Capítulo 17: Desire, Meg Myers

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—Hasta que por fin salieron de su nidito de amor, ¿eh? —dijo Kuvira en un tono burlón como era de esperar, bebía un poco de café el cual no tardó en salir de su boca como si fuera una fuente y miró a Korra que a su vez le sostuvo la mirada con incertidumbre—... Eso debió doler...

—¿Qué cosa?

Korra tocó su propio cuerpo creyendo que había algo mal con ella.

—Por dios, Sato ¿no pudiste ser un poco más sensible? Mira cómo le dejaste la espalda —regañó Kuvira a Asami, misma que sonrió socarrona mientras bebía té.

—¿Hace cuánto estás aquí? —le preguntó Korra a Kuvira, sirviéndose una taza de café con mucha calma.

—No te lo diré —Kuvira sacó la lengua en un gesto burlón y volvió a beber de la taza—. Solo puedo decir que escuché ruidos extraños... Como... “Ah, oh... Mmm~” —imitó Kuvira con mucha picardía haciendo también algunas expresiones graciosas, provocando que Korra se pusiera roja y Asami solo se cubriera la cara—. Me preocupa la cama, ¿cómo está?

—Eres... Una hija de puta...

Su rostro ardió como si hubiera recibido muchas bofetadas de parte de Kuvira, pero, estaba tan de buen humor que prefirió dejar de lado eso.

—Asami, creo que sería mejor irnos —le dijo Korra, dejando su taza a medio beber sobre el mesón y caminó hacia la puerta principal—, no puedo verle la cara a Kuvira sabiendo que nos escuchó.

—Eres un poco dramática, Korra.

Asami se rió internamente mientras fijaba su mirada en Kuvira, quien se permitió dar un largo suspiro en cuanto Korra salió del apartamento.

—¿Qué vas a hacer?

—Nada... Solo me dedicaré a descansar, pronto retomaremos el entrenamiento y Korra es muy jodida con eso.

—Me refería con respecto a Pei.

La ojiverde menor no pudo mantener su mirada con la kappa, quería mentirle para que dejara de tocar ese tema, pero estaba segura que Asami se daría cuenta de lo que intentaba hacer. Todo comenzaba a ser tan complicado con ella.

—Decidiré qué hacer una vez que tú le digas a Korra lo que sucedió —respondió con un tono de voz muy lento.

—No puedes dejarme esa responsabilidad a mí nada más —advirtió la mayor, empujando la silla bruscamente para levantarse e ir hacia Kuvira. La menor se intimidó un poco pero permaneció con un rostro neutral—, tú estás muy implicada en esto como para dejarme sola.

—Lo sé-

—No, no lo sabes. Tu corazón comienza a fallarte porque te enamoraste de Katar y ahora estás tan metida en este problema como yo por permitir que esa mujer llevara a Korra lejos de nosotras.

—Ella se disculpó, asumió su responsabilidad...

—Porque la obligaste. ¿Crees que de no ser porque la buscaste no se hubiera ido a otra ciudad o a otro país?

—Ella... Ella no lo haría.

—Por favor, no me hagas reír, Beifong —la tomó de la muñeca, fijando su mirada en ella—. Me iré con Korra por un rato porque quiero que se despeje de lo que sucedió y más te vale que te vayas preparando para decirle cómo tu novia intentó meterla a la cárcel.

—No me amenaces, Sato. Sé lo que debo hacer —replicó con firmeza.

—¿Ves? Así de fácil asumes que es tu novia —le soltó la mano con brusquedad y se alejó yendo de espaldas mientras la observaba—. Haz que valgan esos diez millones, Kuvira.

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