Cap 38

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Por favor, no, le supliqué a mi suerte, no estoy preparada para esto.
Todo lo que pude hacer fue quedarme petrificada mientras Nicole y Rachel apartaban a Allie a un lado y la hacían bajar detrás del muro protector que formaban entre las dos sin dirigirme la palabra.
Lo más extraño de esto era que Nicole me miraba furiosa; Rachel, con recelo. Pero Allie, más que dolida o desconfiada, se veía... ¿Sorprendida?
Hizo a un lado a las chicas para acercarme a mí y mirarme cara a cara.

-¿Aún sigues por aquí? -dijo ella- ¿Cómo es eso posible?

¿Y ya está? ¿No tenía nada más que decirme después de todo lo que había estado pasando últimamente? No es que me quejara, pero... ¿No iba a echarme en cara que trabajara en el bando enemigo? ¿Que me portara como una hipócrita diciendo que era su amiga para luego traicionarla? ¿Que tuviera el morro de estar en contacto con su hermano a sus espaldas sabiendo lo mucho que lo echaba de menos y lo preocupada que estaba?

-Allie, no -le advirtió Nicole, que si actuaba como me había esperado que lo hiciera-. No te acerques a ella.
-Responde a mi pregunta, Stella -insistió Allie.

Ya lo veis, tan cabezota y rebelde como siempre.

-Si algún día llego yo misma a entenderlo, te lo explicaré -me limité a decir-. ¿Esa es tu única duda?
-¡Allie! -Nicole tiró de su mano para alejarla de mí y se situó frente a mí- Y tú no vuelvas a acercarte a ella -me susurró entre dientes.

¡Vaya con la chica francesa! Pequeña, pero fiera.
Dicho esto ambas amigas se llevaron a Allie, que miró hacia atrás el tiempo justo para ver cómo de mis labios salía un "Lo siento mucho". Después, desaparecieron por los pasillos.
Sabía que una simple disculpa no arreglaría nada (y menos en voz baja y a lo lejos, como hice yo). Pero iba a reventar si no le decía algo, como si necesitara demostrarle que yo también era humana, que cometía errores de los que luego sentirme culpable... ¿O era a mí a quien intentaba demostrar algo? Ni yo lo sabía.
Continué mi camino. Las piernas me temblaban tanto por las escaleras que tuve que agarrarme al pasamanos para no caerme. Suspiré al llegar al final de las escaleras del ala de las chicas, por fin podía sentirme a salvo de más sorpresas... Una vez más, me equivoqué. Ya os imaginaréis el susto que me llevé en medio del pasillo cuando se abrió sin previo aviso la puerta que tenía a mi derecha en ese momento.
¿Por qué a mí? Tantas puertas al lo largo de ese dichoso pasillo... ¿Y tenía que abrirse precisamente esa, la que tenía más cerca? ¡Y otra cosa!: ¿Cuándo se había convertido mi vida en una peli de terror?

-¡Ah! -chillé yo-
-¡Ah! -respondió la otra. Entonces la reconocí-
-¿Lucy?
-¡Tú! -gruñó ella-

Mis escoltas se dieron prisa en subir y vinieron corriendo a ver qué pasaba.

-¡Calma, calma! -intervine yo- Han sido gritos de sorpresa, no he atacado a la niña.
-Puede que a mí no -murmuró entre dientes-, pero sí le has hecho mucho daño a mi primo. ¡Maldita...!

Si ella trataba de herirme con sus palabras, hizo un excelente trabajo. Claro que ya suponía que Dylan habría acabado mal; aún así, oírlo de su propia prima lo confirmó, y me sentí peor por él.

-¿Cómo está? -le pregunté-
-¡Menuda pregunta! Está destrozado, ¿cómo iba a estar?
-Sé que no me vas a creer, pero yo nunca quise hacerle daño... Ni buscarle problemas...

Oí que Adam bufaba a mis espaldas, como si no se lo tragara.
Me importa una mierda lo que pienses, Adam -protesté para mis adentros-. Métete en TUS asuntos.
Lucy tampoco parecía convencida. Lógico.

-Pues así vas fatal -dijo ella-. Tú le importabas, confiaba en ti... Y le has decepcionado. Mucho. Encima, ahora tiene que levantarse temprano todas las mañanas para ir a ayudar al señor Ellison con sus tareas. Todo por intentar salvarte. Se merece alguien mejor que tú.

Salió de su cuarto y me apartó de su camino de un empujón. En sus ojos azules brillaba la rabia contra esa persona que había dañado los sentimientos de su primo.
Para tener solo quince años, era muy valiente y defendía con ganas a quienes más le importaban. Al igual que su primo. Esa chica acabaría siendo una alumna de la NS muy brillante si la admitían algún día, de eso no había duda.
Me di la vuelta hacia donde estaba mi dormitorio con la esperanza de llegar antes de que se me escaparan las lágrimas. Lucy me había dejado hecha polvo.
Decir que rompí a llorar en cuanto crucé mi puerta sería quedarse corta. Podría haber inundado mi nueva habitación.
Dylan Turner era el chico más bueno y cariñoso del mundo. Y yo me sentía una bruja, un monstruo, una arpía más malvada de lo que Katie Gilmore había sido jamás conmigo. ¿Por qué? Porque el chico al que quería estaba mal por mi culpa.
Al menos, tenía la certeza de que no se había metido en un problema demasiado serio. Someterse a trabajos forzados unas cuantas mañanas era lo mínimo que te podía pasar en Cimmeria por saltarte el reglamento.
Aún así, no dejaba de pensar que Dylan lo había hecho por mí. Sólo era un chico preocupado por su novia que corrió detrás de ella para averiguar qué le pasaba. Me defendió de Gabe y me protegió hasta que le dije la verdad.
Quizá Lucy tuviera razón: Dylan se merecía a su lado a alguien mejor que yo.
Me pasé ahí el resto del día, sin ganas de nada. Al igual que con las otras comidas desde esa mañana, fui de las últimas en bajar a cenar. Después, en lugar de volver directamente a mi cuarto (no estaba dispuesta a soportar algo parecido al encontronazo de esa tarde), me desvié hacia la biblioteca, donde me quedé leyendo hasta que Eloise me echó por haberse pasado la hora del toque de queda. Kim y Adam, como siempre, me acompañaban todo el rato para vigilarme.
Como el toque de queda había pasado hacía unos minutos (¿Qué? El tiempo vuela cuando estás metida en una buena lectura... Además, necesitaba evadirme de alguna manera), no tuve problemas en llegar ilesa a mi cuarto.
¡Uf! -pensé mientras cruzaba el umbral de mi puerta- He superado el primer día desde que me dejaron quedarme. No está mal, veamos qué tal se me da mañana.
Pero ni siquiera en mi propio cuarto las tenía todas conmigo, ¿os lo podéis creer? Antes de que me diera tiempo a encender la luz, oí caer a Kim, que había entrado detrás de mí.

-¿Kim? -la llamé preocupada-

Estaba inconsciente a mi lado. Me agaché para ver qué le pasaba, entonces se cerró la puerta y distinguí la figura de un hombre poniendo una silla contra la puerta para que nadie pudiera abrirla desde fuera. Pasó todo demasiado deprisa para mi capacidad de reacción.

-¿Pero qué...? -me levanté para encarar a nuestro secuestrador-
-¡Eh! -la voz de Adam y sus golpes sonaron desde el otro lado- ¿Qué ocurre ahí?
-¡Adam! -chillé- Soco...
-Shhhh... -dijo el tipo de la puerta, que pulsó el interruptor de la luz, dejándome ver que se trataba de Christopher-
-¿Sheridan? -le dije- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y cómo me has encontrado?
-Muy buena pregunta, sí -dijo otra voz masculina que, para mi horror, reconocí en seguida-. Me alegro de verte, mi pequeña estrella.

Mediante señas, Christopher me indicó que mirara a Nathaniel, pero su sombría expresión me decía que aquel no iba a ser un encuentro feliz. Me giré muy lentamente antes de descubrir la peor escena que podía haberme esperado. Ahogué un grito.

-¡No! -conseguí decir- ¿Qué significa todo esto?

Stella en CimmeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora