05. Curiosidad

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Era su noche de bodas.

Al final se había terminado casando con Georgiana.

Al final todo lo que había ocurrido había llegado al mismo desenlace.

Una boda.

Pero John no podía sentirse más miserable, profundamente repugnado de sí mismo.

Porque era lo que siempre había querido, había estado tan enamorado de Georgiana por tanto tiempo que había soñado varias noches con la perspectiva de llamarla suya, de que sus nombres se unieran en matrimonio.

Pero nunca porque no tenía otra opción. Nunca en la manera como había ocurrido.

John se pasó una mano por el rostro y suspiró, sintiendo la incomodidad de su silla de madera molestar su espalda y sus piernas después de montar todo el día . El dolor a su vez le recordó a William Cromartie y lo maldijo en silencio, porque si tan solo él se hubiera casado con ella John no estaría en esa posición. Porque Georgiana estaría casado con alguien del que si estaba enamorada.

Incluso hubiera sido mejor así, la seguiría queriendo y admirando pero ella estaría felizmente casada con otro. Ella estaría feliz.

Y él no tendría ese dolor sordo en su corazón porque cuando ella finalmente se había casado con él había abierto la puerta al peligro. Porque John ahora tenía posibilidades.

Era esperanzador pero al mismo tiempo aterrador.

Era el "y si..."

¿Y si ella pudiera llegar a amarlo?

¿Y si la enamoraba?

¿Y si la hacía suya?

John cerró los ojos y apoyó su cabeza en el respaldar de la silla, desalentado con la perspectiva de todo una vida por delante de doloroso y cruel anhelo.

Aunque viejo y sencillo, ella se había visto preciosa con su vestido de novia y su velo. Julia le había ayudado a recogerse el cabello oscuro dejando dulces mechones tocar sus sienes y su cuello, además de un poco de color en sus mejillas y sus labios que fue francamente diabólico.

Alguien se aclaró la garganta cerca y alertado John se enderezó y abrió los ojos, a su lado en la mesa del comedor privado de la posada se encontraba Julia, con su usual expresión de suficiencia lo miró desde arriba.

— ¿Planeas dormir aquí?

John inclinó su cabeza y bebió de su taza de té fría, el sabor terrible lo hizo apretar los dientes.

— No planeo dormir mucho de todos modos.

Cada pocos minutos su mente le recordaba a su corazón que se encontraba casado con Georgiana y sufría un espasmo. De felicidad o terror, aún estaba deliberando sobre que lo superaba.

— Deberías tomar un baño al menos — lo miró de nuevo de arriba a abajo, deteniéndose en sus botas y pantalones sucios por el barro— Tienes un aspecto lamentable.

— Bueno — declaró — No me siento agradable tampoco.

— Y malhumorado también — añadió la mujer con ironía, le hizo un gesto hacia la puerta entornada que daba hacía la escalera y el segundo piso — Tu flamante esposa ya está dormida, ve a darte un baño porque si sigues así mañana tampoco querrá verte de frente.

John se sintió tan profundamente frustrado que sintió el impulso de dejarla hablando sola aunque la había respetado como una hermana mayor toda su vida, la naturaleza entrometida de ella lo había seguido por décadas pero nunca se sintió tan intrusiva como en ese momento. En ese exacto momento en el que él sentía su corazón siendo diseccionado de su pecho y expuesto a una tortura larga y fría.

El esposo de Lady Georgiana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora