De todas las reinas del mar, tú eres y serás la más hermosa.
Sesshomaru leía en libro grueso, sentado en una silla sobre la suave arena de la playa. Las olas no llegaban ni a rozar sus pies, de vez en cuándo veía como los peces intentaban acercársele y acariciarlo. Pero a él no le interesaba volver a su hogar aún, es más, ya no tenía ganas de volver al mar.
Se levantó y colocó el libro bajo su brazo derecho, su mano izquierda tomó la silla y la arrastró hacia la casa de ladrillos de dos plantas cerca del mar. Abrió la puerta y el silencio de la casa comenzó a invadirlo. Cada día se acostumbraba más y más a su soledad y el silencio.
Por supuesto que no siempre estaba en silencio, Kagome cuando despertaba comenzaba a escandalizar y a reprocharle sobre lo cansada que estaba de morir tantas veces, además de advertirle sobre el peligro que trae cambiar demasiadas veces el tiempo.
Dejó la silla a un lado y sobre ella el libro. Se fue al balcón de su habitación en el segundo piso y continuó viendo el mar. A un lado de él había una mesa y sobre esta un pequeño pez dorado. Metió la mano en la pecera, agarró el pez y se lo llevó a la boca. Masticó la carne del pequeño animal con desagrado, odiaba hacerlo y lo hacía porque era el único método que lo mantenía vivo por demasiado tiempo fuera del agua. Si no comía un pez vivo cada día podría morir ahogado fuera del agua.
—Atlántida... ¿Qué será de ti ahora, mi hermosa ciudad bajo el mar?. — a lo lejos un delfín saltó sobre el agua. La puesta del sol estaba terminando y la luna menguante comenzaba a salir.
Escuchó pasos detrás de él. Observó a Kagome con un vestido blanco y descalza mirándolo fijamente. Con sus manos tomó la pecera y tiró el agua hacia abajo, ella lo miró y soltó una pequeña sonrisa.
—¿Qué te ocurre?. — preguntó algo curioso.
—Nada. — susurró colocándose a horcajadas sobre él. Sus pequeños y delgados brazos rodearon su cuello hasta atraerlo para sí misma. —Te quiero para mí...
—Soy tuyo. ¿Crees que me sacrificaría tanto por otra?. — pasó su lengua por su cuello, ella se estremeció.
—Lo sé... Pero temo que te estés haciendo daño por esa tonta promesa.
—No me pasará nada. Además, ya me has visto todos los días como estoy perfectamente bien.
—No es lo mismo darte un baño en la tina que entrar al mar y nadar libremente. — él suspiró sobre su cuello, levantó la cabeza y acarició sus labios con la llena de sus dedos.
—No romperé la promesa que te hice. Estaré en el mundo humano y no entraré al mar hasta que tú seas mi sirena.
—Uhm.. — acaricia su cabello plateado y le sonríe. —Hazme el amor, Sesshomaru.
—Sabes que no puedo hacerlo...
—La muerte número 66 si te lo permite. — lo toma de las mejillas y lo besa algo desesperada. —Házmelo y mátame luego.
La cargó en brazos y se la llevó a la cama. Quito su vestido blanco y se despojó de su ropa también. Apoyó sus brazos a ambos lados de ella y comenzó a besarla intensamente, rozando sus cuerpos y escuchando sus propios gemidos y jadeos.
Luego de unos minutos de estar besándola y dándole suaves toques, levantó las piernas femeninas y fue entrando poco a poco en su cálido interior, siendo recibido por una virginidad intacta de años. Se movió suavemente hacia adelante y atrás, pasando los minutos se movía más y más rápido.
El interior de Kagome vibraba de placer y satisfacción. Abrazó a su amado mientras gemía su nombre sin pudor alguno, escuchándolo a él también hacerlo.
La chica de ojos azules abrió sus ojos y observó el tridente sobre ellos, apuntándolos amenazadoramente.
—Sesshomaru, quítate... — jadeó. Las puntas del arma brillaron en un color verde oscuro. El albino aún continuaba penetrando su interior. —Sesshomaru...¡Ah...!... — fue azotada por un fuerte orgasmo junto a su peliblanco.
—Hay algo que no te expliqué de esta manera de morir... — susurró. Abrió los ojos observando como el tridente se movía hacia ellos y los atravesaba a ambos. Observó la sangre violeta de Sesshomaru recorrer su cuerpo y salir de su boca. —Ambos debemos morir... Pero si no resulta, sólo tú revivirás.
—¿Por qué dices eso ahora...?... — su visión comenzaba a volverse pesada.
—Porque te amo... Y si no vuelvo contigo quiero que lo sepas...
Fuera de la casa el tiempo volvía a ponerse negro, anunciado la reversa del tiempo otra vez.
—Yo también te amo, Sessh...
—Perdón, mi hermosa perla marina...
Antes de que Kagome pudiera decir algo el tiempo volvía haci atrás. Renaciendo como una chica de 15 pero de alguna manera diferente.
Ella se volvió sirena. Había conseguido ser sirena justo como él deseaba.
Miró sus manos y sus aletas color azul. Nadó suavemente hacia los lados y sonrió feliz, se encontraba muy hermosa y diferente.
Algo de color rojo pasó a una velocidad asombrosa a su lado. Cerró sus ojos y al abrirlos vio un par de ojos dorados brillantes de cabeza.
Él estaba ahí: de cabeza viéndola con una gran sonrisa llena de dientes puntiagudos y su característica cola carmín. El tritón comenzó a nadar rápidamente en círculos por su alrededor. Ella comenzó a reír muy feliz viéndolo ser él de nuevo.
—¡Sessh!.. — él se detuvo a unos metros de ella. Atrás de su amado había una enorme ciudad submarina.
—Bienvenida a la Atlántida, mi hermosa sirena.
Ella nadó rápidamente hacia él y lo abrazó muy fuerte. Sonriendo entre sus brazos y apretándolo fuertemente. Al fin eran criaturas marinas y estaban unidos por siempre.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, mi amada reina.
—Será un honor ser tu reina, honorable Poseidón, rey de los océanos.
Ambos nadaron hacia la ciudad, siendo recibidos por cientos de sirenas y tritones que residían en la ciudad. Kagome y Sesshomaru se casaron cinco días después y convivieron siendo los soberanos del reino bajo el mar por muchos años.
La vida para ellos se volvió mucho más hermosa al llegar al mundo una nueva sirena: su hermosa hija sirena había nacido. Desde entonces el nombre de Sera fue símbolo de alegrías y belleza en todo el océano.
Fin
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Water never Lies
Fanfiction• En épocas muy antiguas; donde los países vivían y se desarrollaban gracias a los barcos mercantes y las guerras ganadas sobre el agua, los marineros inventaban historias sobre criaturas mitológicas y fascinantes que atraían a los hombres con su ca...