su reloj de muñeca, no estaba interesado en comprobar la hora, sino en calcular por cuántos minutos más seguiría aquel par viéndole como si fuera una criatura extraterrestre. Hasta ahora llevaban diez.
Desde que la hora del descanso llegó, los mestizos se colaron a su oficina con la excusa de discutir algunos detalles de propuestas anteriores, pero desde entonces, ninguno había dicho nada. Simplemente entraron y tomaron asiento, sus miradas fijas en su persona mientras el permitían que el silencio se alzara sobre ellos sin interrupciones.
Y él sospechaba a qué se debía esa repentina actitud cauta y analítica.
Pero contrario a otros momentos, esta vez no le dio mayor relevancia. Su humor había sido excelente desde que despertó. El clima probablemente influyó porque si bien las lluvias se detuvieron, el cielo seguía cubierto. No habían colores en el horizonte ni brillantes tonos naranjas-rojizos por las puestas del sol. En su lugar se hallaba un manto con gamas variadas de grises.
Todo un regalo divino.
Dos minutos se sumaron a los anteriores cuando, finalmente, Yoongi se dignó a emitir algún sonido que corrompiera esa quietud agradable.
—Creí que ya no te gustaban.
Su comentario fue casual y aunque no hubo una pregunta al final, la misma estaba allí, bien enmascarada. Sus ojos se movieron de la libreta entre sus manos a su izquierda con fugacidad, la justa como para conseguir detallar la pequeña caja blanca sobre su escritorio. El diseño era simple, sin muchos adornos innecesarios. El nombre de la tienda estaba impreso al frente y un moño de cuestionable utilidad se encontraba en la parte superior.
¿Por qué estaba eso allí?, era la pregunta oculta que su amigo hizo de manera indirecta. Tanto el bajo como su opuesto y el más alto entre ellos sabían que él no era un fanático de las frutas, mucho menos de aquellas dulces. La regularidad con la cual consumía alguna era mínima. Pero ahí, sobre su escritorio y con total normalidad había un postre congelado.
—No me gustan —fue su respuesta, sencilla y aburrida. No vio a ninguno y estiró su diestra para coger un lápiz.
—¿Alguien te las regaló?
Él hizo algunas anotaciones con tranquilidad y prolongó su contestación adrede. A sus oídos llegó el movimiento nervioso que realizó el pie de Yoongi al chocar contra el suelo. De las pocas cosas que compartían en común, la impaciencia era una de las primeras en la lista.
—No —murmuró con aires despreocupados. Sus ojos recorrieron la superficie de su mueble en busca de un manuscrito en particular—. Las compré para Jimin, tiene un grotesco antojo por las frutas bañadas en chocolate, jarabe o cualquier líquido con exceso de azúcares.
Aspecto de la criatura que seguía causándole asombro. En su mente no comprendía cómo podía comer esos postres y dulces sin hartarse. Le impresionaba lo genuino de su gusto por éstos y que pudiera darse el lujo de consumirlos tres veces por semana. De sólo imaginarse en su situación se sentía asqueado. Sin embargo, la ventaja que él obtenía del vicio del pelinegro radicaba en cómo éste afectaba el sabor de su sangre; la hacía más dulce.
Desde un ángulo más frívolo, aquello era un ganar y ganar.
—Así que, ¿le cumples el capricho?
—¿Por qué no?
De nuevo, Jungkook no se molestó en mirar las reacciones y posibles expresiones en los rostros de sus amigos. No hacía nada extraordinario o atípico. De todos los gestos que podía tener para con Jimin, era de los más básicos.
El mestizo había estado ayudándole, sin tener la necesidad real de hacerlo. Esa era su forma de darle las gracias y una recompensa por su atención. Insistía, nada fuera de lo común.
ESTÁS LEYENDO
bloodiest 𐙚 kookmin.
RomanceSu relación había empezado de manera precipitada, sido un poco desordenada y explosiva desde el principio. Para algunos fue inesperada, para otros, la anticipaban. Y quienes la conformaron, nunca repararon en ello. Sólo sabían que fue intensa, como...