Era mucho tiempo después cuando me encontré con Abdiel y Elvira. Estaban sentados juntos al lado de una fogata, sus rostros iluminados por la cálida luz de las llamas. Ambos parecían agotados y desgastados. Me acerqué a ellos y pregunté, "¿Por qué se ven tan cansados?"
Elvira, con un destello de ira en sus ojos, se levantó bruscamente y respondió, apuntando acusadoramente a Abdiel. "Este insensato insistió en seguir a un grupo de piratas. Como si eso no fuera suficientemente arriesgado, decidió actuar como un suicida cuando estábamos a punto de ser quemados". Su voz se quebró un poco al final, y gruñó, claramente frustrada.
Abdiel, en respuesta, también se levantó. No parecía molestado por la ira de Elvira. "Ya te dije que era un truco psicológico", dijo con seriedad. "Quería demostrar que Rachel tiene un buen corazón".
Elvira se acercó a Abdiel, su rostro a centímetros del suyo. "¡Pero no tenías por qué ponerme en riesgo a mí también!" gritó, su voz resonando en la quietud de la noche.
Abdiel simplemente suspiró, desviando la mirada. "Está bien...", dijo a regañadientes, su voz apenas audible. La tensión entre ambos era palpable, pero por ahora, parecía que la discusión había llegado a su fin.
Cuando finalmente concluyeron su discusión, los guié con determinación hacia el lugar donde Marianne me había citado previamente. Al llegar a nuestro destino, pudimos ver a Marianne saltando de alegría y agitando emocionada. Detrás de ella se erguía un enorme robot de hierro, una máquina colosal y resistente que imponía autoridad y respeto. El robot estaba equipado con cañones de hielo rojo que yo había ayudado a Marianne a construir. En ese momento, pude ver en sus ojos la felicidad y satisfacción de un trabajo bien hecho. Con una sonrisa radiante, proclamó que este era "la esperanza definitiva de los teatanes, ¡el teatan de hierro!"
Con cada paso cuidadoso que nos acercaba al imponente robot, Marianne comenzó a exponer su plan. Este consistía en liberar primero al reino teatan y luego rescatar a Kanterbury. Después de presentar su plan, lanzó una invitación entusiasta, nos instó a todos a subir al gigantesco y amenazante robot. Sin miedo, ella se metió en el centro de la máquina gigante, tomando los controles para poder dominar al coloso de hierro. Abdiel y Elvira decidieron acomodarse sobre los robustos hombros del robot, un lugar desde donde podrían tener una buena vista del campo de batalla. Por mi parte, elegí el lugar más alto, la cabeza del robot. Desde allí, mi asombro solo creció, mientras contemplaba el impresionante panorama que se extendía a mis pies. ¡Este robot era aún más grande y formidable de lo que inicialmente había parecido, una verdadera maravilla de la ingeniería y el poder!
Con cada paso que daba el gigante de hierro, el suelo a su alrededor temblaba violentamente, sus pasos resonaban claramente, el sonido del metal pesado contra el suelo llenaba el aire. Los misiles de hielo rojo funcionaban a la perfección. Un solo misil bastaba para causar un gran daño en una amplia área, su poder era simplemente impresionante.
El hielo, al impactar, atrapaba a todos los invasores que se cruzaban en el camino. Uno a uno, los invasores fueron siendo congelados, atrapados en un frío abrazo que los inmovilizaba. Al mismo tiempo, los teatanes fueron siendo salvados uno a uno. Cada paso del gigante de hierro era un paso más hacia la liberación de su pueblo.
Nada podía resistir a este hermoso gigante de hierro. No había adversario que pudiera soportar su poder, su fuerza era simplemente abrumadora. Todos los que lo veían quedaban asombrados, no podían creer lo que sus ojos estaban viendo. La maravillosa creación de Marianne había superado todas las expectativas, había demostrado ser un arma poderosa y efectiva en la lucha contra los invasores. Ver todo lo que fue capaz de lograr este maravilloso invento fue simplemente sorprendente.
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guardián tales: Desviación del cuento
FanfictionEsta es la historia de un universo alternativo, contado a través de los ojos de Coco, una chica inuit extremadamente solitaria. Coco vivía en una aislada existencia, de hecho, no conocía a nadie más que a su pequeño perro de trineo, redondo y esponj...