Cap 22

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Para cuando llegó el momento de irse a dormir, ya había parado de llover. Ya en la soledad, tranquilidad y silencio de mi habitación, me puse mi pijama y me acosté.
El día siguiente fue más agotador que el domingo tan tranquilo que acababa de pasar. Me levanté con la desgana típica de cada lunes y la mañana se me hizo eterna mientras transcurrieron aquellas seis largas horas de escuchar lecciones y apuntar deberes y fechas nuevas de trabajos y exámenes.

-Pues más larga se te va a hacer la tarde -dijo Allie cuando lo comenté al acabar la última clase-, ¿te has dado cuenta de la montaña tan grande de deberes que tenemos para mañana?
-Matemáticas, biología, física, historia y francés, ¡no vamos a acabar nunca! -se lamentó Jo-
-No os quejéis -dijo Carter, que apareció al lado de Allie-, tampoco hay tanto que hacer... Bueno, sí, pero quejándoos no vais a solucionar nada.
-Tu novio tiene razón, Allie -afirmé-. Y si los empezamos pronto...

¡Cómo me equivocaba! Estuve toda la tarde yo sola en mi habitación, haciendo los deberes por mi cuenta porque así era como mejor conseguía concentrarme. Necesitaba silencio y tranquilidad, o no acabaría nunca.
Cuando por fin acabé la redacción de historia, que era ya lo último que me quedaba por hacer, miré la hora y descubrí horrorizada que eran las 19:00. Se suponía que debería estar entrando en el comedor, ¡llegaba tarde a cenar! Me dió tal apuro que salí corriendo de ahí sin darle importancia a que me estaba dejando las cosas del escritorio tal cual estaban cuando miré el reloj, o sea, el bolígrafo abierto sobre los deberes de historia, que estaban sobre el libro (que se había quedado también abierto) y los libros de las demás asignaturas dentro que mi mochila (que la tenía en el suelo, junto al escritorio). "Después lo ordeno todo", pensé mientras bajaba las escaleras que salían del ala de las habitaciones de las chicas.
Cuando llegué a la puerta del comedor, deseando no haberme retrasado demasiado, sentía que le faltaban aire a mis pulmones por haber corrido tanto. Pero, aunque necesitaba un segundo de descanso para recuperarme del reciente esfuerzo, no me detuve ahí. Abrí la puerta con mucho sigilo y entré. Nadie parecía haber notado mi tardía llegada... O eso creía yo.

-¿A dónde se cree usted que va, señorita Tyler? -dijo la profunda y severa voz de alguien que estaba detrás de mí-

Me paré en seco, a penas había dado dos pasos o tres ahí dentro y ya me había metido en un lío, y me giré hacia quien me había detenido: el profesor Zelazny. Me sentí atrapada.

-Em... Yo... balbuceé-
-Venga un momento conmigo al pasillo, si es tan amable. Tengo que hablar con usted.

Su tono de voz dejaba claro que no iba a aceptar un "no" por respuesta, así que simplemente obedecí y Zelazny se reunió conmigo en la puerta del comedor, la cual cerró después de atravesarla.

-¿Tiene idea de la hora que es, señorita Tyler? -me regañaba susurrando- Hace más de tres minutos que tenía usted que haber llegado.
-Profesor... -intenté explicarme, pero no me dejaba.
-La puntualidad es algo que nos tomamos aquí muy en serio, creí que se lo había dejado claro. Recuerda mi advertencia el primer día de clase, ¿verdad?

¡Como para olvidarla!

-Sí, señor, pero entiéndalo... Todo este tiempo he estado haciendo tareas, sin descanso, y no pensé que... -el profesor me miraba con cara de pocos amigos, y de mucha menos paciencia, lo cual imponía mucho- Bueno, debe de ser por la redacción sobre la primera guerra mundial que usted nos mandó hoy. Esaba tan concentrada en ella que perdí la noción del tiempo...

