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El auto se detuvo justo detrás del de Brooke, sin dejar de sonar. La recién nombrada y Lucy alternaron sus miradas con una pregunta que parecía rondar en el ambiente. ¿A quién se le ocurría llevar una alarma así de fuerte, en pleno apocalipsis, llamando la atención de, seguramente, cualquier caminante cerca? Era un riesgo muy alto, sobre todo si era parte del campamento.

Del mismo auto salió un chico con vestimenta de uniforme de béisbol, incluso con gorra incluida. Desde su lugar Brooke pudo notar que también tenía rasgos asiáticos, como Hana y Lucy.

-¿Quién es? ¿Lo puedes ver desde aquí? -entonó en una voz muy alta Lucy, acercándose de a poco.

-Es un chico... Parece ser asiático también.

En un mundo donde reinaban los vivos y muertos, la raza era lo de menos. Pero había captado la atención por completo de Lucy, y sobre todo, de Hana, quién se soltó de una vez de su agarre.

-¿Es Glenn? -fue lo primero que dijo, con cierta esperanza en su tono de voz.

-No, Hana, ven aquí... -intentó agarrarla Lucy. No quería mantener falsas esperanzas, por ese motivo, no quería subir la mirada.

Pero Hana fue insistente, y en el mismo momento en que callaron la alarma del auto, Hana soltó un grito que resonó en todo el campamento.

-¡Glenn!

El recién nombrado alzó su mirada al escuchar su voz. No podía ser... Hace mucho que no la había escuchado...

-¿Hana? ¡Hana!

Y entre lágrimas, ambos hermanos corrieron al encuentro, Hana prácticamente saltando encima de Glenn, el cual rompía en llanto. Ambos cayeron al suelo llorando, uno contra el otro.

En su interior, Glenn sentía una mezcla abrumadora de alegría y alivio. Su hermana estaba a salvo, estaba viva. Estaba con él.

Lucy había quedado petrificada por la sorpresa, asimilando lo más rápido que podía. Glenn estaba ahí, abrazando a su hermana. A la hermana de ambos.

Reaccionó solo cuando Brooke la empujó suavemente.

-Ve... Únete a ellos... -escuchó el susurro de Brooke detrás de ella, pero fue suficiente para que las piernas de Lucy se movieran por sí solas.

-¡GLENN!

Glenn no se lo podía creer al escuchar la otra voz, la de su hermana mayor. Lucy tampoco podía creerse que su hermano estaba vivo.

Hana solo lloraba contra el pecho del asiático cuando la hermana mayor de ambos los abrazó con fuerza. Estaban los tres, finalmente, sollozando como niños pequeños pero era lo de menos.

Todo el campamento los contemplaba en silencio, apreciando aquella escena que, en un mundo apocalíptico, no era muy común de ver. Pero daba un aire de esperanza, por muy pequeño que fuera.

TOGETHER IN THE ASHES | glenn rheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora