Cap 23

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-¡Hola, Dylan! -le saludé- ¿Qué tal?
-Muy bien, gracias -me dijo- ¿Y tú?
-Pues muy bien tambien -respondí yo, aunque no soné tan alegre como lo hacía él.
-Estás muy seria, Stell, ¿Ocurre algo? Es por la bronca que te echó antes Zelazny, ¿verdad?
-Oh, ¿la escuchaste?
-No llegué a oirla, pero me imagino que no te estaría felicitando, precisamente -dijo Dylan arqueando una ceja y conteniendo la risa-, habías llegado muy tarde.
-¡Tienes razón! -admití, y yo sí que eché a reir- Eso hubiera sido muy extraño.
-Lo cierto es que sí... ¿Y como es que has llegado tan tarde?
-Pues...

Se lo expliqué, con todo lujo de detalle, y lo dejé atónito.

-¡Vaya! Hay que tener más cuidado con esos despistes, Stell, podrían costarte muy caros -me dijo con severidad.
-Ya lo sé, Dylan -suspiré frustrada.
-Entonces, ¿te ha castigado?
-¡Pues claro! -respondí enseñándole ese asqueroso papelito que Zelazny me había obligado a aceptar- "La impuntualidad, al igual que cualquier otra infracción del sagrado reglamento de esta academia, es completamente inadmisible" -dije imitando el tono de voz que el profesor había empleado conmigo.
-¡Qué típico de Zelazny! Es el más estricticto de nuestros profesores, pero hay que reconocer que pone mucho orden aquí. No hay nadie mejor que él en eso.

Habíamos estado caminando mientras hablábamos y llegamos a la sala común, donde nos buscamos unos cómodos asientos para seguir charlando tranquilamente. Entre nosotros había una mesita decorada con un tablero de ajedrez que me recordó a Sylvain al verlo, y me extrañó un poco su ausencia.

-¿Dónde se ha metido tu amigo Cassel? -le pregunté mirando a mi al rededor- ¿Hoy no jugáis al ajedrez?
-No lo creo, está en la biblioteca terminando los deberes. No sé cuanto va a tardar.
-Ah, bueno, pues nada... -volví a mirar hacia Dylan.
-Pero podríamos jugar tú y yo, si quieres -dijo de repente.
-No me importaría, Dylan, pero sabes que no puedo. No sé las reglas.
-No hay problema -respondió despreocupado-. Ayer te dije que te enseñaría, ¿recuerdas?
-¡Es verdad!
-¿Qué me dices, entonces? ¿Te animas?

Tras un breve momento que me tomé para pensarlo (y escuchar la voz de Rachel en mi cabeza repitiéndome el consejo del día anterior), le dije que sí. Él asintió y se agachó para coger las piezas, que estaban dentro de una cajita guardada bajo la mesa.

-Ya verás, Stell -dijo con entusiasmo mientras empezaba a colocar las piezas- ¡Esto te va a encantar!

Yo observaba con curiosidad y en silencio cómo terminaba de colocar. Puso las blancas en mi lado del tablero y las negras en el suyo. Fue entonces cuando comenzó "la clase". Las reglas fueron más fáciles de aprender de lo que esperaba, lo realmente difícil era jugar y ganar. Mi primera partida fue un auténtico desastre, Dylan no necesitó más de tres movimientos para hacerme jaque mate y yo solo había tocado algunos peones.

-¡No puede ser!
-¡Vamos, vamos! No hay que desanimarse por la primera derrota, Stell -dijo él en un tono apaciguador.
-¡Pero si he estado patética, Dylan!
-¡No, no, nada de eso! Bueno... -rectificó al ver mi incrédula mirada- Vale, no has estado... exactamente bien... Pero... -era evidente que no sabía qué decir, lo cual no ayudaba mucho- Mira, intentémoslo de nuevo, ¿vale?
-¿Para qué? -dije aburrida- Sabes que me va a salir igual de mal.
-¡Tú confia en mí! -exclamó recolocando las piezas donde estaban al principio- Adelante, empieza.

A pesar de que me parecía una pérdida de tiempo, le hice caso. Evité cometer el mismo error de antes, y también perdí aquella vez, pero fue una partida algo más larga que la anterior.

-¡Jaque mate! Has estado fantástica -me felicitó, aunque el vencedor era él- ¿Ves como podías mejorar?
-Sí, tienes razón -respondí sonriendo.

Me sentía más animada, más motivada a seguir jugando, así que tuvimos una tercera partida.

-¡Jaque mate! -volvió a decir Dylan- Y me parece que ya se acabó por hoy -mumuró mirando su reloj-, tenemos que irnos.

Stella en CimmeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora