Capítulo XII: Qué difícil es decir adiós

24 5 40
                                    

Una serie de personas rodean en claro, mientras camino para ponerme junto a Jochen, a pesar de su advertencia anterior

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una serie de personas rodean en claro, mientras camino para ponerme junto a Jochen, a pesar de su advertencia anterior. La vara está tirada bajo nuestros pies, y la túnica parece totalmente camuflada con la maleza quemada, debido a la tenue luz que emana del fuego restante en el medio del pentagrama. Los rostros que aparecen entre la vegetación hacen que mi compañero se relaje, pues se trata de otros de sus amigos, cada uno más confundido que el anterior al ver la escena. Mi cuello sigue chorreando, pero siento la piel irse restaurando poco a poco, hasta que lo único que queda es sangre oscura y seca.

—¿Jochen?, ¿qué es esto? —pregunta Melissa, una de las chicas, acercándose de forma cautelosa al pentagrama ahora medio destruido. Alguno de los cuerpos calcinados le falta un pie, y solo puedo culpar al vampiro con mal genio por ello. Por suerte para él, no es en lo que sus amigos se fijan, sino que tienen una reacción de sorpresa como la mía—. ¿Qué rayos? —exclama la misma vampiresa.

—No tengo ni idea quién los trajo aquí, ni qué les ha pasado, pero encontraremos a el o los responsables —afirma el vampiro a modo de promesa, quien se ha olvidado completamente de mi presencia y dedica toda su atención a ellos, algo similar a lo que ocurrió la noche anterior, cuando me invitó a salir con él y luego me ignoró toda la velada.

Pongo en duda si esto que tenemos delante no tiene que ver con el rumor del comedor, a pesar de que el chico lo descartase, era demasiada coincidencia. Veo en los rostros de los vampiros recién llegados que ellos también lo barajan. Siento temor real por toda aquella situación, quizás estos chicos, que están acostumbrados a meterse en problemas, lo vean como gajes del oficio, algo cotidiano, algo a lo que atenerse cuando te entrometes en asuntos peliagudos, sin embargo, ni Cessi ni yo somos así. Y hablando de Françesca, ¿dónde se ha metido la muchacha? Ya debería estar despierta, si no quiere perderse toda la noche del sábado. Mi primer instinto es sacar la bola de cristal que yace en mi bolso de cuero y revisar los mensajes. Mientras leo las notificaciones, los demás mantienen una conversación sobre quién podría estar detrás. Una vez que contesto a mi amiga y quedo con ella después en la academia, centro mi atención en ellos y decido aportar.

—¿No es evidente? Fueron los mismos que atacaron esta mañana en la academia —expreso, dando un paso adelante, todos me observan como si no hubieran notado mi presencia hasta aquel momento—, seguidores de Morgon o lo que sea —comento, pateando con la bota la tela enrollada del suelo. El metal brilla con el reflejo de las llamas, la inscripción es latente en él, la talla burda y sin cuidado denota que se ha realizado rápidamente.

—Déjate de tonterías, vampirita —empieza Von Brandt, pero yo lo corto enseguida, no estoy dispuesta a escuchar cómo vuelve a desacreditarme.

—¿Tonterías? Vamos a ver, que todos escuchamos los rumores, ¿no? —Los demás ignoran también a Jochen, quien parece detestar no ser el centro de atención, algunos incluso se acercan a mí con curiosidad—. La marca del dragón, los símbolos de óbito en las paredes, este ritual y, —completo, levantando la barra con ambas manos y haciendo visible las palabras en ella—, ahora esta inscripción.

Hermandad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora