Capítulo 12: K. Flay, High Enough

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«¿Por qué de todos los lugares... Tenía que repetirse este

—¿Por qué... Azuki?... ¿Por qué me haces esto? —preguntó una morena, destrozada por sus palabras tan hirientes.

La castaña que se encontraba frente a ella, se viró para encararla, la expresión de su rostro era una que la alfa logró caracterizar como burlona o con picardía. Se acercó a ella y con lo que parecía ser un cálido gesto, la tomó con fuerza del cuello, apretando su agarre hasta el punto de dejarla sin respirar.

—¿Realmente quieres saberlo? Supongo que es un sí, después de todo, no me seguirías como un perro faldero de no ser así, ¿o no, Korra?

Con poca fuerza, la tiró contra un montón de botellas, acorralando a la morena en un callejón. Terminó herida por caer sobre las botellas, las mismas que se rompieron al tener su peso encima. En sus ojos se podía ver la desilusión que le causaban sus palabras sobre sus actos.

La castaña se acercó a un paso tranquilo, se inclinó lo suficiente para tomar una botella y sin llegar a atinarle como lo hubiera querido, la estampó en el suelo, a un lado de la cabeza de Korra.

—Rayos... Fallé —murmuró burlona.

Llegó hasta ella y se hincó a su lado, la miró con una cálida sonrisa tomándola del cabello para tirarlo con fuerza, obligándola a pegarse en la pared lateral de donde estaban. Y el agarre en su cuello volvió a aparecer, solo que esta vez, apretaba más fuerte.

—Es curioso, la forma en la que me seguías... Tantas veces que te rechacé y terminaste amándome... No. Eso no se hace, pequeña —musitó en un tono ronco, y su mano libre se cerró en un puño, el cual dirigió a la cara de Korra y logró golpearla, de tal manera que sangrara su nariz—. Bien, mi razón... Es muy simple de entender, tanto que una imbécil como tú podría entender.

Lo que sentía Korra, se convirtió en rencor y rabia, en su cara se podía ver lo que Azuki provocó. Un delgado hilo de sangre bajaba de su nariz, algo que le provocó asco a la contraria, tomando aquella distacción, las manos de Korra se aferraron a la muñeca de Azuki, clavando las uñas en su piel hasta llegar a rasgarla un poco.

—Maldita perra.

Azuki la tiró al fondo del callejón de un solo tirón. Korra no podría explicar cómo era posible que Azuki tuviera tanta fuerza sin demostrarlo en sus músculos.

Korra volvió a caer contra el suelo y los trozos de los vidrios provocaron que ella gritara con fuerza, casi de una forma desgarradora, que incluso, llegó a llorar del dolor que le provocaron los trozos de vidrio que la rasgaban por dentro.

Azuki llegó hasta ella y la pateó justo donde su cuerpo era más sensible... Su miembro. Lo hizo dos veces con lo que pudo ver a Korra retorcerse de dolor, era algo que le provocaba placer. Con su pie la ayudó a rodar para que pudiera verla directamente, aunque sus manos intentaban acariciar esa zona que dolía más que todo su cuerpo.

—¿Lo ves?... Eres patética, eres una inútil y alguien que prefiere ser herida que herir... Simplemente patética.

Korra masculló algunas palabras en un tono muy bajo, algo que Azuki no entendió.

—¿Cómo dices, cariño?

—Ve... A... Da...

—¿Qué?

Azuki se inclinó de nuevo a Korra, acercando su cabeza a la de la morena, quien le escupió sangre en la cara.

—Y luego te preguntas la razón...

Pateó la cabeza de Korra en cuanto se incorporó, provocando que se golpeara contra la pared y se abriera una herida en un costado, de donde salía mucha sangre y bajara como un pequeño río carmín por el costado derecho.

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