Pensándolo bien, ¿no resulta un poco irónico que me regañara precisamente el mismo profesor que me había mandado las tareas por las cuales acabé llegando tarde?

-Es un detalle por su parte poner tanto interés en la asignatura que yo le imparto -respondió sin mucha emoción-, sin embargo, eso no es excusa. La impuntualidad, al igual que cualquier otra infracción del sagrado reglamento de esta academia, es completamente inadmisible y debe ser penalizada. Tenga -dijo tendiéndome un papel-, es su volante de castigo...

¡Un momento! ¿Ha dicho... c-castigo?

-... Para que se lo entregue al profesor que... ¡Haga el favor de cojerlo! -me gritó al ver que no reaccionaba.

Ni siquiera le había estado escuchando nada de lo que decía a partir de la palabra "castigo". No daba crédito a lo que oía, ¿castigada yo? ¡Pero si mi comportamiento era impecable! Bueno, no del todo, nadie es perfecto... Pero intentaba portarme lo mejor que podía, eso era parte de mi misión. Nathaniel había sido muy clarito con este asunto cuando me explicó por primera vez cual era el plan que tenía que seguir una vez llegara a Cimmeria: "... y es muy importante que no te metas en problemas. Me refiero a que no te busques castigos ni nada parecido, ¿entendido? Si cometes el más mínimo error, podrías levantar sospechas".
No se me ocurría cómo podría yo levantar sospechas llegando tarde a cenar (¡Ni que fuera la única que se saltaba los horarios alguna vez!), pero Nathaniel era así de perfeccionista. Para él, todo (y me refiero a TODO) tenía que estar perfecto. Así que, para no empeorarlo todo (si es que fuera eso posible), asentí como una buena chica y le acepté ese volante a Zelazny mientras volvía a disculparme.

-Muy bien. Y ahora, eschuche, tiene que estar mañana en la capilla a las seis y media de la mañana. Y no se olvide de llevar ese volante, ¿entendido?
-Sí, señor -respondí resignada.
-¡Pues ahora entre y vaya a sentarse!

Después de asentir por última vez, abrí de nuevo la puerta y corrí a sentarme donde siempre lo hacía. Al llegar, los demás me recibieron con miradas curiosas e intrigadas.

-Hola... -saludé tímidamente-
-Hola, Stella -saludó Rachel-. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo es que has llegado tan tarde?
-Pues... Supongo que ha sido por concentrarme tanto en las tareas. El lado bueno es que ya las he acabado, pero el malo es que me olvidé de todo lo demás.
-¿Ya lo has acabado todo? -Lucas parecía sorprendido- A mí me queda todvía por acabar francés.
-¿Qué es eso? -Zoe señaló a la mano con la que tenía cogido el volante.
-¿Esto? -lo alcé un poco para que lo viera mejor, ella lo miraba fijamente- Solo es el castigo que me ha impuesto el profesor por...
-¿Te ha castigado? -preguntó Carter que ahora miraba también el volante.
-Así es -respondí mientras me lo guardaba el volsillo de mi falda-. Porque me he retrasado "casi siete minutos".

Aquel castigo supuso para mí otro problema más de los muchos problemas que ya tenía, como si no tuviera ya suficientes. No sabía qué era lo peor del asunto: pensar en lo agotada que iba a acabar al dia siguiente, lo poco que sabía que iba a dormir esa noche porque tendría que madrugar mucho y cuando había entrenamientos con la Night School me acostaba siempre muy tarde, o el disgusto que iba a llevarse Nathaniel cuando se enterase de le había fallado de una forma tan estúpida. Si hubiera estado más atenta a las horas que iba marcando mi reloj...

-¡Stell! -me llamó alguien cuando salía del comedor.

No fue muy difícil para mí deducir que ese era Dylan, la única persona en toda Cimmera que me llamaba "Stell". Me giré para mirarle y lo vi llegando a mi lado.

Stella en CimmeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora