Las luces se apagan

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Las luces se apagan hoy, las estrellas brillan como el sol, la luna resplandeciente en el montón.

Seiseki mira el cielo con lágrimas en los ojos, una sonrisa dolorosa y melancólica surcando sus labios, las memorias pasando por sus ojos y haciéndolo reir mientras las lágrimas caían.

Hacía eso para recordar, para agradecer, para reír, para sentirse un poco más serca de aquel que perdió y tanto amo, casi como un hermano menor.

–¡Seiseki!– la hermana del mencionado se sentó a su lado, dándole un abrazo con una sonrisa, sabiendo por lo que pasaba, porque ella siempre lo acompañaba.

Seiseki acepto el abrazo y sonrió más, acostado en la hierba fresca de la colina del arroyo, tarareando una canción.

Amaba estar con su hermana, amaba estar recostado y abrir los ojos para solo mirar un salpicado de estrellas resplandecientes, amaba poder recordarlo a pesar de que ya no estaba.

Esos recuerdos de más chicos, esas estupideces que les sacaron carcajadas, esos pequeños problemas que siempre resolvían, cualquiera diría que eran inseparables, que eran los mejores amigos.

Y así fue.

Fueron los mejores, inseparables era la mejor palabra.

Por eso dolió tanto, por eso era difícil de superar, pero lo hacía y recordarlo lo ayudaba, lo ayudaba a no olvidarlo y saber que él fue el mejor.

Omar miro desde la distancia, desde que se enteró que son primos tiene muchas cosas en la cabeza, tanto que se ha desvelado y sus ojeras son la prueba, pero ahora, solo tiene algo en la cabeza, y es acompañarlo.

Así que se aserca y se sienta a su lado, sin emitir ningún sonido, mirando el cielo con la espera de ser una buena compañía.

–Hola primo Om– Moana extiende su mano, tomando la de su repentino primo.

–Hola pequeña– saludo sonriente y calmado, escuchando la divertida risa, pero su atención estaba centrada en los ojos brillosos que le devolvían la mirada, pero la sonrisa atenuaba aquellas lágrimas que se derramaban sin vergüenza.

–Eres como él– murmuró Seiseki, la imagen de su amigo surcando su mente, comparando a ambos.

Quizás no se veían igual físicamente, pero parecían el mismo, de tal forma que sus lágrimas cayeron el doble de rápido, su sonrisa se agrandaba con una risa aguada. Pero a pesar de aquella imagen se veía feliz, se escuchaba melancólico pero alegre.

–Supongo que... Es bueno– murmuró pensativo el de poncho.

–Sí lo es– dijo la menor, mirando a ambos chicos con alegría.

Seiseki asintio, levantándose para poder abrazar a su primo, o al menos apoyarse en su costado, mirando las estrellas.

–No sé dónde está, no sé si ya comenzó de nuevo, o si sigue con su energía rondando por aquí, pero... Sin duda, lo mejor es recordarlo, seguir por él ¿No crees?– Omar piensa, pero cree poder entender algo y no duda en asentir, sabiendo lo que es perder a alguien.

–Puede ser lo mejor–  rodea los hombros de su primo, mirando las estrellas –Lo querías mucho–

–Lo quiero mucho–  Omar sonrie.

–No lo dudo– Seiseki ríe, con una gran sonrisa

–Nunca lo dudes–

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