57

637 28 14
                                    

No ví a Hanna ese día. Mamá fue a buscarme y a duras penas volvi a casa a darme una ducha y tratar de descansar. La buena noticia entre tanta mierda era que podría visitarla luego. Su estado crítico mejoro y parece estable, según lo que mamá me comentó que había hablado con Sara. Estaba tan molesta con ella por cierto. Aún no entiendo cuan frío tiene que ser tu corazón para reaccionar así ante una situación límite tan desagradable.

Antes de que cayera la tarde, Alex y Gemma me acompañaron a verla. Cómo solo podíamos pasar uno por vez, dejaron que yo fuera la primera. Estuve muy agradecida.

Al entrar a la habitación y ver Hanna tendida en la cama, conectada a máquinas y tubos mi pecho se hundió dentro de mi y fue inevitable llorar.

Su respiración es suave, apenas perceptible.  Me acerqué lentamente, sintiendo el peso abrumador de la tristeza en cada paso. Tomé de su manito en cuanto pude con suma delicadeza, noté el color de sus uñas desgastadas, sintiendo el frío de su piel y la fragilidad de su cuerpo. Estaba allí con un millón de heridas... Donde miraba encontraba moretones, vendas, cicatrices frescas. Arrugué mi rostro aún llorando.

— Por favor, despierta — susurré, con la voz entrecortada por la emoción. — No puedo soportar perderte. Te convertiste en mi todo, por favor. Te necesito aquí, conmigo. Por favor.

Las lágrimas caen por mis mejillas de forma incontenible mientras me aferra a su solitaria mano, esperando, rezando por un milagro que la devuelva a mi.

— Te amo.

En ese momento, el sonido monótono de los monitores cardíacos parece aún más desgarrador, recordandome la fragilidad de su vida. Levanté mi rostro para mirarla y no movía un pelo, no siquiera sus ojos bajo su pupilas. Solo podía responder con el latido de su corazón que parece aumentar cuando hablo.

— Tranquila. Todo está bien. Estoy aquí.

No sé estabiliza pero no parece preocupante, aunque si esperanzador.

No puse estar mucho tiempo dentro porque los demás también necesitaban verla. Así que esperé en el pasillo mientras Gemma, Michelle y Jota la veían por turno.

— Haremos el funeral de su padre a las 7. ¿Quieres venir?

— Oh por Dios. — me sostuve la frente.

— Solo si quieres — agregó Alex — Si no te sientes cómoda no tienes que hacerlo.

— Iré. — asentí.

Mi rostro cansado, triste pero aún con fuerzas para respirar y ver a mi alrededor.

Todo lo que pienso es que ella, al estar en coma no puede estar. Sin embargo, todos asistimos. Supongo que ella así lo hubiera querido. Sus amigos, su familia, el grupo y... su madre, también algunos vecinos.

La ceremonia transcurrió lenta y dolorosa. Muchos lamentaban su perdida y otros aceptaban su partida... Fue duro pero estuvimos ahí.

Cuando la multitud se dispersó y todo terminaban en un cementerio con cada uno partiendo, me encontré a Sara llorando sobre la tumba de quien alguna vez fue el amor de su vida. Mi empático corazón tuvo la idea de acercase para hablar con ella. Algo en mi necesitaba hacerlo... a pesar de todo.

— Lo siento mucho.

Ella se incomoda y limpia rápidamente sus lágrimas.

— No tienes que hacer esto — dice sin expresión mirando al suelo.

Aún espaldas a ella intenté continuar.

— Yo... Solo quería decir lo siento.

Ríe con un poco de amargura. Voltea y me ve a los ojos. Entonces pude ver a la mujer que de un momento a otro lo perdió todo.

Mi Dulce HannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora