Epílogo

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Lisa

Un año después

Nunca había visto a Jennie tan nerviosa. No es propio de ella. Pero aun así, allí estaba, con un vestido rojo nuevo, el pelo suelto y con cara de vomitar.

─Todo el mundo te va a adorar, ─ le susurré, apretándole la mano. 

─ Eso dices tú, ─ dijo ella, mordiéndose el labio y mirando sus apuntes. 

─ Es verdad. Yo te amo.

Levantó la vista, con una rápida sonrisa. ─Yo también te amo. Pero también estoy a punto de convertirme en la primera poeta que vomita en mitad de una lectura. ¿Crees que eso animará a los fans o los desanimará?

─Si haces bromas graciosas, no puedes estar tan nerviosa, ─ la reprendí y sus labios se torcieron mientras luchaba contra una sonrisa.

Al menos doscientas cincuenta personas entraban en la librería, se apiñaban en la parte de atrás y se apoyaban en las estanterías. Era uno de nuestros públicos más numerosos: la gente de Big Sur sentía curiosidad por la supermodelo reconvertida en propietaria de librería y poetisa que llevaba un año viviendo aquí.

Por eso Nini estaba tan nerviosa. Fue una gran noticia, al menos en el mundo de los cotilleos de famosos, que Jennie Kim dejara el mundo del modelaje para dirigir una pequeña librería con su nueva novia. La gente quería entrevistas; los fans estaban consternados. Jennie hizo caso omiso de la mayoría, limitando sus cuentas en las redes sociales a una (Instagram) en la que publicaba actualizaciones sobre la librería. Libros que estábamos leyendo. Fragmentos de sus escritos.

Ella tenía razón: perdió fans. Muchos. Pero los que se quedaron vieron a Jennie como realmente era y celebraron el valor que tenía para vivir una vida auténtica.

Un par de ellos estaban incluso entre el público esta noche.

─Todo lo que he escrito es terrible, Lisa. No puedo creer que me dejes hacer esto, ─ dijo. Yo me reí. 

─Eso no es ni remotamente cierto.

Me incliné hacia delante y le di besos suaves y persistentes en el cuello hasta llegar a la oreja.

─Cuando esto acabe, te haré muchas cosas sucias, ─ le prometí.

Se estremeció y se ruborizó ligeramente. ─Me haces cosas sucias todas las noches, ─ dijo, acercándose para apretarme la mano. 

─Tienes razón, ─ dije riendo entre dientes. ─Pero serán aún más sucias.

Puso los ojos en blanco, pero parecía un poco menos nerviosa.

Unos meses después de volver de París, Jennie se armó de valor y regresó para licenciarse en Escritura Creativa. Cuatro veces por semana conducía hasta Monterrey, California para asistir a clase, y la mayoría de las noches se quedaba hasta tarde escribiendo y haciendo los deberes. Llevaba la librería por la mañana y los fines de semana. Seguía siendo la persona más trabajadora que conocía y, aunque por las mañanas solía tener los ojos hinchados, nunca había estado tan contenta.

A veces me dejaba leer lo que escribía. Y eran tan conmovedores, tan hermosos, que me dolía el corazón. ─Gracias a todos por estar aquí esta noche, ─ dije, poniéndome delante de Jennie para empezar.

Hablar en público ya no me molestaba tanto. En el último año, habíamos tenido un promedio de una lectura a la semana y poco a poco las cosas estaban cambiando. Iba a llevar mucho tiempo, pero Jennie y yo nos habíamos comprometido.

─Muchos de ustedes en esta sala conocían a mi abuelo, Raynold, y lo mucho que la poesía significaba para él. ─ Señalé la gran sala. ─Al menos una vez al día vuelvo a guardar un libro, o encuentro una pila de libros nuevos, y habrá un trozo de papel blanco rayado con unas líneas garabateadas. A veces su letra, a veces la letra de un poeta muerto hace tiempo, anónimo pero vital. La poesía está viva y coleando aquí, y como sabes por este último año, estamos haciendo todo lo posible para que siga viva.

La mayoría de los días, Jennie me dejaba un poema de amor pegado a la caja registradora: a veces largo, a veces sólo dos versos, siempre perfecto. Por la noche, le leía mientras estábamos acurrucadas junto a la chimenea. O me leía los libros de texto de administración de empresas y marketing con voces tontas y raras, a veces adoptando una pose de su época de modelo, haciéndome reír mientras yo aprendía todas las formas de mantener a flote a The Mad Ones.

Mi abuelo habría estado orgulloso de mí. Estaba orgullosa de mí.

─Así que gracias por tu dedicación a esta librería, a los libros, a la escritura. A la comunidad de Big Sur. Significa mucho para Jennie y para mí. ─ Estaba radiante bajo la luz, cogida de mi mano, mirándome como si yo fuera la única persona en el mundo. Mi amor por ella era infinito.

─Muchos de ustedes también saben que mi socia y novia, Jennie Kim, es poeta. Y esta noche hará su primera lectura.

Jennie sonrió nerviosa, aclarándose la garganta. El público enloqueció con ella: era una de las favoritas de los fans de Big Sur, asistía a las reuniones del ayuntamiento, siempre estaba dispuesta a ayudar a un vecino, bailaba con el alcalde en el bar de Minho los fines de semana. La gente solía sorprenderse al saber que no había nacido y crecido allí.

─No podría estar más orgullosa de ella, ─ dije, volviéndome hacia ella, apretándole la mano de nuevo. ─Lo digo en serio, Jennie, ─ dije en voz baja, sólo para ella. Me senté a regañadientes, ya que me habría contentado con sostener su mano toda la noche, pero este era su momento, su centro de atención.

Subió al podio y dejó sus poemas con delicadeza. Reunió su confianza, el mismo espíritu vivaz que me había atraído de ella desde el principio.

─Gracias a todos por confiar en mí, ─ dijo, y yo le sonreí.

Ella me devolvió la sonrisa, brillante y radiante. El corazón me dio un vuelco. ─La lectura de esta noche está dedicada a Lisa, cuyo amor me devolvió a la vida. Siempre serás mi inspiración.

Y entonces enderezó los hombros, manteniéndose erguida. Abrió las páginas y comenzó.

Fin.

Y así concluye esta increíble historia

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Y así concluye esta increíble historia. 😘 Espero que hayan disfrutado tanto como yo disfruté de adaptarla. ¡Nos vemos en la próxima adaptación/traducción! 

Agradezco profundamente sus votos y comentarios.

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