La inocencia del humano

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Kurokawa sostenía su cabeza con ambas manos, mienttmras escuchaba las noticias. Había matado al propio amor de su vida.

— Dime que ese idiota no dijo ❝Emi Kowae❞, por favor... — Rogó el moreno, mientras miraba sus zapatos caros.

Kakucho no respondió, sólo miraba las noticias y las fotos que aparecían en la pantalla de la televisión. Miraba a una rubia sonriente, muy bonita y parecía ser muy correcta y coqueta.

La ToMan se había desviado hace mucho tiempo y nadie se daba cuenta, pero al mirar los diarios y los programas hablando de una rubia de ojos cafés que había sido atropellada luego de hacer las compras, Hitto se daba cuenta de la inocencia de las víctimas.

Gente que salía a vivir, gente que sonreía y era feliz, personas trabajadoras... ¿por qué les arrebataban la vida si eran tan inocentes? Ni siquiera les hacían un favor al despojarlos de su existencia.

El de cicatriz, decidió apagar la televisión y se retiró de la oscura habitación de Kurokawa, dejándolo solo, acompañado de su extensa culpa.

Los ojos plateados del moreno no hacían más que mirar un punto fijo, reflexionando su existencia y el por qué la dejó ir.

¿Acaso era más importante Mikey que ella? Odió a Manjiro toda su vida, hasta hace unos pocos años, y a Emi la amó desde el primer momento hasta hoy, ¿por qué eligió la vida de un ser en decadencia y no el ser más dulce que lo sanó de todo dolor?

|FLASH BACK|

— Izana... — Emi llamó su atención, mientras miraba a unos niños corretear por el parque.

El peliblanco no respondió, pero la miró atento, esperando oír esas palabras reconstruidoras que ella siempre decía.

La pelinegra tomó su mano y lo miró con una hermosa sonrisa.

— Te amo y yo jamás te dejaré solo — Admitió con esa vocecita tan encantadora que tenía — Yo te preferiré siempre, antes que a todo, antes que a nada...

Un viento algo fuerte llevó a descubrir el rostro de Kurokawa, dejando ver sus facciones de sorpresa ante aquellas bellas palabras.

— Si Shinichiro no está para ti, sabes que puedes correr hasta mi casa y refugiarte allí, liberándote de cualquier dolor — Dijo la de ojos cafés, mirando a una pequeña niña que se parecía un poco a ella — Compárteme tu dolor y déjame aporarme de él, para que tu corazón no duela...

|FLASH BACK|

Esas palabras y esa sonrisa tan hermosa que Emi le regaló a Izana, se quedaron grabadas en la mente y el corazón del moreno. Eran palabras y una sonrisa que jamás iba a volver a escuchar o a ver. Eso dolía más que nada.

¿Por qué Kisaki le pidió a Kurokawa que la mataran? Sí ella era un ser de luz, siempre lo fue.

Con una sonrisa arrogante había ordenado matar a una rubia de ojos cafés que estudiaba la carrera de abogacía en la universidad, que trabajaba en un súpermercado de cajera.

Esa sonrisa arrogante lo perseguía como un perrito persigue su pelota en el parque.

Él corría lo más rápido que podía, sin pensar en sus pulmones, sin querer frenar, pero la culpa era más rápida que Izana.

— Fue... fue culpa mía — Murmuró el moreno, mientras lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.

¿Por qué alejaba todo lo que lo hacía feliz? Alejó a Shinichiro, mandó a matar a su hermana, envió a Mikey a Filipinas y... ahora Emi.

Ahora Emi Kowae, Kowae Emi, Mimi.

Cambiaría sus zapatos caros, su carro de alta gama, su televisión de 59 pulgadas, su pen house, su vida entera por un segundo al lado de esa pelinegra que se convirtió en una hermosa rubia.

Mataría, como siempre lo hizo, a cualquiera por tenerla a su lado, por poder decirle una vez más que anhelaba con casarse con Emi y despertar cada mañana sintiendo el aroma a banana que emanaba su cabello. Para poder decirle que sin ella, él no existe, él no es nadie, él no vive.

Su vida es puro dolor y vivió unos 7 años alejado de Kowae, recordándola con una foto, olvidándose de cómo sonaba su dulce voz.

En ese instante en el cual Izana lloraba en un esquina de su recámara, al lado de un gran ventanal, añorando un abrazo, sintió que algo lo cubrió. Era como ese abrazo que pedía.

Se sintió cálido una vez más.

Sintió cómo acariciaban su cabello y cómo besaban su cabeza. Era un abrazo tan hermoso que, por más que fuera todo una imaginación, quería que no se acabara, no quería quedarse sólo otra vez, otra vez no...










 Era un abrazo tan hermoso que, por más que fuera todo una imaginación, quería que no se acabara, no quería quedarse sólo otra vez, otra vez no

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𝘠 𝘵𝘦 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢𝘯̃𝘰 - 𝙄𝙯𝙖𝙣𝙖 𝙆𝙪𝙧𝙤𝙠𝙖𝙬𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora