Matthew se empeñó en acompañarla a clase todos los días que quedaban hasta las vacaciones, a pesar de que rara vez ella le dirigía la palabra o siquiera lo miraba.
Desde que sus dientes fueron cambiados en su totalidad, desapareciendo el dolor intenso que había estado sintiendo hasta la fecha, temía separar los labios y alguien más, con su voz, volviera a decir palabras que no fueran suyas, haciendo que todo lo que estaba sucediendo a su alrededor tuviera mucha menos importancia que su nuevo miedo.
Por supuesto, aunque no se hubieran vuelto más unidos, las chicas no pudieron más que comentar y mirar con malos ojos como Matthew parecía estar siguiéndola por todas partes, como si fuera un cachorro en busca de atención, a pesar de que ella lo ignoraba la mayor parte del tiempo.
Incluso en los descansos, cuando todos podían salir al patio comunal, él iba a buscarla, a pesar de que Jane parecía encontrarse sumida en sus propios pensamientos, sin prestarle atención.
Era como si, cuanto más lo ignorara, más deseara Matthew captar su atención, viendo a alguien más en ella.
Por supuesto, las chicas de su clase la ignoraron totalmente, sin entender cuál era aquella nueva actitud que había tomado.
Después de que golpeó a una compañera como lo hizo, notando el aura que la envolvía en esa ocasión, era evidente que no estaban tranquilas manteniéndose a su alrededor, pues no sabían cuándo podría reaccionar igual con otra compañera.
Seguían cuchicheando sobre ella, pero a la suficiente distancia como para que Jane no pudiera oír lo que decían. A pesar de que era más que evidente de que era el tema central por cómo la miraban.
Entendía que se comportaran así.
Después de todo, sin el dolor de sus dientes siendo una constante, Jane pudo observarse bien en el espejo, con la mente despejada, y no pudo más que sorprenderse.
Su cabello, que siempre fue castaño, se había oscurecido tanto que ya era casi negro, volviéndose espeso, suave y brillante, como si hubiera pasado por algún tipo de tratamiento para conseguir ese efecto.
Sus pestañas, más largas de lo que siempre fue normal en ella, también se espesaron, oscureciéndose, dándole una mirada más profunda y también creando una mirada más intensa sin querer.
Sus rasgos se suavizaron y su piel se aclaró.
Y lo que más le asustó de todos esos cambios era que sabía perfectamente hacia quién se estaba pareciendo ante todos ellos.
Faltaba tan poco para que se volviera una copia exacta de Emily que, siempre que estaba en casa, Jane se negó a salir de su cuarto, temiendo que su madre se asustara al no entender lo que le estaba pasando.
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Dientes
HorrorUna vida puede cambiar muy rápido. Y de las formas más inusuales La vida de Jane empezó a cambiar por un simple dolor de dientes Pero, cuando los cambios empiezan, ¿quién los puede parar o controlar? Una joven que no le gustaría estar viviendo lo qu...