17 | confesiones y revelaciones

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La luz de la pantalla parpadeaba en los rostros concentrados de Minho, Jisung y el hermano menor de Minho, sumergidos en el mundo virtual de su videojuego favorito. Las risas y exclamaciones llenaban la habitación cada vez que uno de ellos lograba una hazaña impresionante, y por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa genuina adornaba el rostro de Minho.


A medida que el sol se despedía del día, Minho se estiró y apagó la consola.

—Siempre eres bienvenido para jugar —dijo con una sonrisa cálida dirigida a Jisung, quien asintió con entusiasmo, su corazón aligerado por la invitación.

La noche había caído cuando Minho acompañó a Jisung a casa. Al llegar, Hyunjin estaba esperándolos afuera, su mirada cargada de una molestia apenas contenida. Jisung, sintiendo la tensión, pidió a Minho que lo esperara un momento antes de correr hacia el interior de la casa, dejando a los dos mayores solos bajo la luz de la luna.

Hyunjin no perdió tiempo. —Deja a mi hermano en paz —exigió, su voz baja pero firme. Había pasado uno de sus mejores días y ver el rostro de Minho lo hacía enojar

Minho, sin embargo, mantuvo la calma. —Jisung y mi hermano se llevan bien. No hay nada más —explicó. —Para mí, Jisung es como otro hermano... Además solo lo invité a jugar porque dijo que estaba aburrido...

Hyunjin estaba por refutar hasta que Jisung reapareciera, sosteniendo una carta en sus manos temblorosas. La entregó a Minho, sus ojos evitando los del mayor, y luego se dio la vuelta para regresar a la casa.

—Has... Hasta mañana Hyung —Fue lo último que dijo antes de entrar.

Minho observó la carta, una mezcla de sorpresa y ternura cruzando su rostro al leer el contenido. Era una carta de amor, palabras que hablaban de sentimientos profundos y secretos largamente guardados. Levantó la vista hacia Hyunjin, una sonrisa traviesa formándose en sus labios.

—Parece que soy tu cuñado ahora —bromeó, provocando que el rubio frunciera el ceño en una mezcla de irritación y desconcierto.

—No juegues con eso —Se quejó

—Relajate, de todas las personas con las que podría estar, entre esas opciones un niño de doce años no está, te veo en el instituto Hyunjin —Habló, para luego retirarse...

—Maldito infeliz —Hyunjin caminó con pasos decididos hacia la habitación de Jisung, su corazón latiendo con una mezcla de preocupación fraterna y frustración. Al abrir la puerta, encontró a Jisung sentado en el suelo, rodeado de papeles y libros. Sin preámbulos, Hyunjin soltó las palabras que habían estado quemando en su lengua.

—Jisung, tienes que alejarte de Minho. No puedo creer que cuando dijiste que te gustaba alguien, te referías a él.

Jisung levantó la vista, sus ojos reflejando una determinación inquebrantable. —No me rendiré con Minho Hyung —replicó con suavidad. —Sé que no soy correspondido, pero me gusta pasar tiempo con él.

Hyunjin suspiró, sintiendo el peso de sus años sobre sus hombros. —Eres un niño aún, Jisung, y Minho es un hombre.

—¡Eso no me importa! —contestó Jisung, pero antes de que pudiera continuar, el timbre de la casa interrumpió su confesión. Hyunjin se detuvo en la puerta, volviendo la cabeza para decir.

—Tenemos una conversación pendiente —antes de desaparecer por el pasillo.

Al abrir la puerta principal, Hyunjin se encontró con Jeongin, quien, sin perder un segundo, le plantó un beso. Sorprendido pero complacido, Hyunjin correspondió el gesto antes de preguntar, —¿Todo está bien?

Jeongin asintió con una sonrisa. —Sí, solo quería verte.

—¿Verme?¿Tu a mi? —investigó y jeongin aún con las manos en el cuello del mayor asintió —Wow eso es... Ay no digas esas cosas que me emociono —Soltó Hyunjin haciendo que jeongin sonría.

La noche avanzó, y Jeongin no dejaba de hablar de la obra de teatro y de «Romeo y Julieta». Hyunjin, intrigado por la pasión de Jeongin, preguntó, —¿Te gusta mucho esa historia?

—Mucho —admitió Jeongin, y Hyunjin, llevado por un impulso, declaró:

—Si por besarte tuviera que ir al infierno, lo haría. Después, presumiría ante los demonios de haber estado en el paraíso y nunca entrar... —El corazón de Jeongin latió con fuerza, y respondió con voz temblorosa.

—Pocas palabras son las que he oído aún de esa boca, y sin embargo, te reconozco... sos Romeo...

—yo puedo ser lo que tú quieras que yo sea... Por qué al final del día ya hicimos lo más difícil...

Ambos se quedaron en silencio, sumidos en la oscuridad de la habitación de Hyunjin, iluminados solo por una pequeña lámpara. Jeongin descansaba en el regazo de Hyunjin, y por un momento, el mundo exterior desapareció, luego de recitar aquellos presagios, ambos se sentían tan bien con el otro, haciendo que Jeongin se cuestione ¿Cuando?¿Cuando?¿Cuando?¿Cuando?, ¿Cuando dejo de pensar en Minho?¿Cuando comenzó a ver a hyunjin diferente?... Quería odiarlo sin embargo ya no podía.

Pero ese momento fue interrumpido por el teléfono de Jeongin, que comenzó a sonar, separándolos con la llamada de Felix. A pesar de la interrupción, esa noche, ambos, desde sus habitaciones, anhelaban estar con el otro...

(...)

Jeongin intentaba organizar los atrezzos y el vestuario para la obra, pero sus manos parecían tener voluntad propia, dejando caer papeles y telas con una torpeza inusual. La razón de su distracción era Hyunjin; su mente estaba inundada con recuerdos de aquella noche y de otras noches compartidas, momentos que parecían más vívidos que la realidad que lo rodeaba.

En medio de su desorden, un montón de papeles se deslizó de sus dedos, esparciéndose por el suelo como hojas llevadas por el viento. Felix, que había estado observando con una sonrisa divertida, no pudo contener una carcajada.

—Deberías dejar de pensar en el chico de cabello rubio —bromeó Felix, sabiendo muy bien a quién se refería. —Ahora está trotando. ¿Crees que deberíamos ir a verlos?

Jeongin negó con la cabeza, su rostro ardiendo por la mentira que estaba a punto de decir.

—No, no estoy pensando en Hyunjin.

Felix arqueó una ceja, claramente incrédulo. —No te creo —replicó, cambiando de tema con una sonrisa coqueta. —¿Qué hay de la fiesta antes de la obra?

—Sí, está todo bien —Respondió Jeongin, intentando mantener la calma.

—¿Será en tu casa? —preguntó Felix, y Jeongin asintió, aunque una sombra de preocupación cruzó su rostro. —Sí, pero tengo que avisarle a mi madre que Hyunjin vendrá.

El miedo se asomó en los ojos de Jeongin. Sabía que su madre desaprobaba a Hyunjin, y la sola idea de enfrentarla con esa noticia le hacía temblar. Pero en su corazón, también sabía que no podía dejar que eso se interpusiera entre él y Hyunjin, no cuando cada pensamiento suyo estaba impregnado con la presencia del mayor.

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Romeo y Jeongin | HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora