Capitulo 36: En guerra el orgullo

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Salvatore Bianco


Nunca pensé sentir todo aquello que estaba sintiendo. Las dudas, el rencor, los celos, el dolor me arroparon completamente. Jamás pensé que la persona que más amaba en la vida terminaría siendo la última persona que quería ver. Me dolía, me dolía acojonantemente porque le di todo, di todo de mí aún con mil miedos atormentándome. Ella sabía que era la única en este mundo que podía hacerme feliz y al mismo tiempo podía destruirme y con su traición había logrado matarme, logró dejarme respirando pero sin vida. Ella entre lágrimas que la escuchara pero yo solo quería que desapareciera antes que mi enojo me hiciera perder el control. Aitana intentó acercarse y yo haciéndola a un lado la rechace porque en ese momento lo único que que iba en el corazón era desilusión.

— te lo pido, te lo suplico por favor déjame explicarte. No es lo que piensas, jamás te engañaria y...

— ¡Cállate! Cállate y lárgate de mi vista si no quieres que te diga lo que pienso de ti.

Entre lágrimas ella se negaba a irse y se empeñaba en que escuchara sus mentiras pero no caería nuevamente en el engaño de ninguna mujer. La traición de Aitana me hizo revivir la traición de Camila y me sentí como un imbécil en haber creído que Aitana era distinta. La tenía en un estándar tan alto, en un pedestal inalcanzable y ahora que había caído de ahí ya nada podría volverla a subir.

— No me iré hasta que hablemos. Soy incapaz de engañarte, te amo con mi vida.

— ¡No vuelvas a decir que me amas porque no respondo! ¡No seas cínica! Toda el tiempo estuve con los ojos vendados, me casé con una mujer falsa, hipócrita e infiel. Pensé que eras lo mejor que me había pasado en la vida y solo eres una cualquiera.


— ¡Basta! — Gritó Ágatha entrando nuevamente a la sala sin importarle que le había pedido que nos dejara solos. — No voy a permitir que insultes a tu esposa de esa manera.

— No será mi esposa por mucho tiempo. Maldigo la hora en la que me casé con ella.

— Cállate porque un día va a arrepentirte de toda la idiotez que estás diciendo Salvatore. Estás enojado, y enojado no se piensa bien.

Sin dejar de mirar a los ojos a Aitana y sin poder dejar de sentir el odio y desprecio que en ese momento mi corazón y alma tenían por ella respondí.

— Ahora es cuando más claro tengo todo. Quiero que te largues de mi casa, de mi vida y de la de mi hijo.

Aitana rápidamente negó con la cabeza y llena de nervio y desesperación contestó.

— No, no puedes hacerme eso. Es mi hijo, no puedes alejarme de mi niño. Entiendo si no quieres verme, si no me quieres cerca pero no puedes quitarme lo único que me queda en la vida.


— Salvador no es tu hijo, es mi hijo. Tú no tienes hijos, si quieres uno, ve coge de nuevo con mi hermano y ten uno propio, ah verdad se me olvida que estás seca por dentro.

Ágatha sin pensárselo dos veces con indigno me abofeteó y mirándome fijamente a los ojos con una profunda desilusión afirmó.

— No hay razón suficiente en el mundo, ni dolor que puedas tú sentir que justifique el herir a Aitana con algo que sabes que es delicado y doloroso para ella. Me llenas de vergüenza con tu acción en este momento.


Aitana no lloro más. Más bien se limpió las lágrimas y buscando no verse afligida y afectada aclaró su garganta y luego de quedarse en silencio por unos cuantos segundos miró a Ágatha y con una seriedad severa secundó.

— Descuida, él tiene razón. Lo que ha dicho es la verdad, Salvador es su hijo y yo soy..., yo no soy nada para ese bebé. Es cierto que estoy seca por dentro, que no puedo darte hijos pero ahora me doy cuenta que fuiste un falso todo este tiempo, porque en el fondo no aceptabas tener a una esposa incapaz de darte hijos. Descuida, no tendrás que soportar mi presencia más en tu vida me iré ahora mismo.

— Perfecto, cuanto antes desaparezcas mucho mejor.


Ella asintió con la cabeza y derramando una sola y solitaria lágrima con un hilito de voz masculló.

— Creo que al final, vivimos todo este tiempo en un engaño. Yo creí que tú me conocías lo suficiente como para saber que sería incapaz de engañarte porque simplemente no puedo entregarme voluntariamente a otro hombre que no seas tú y tu nunca fuiste capaz de comprender cuán grande es mi amor por ti, pero eres tan básico, y tu amor por mi es tan falso que me crees capaz de faltarte como mujer.

Agarró su bolso y salió de la casa sin llevarse nada. No esperó, ni siquiera se llevó algo de ropa, simplemente salió de la casa y fue la última vez que la vi en días. Desde ese día mi vida fue un infierno. No podía dormir, no podía comer, no podía vivir y pensar sin tenerla en la mente. Era desesperante porque aún la amaba como un demente. La necesitaba más que nunca pero la imagen de ella con mi hermano seguía atormentando constantemente. No entendía cómo fue capaz, que era lo que le faltó, ¿porque con mi hermano? Porque me engañó de esa manera. ¿Por qué me mintió? Creo que al final ese miedo que tuve siempre de aburrirla, de que se cansara de mí se hizo realidad. Varias veces estuve a punto de llamarla, de ir a buscarla y pedirle que olvidara todo pero sabía que ya nada sería igual. Estúpidamente tenía esa ilusión, ese sentimiento de felicidad al saber que era el único hombre en su vida. Al único con quien haría el amor, a quien se entregaría pero fui un gilipollas a niveles catastróficos.

— ¿Hasta cuándo vas a seguir así?

Levanté la mirada y el plato estaba sin tocar, el café frío y la mirada de mi madre apuñalandome la conciencia.

— No estoy de humor

— Es tu esposa, no sabes de ella en más de una semana y actúas como si no te importara.

— No será mi esposa por mucho tiempo. Ya he comenzado los trámites de divorcio.

— ¿De verdad quieres divorciarte? ¿De verdad crees capaz a Aitana de serte infiel?

Apreté los dientes y suspirando profundamente algo incómodo refute.

— Lo vi con mis propios ojos, Fabrizio fue a la oficina para restregarme en la cara lo imbécil que soy y cómo por segunda se coge a mi mujer. Primero Camila y ahora Aitana, al final todas las mujeres son iguales.

— No tienes idea de lo que dices. Ignoras muchas cosas Salvatore y te vas a arrepentir de todo esto un día no muy lejano.

Riendo con sarcasmo azote la mesa. Estaba harto de escuchar a mi madre defender todo el tiempo a Aitana. Hasta parecía más su hija de lo que yo podía ser. Constantemente buscaba subterfugios para justificar lo que no tenía justificación. Me jodía llorar, mucho más por una mujer porque me prometí no hacerlo desde la traición de Camila. No pude contenerme y lleno de rabia por no poder controlarme entre lágrimas respondí apenas pudiendo hablar sin ahogarme en mis propias palabras.

— la vi mamá, en una cama desnuda, con Fabrizio sobre ella, haciéndole cosas..., fue..., fue lo más humillante y degradante que me han hecho. No solo fue la traición de ella, fue la burla de él. Le di todo y para ella no fue suficiente.

— ¿Realmente crees que Aitana fuese capaz de algo así? A veces las cosas no son lo que parecen. Esa mujer te ama, esa mujer no podría estar con otro hombre que no fueras tú. Fabrizio te odia, haría cualquier cosa por lastimarte y lo está consiguiendo porque tú se lo permites. Escúchala, te aseguro que todo tiene una explicación.

— No hay explicación alguna. Ya nada es igual mamá, ya no podría siquiera tocarla, algo se rompió entre los dos y para siempre. Quizá es lo que tenía que pasar.

Ágatha se puso en pie y caminando aún algo lenta pero mejorando cada día más miró un par de botellas vacías sobre la chimenea y enojada preguntó porque seguía tomando. La verdad es que desde que Aitana se fue de la casa ahora era yo quien dependía del alcohol para poder dormir. Tomaba hasta emborracharme para no pensar en ella pero ni siquiera borracho lograba dejar de pensarla.

— Salvatore no puedes seguir tomando. Salvador te necesita pero sobre todo necesita a su mamá.

— Su mamá está muerta

— No seas cruel. Aitana es su madre aunque no lo haya llevado en sus entrañas. Ese bebito necesita de ella y no puedes desquitarte con ese angelito el dolor que tienes en el corazón.

Negué con la cabeza

— Te tiene a ti mamá.

— ¿Crees que no te entiendo? Te entiendo cómo no tienes idea. Por no saber lidiar con mi dolor me desquite con ustedes y ahora por mi culpa están pagando las consecuencias. Fabrizio es un monstruo de persona y tú, tú has sufrido cosas que no deberías siquiera haber vivido. No condenes a ese niño a crecer sin madre. Aún cuando tú y Aitana no estén juntos, es su madre.


Me sentía miserable porque en el fondo quería lastimar a Aitana igual que ella lo había hecho conmigo y la forma más dura sería con Salvador. Ágatha tenía razón y en ese momento logré tener un poco de coherencia dentro de todo el dolor que me consumía. No podía condenar a mi hijo a vivir sin su madre aunque su madre fuera una cualquiera infiel.

— Tienes razón mamá. Llévale a Salvador a donde esté ella pero solo por un rato.

— ¿Por qué no vas tú? Así hablan y...

— No quiero verla. No quiero hablar con ella, no quiero nada de Aitana.

Ágatha suspiró con resignación y antes de levantarse de la mesa para déjame solo desayunando me miró y con un tono que no logré descifrar contestó.

— Dime una cosa, ¿te has preguntado por qué saliste de la cárcel con tanta facilidad? Fue Aitana quien lo consiguió.

—¿ Ahora porque estoy libre tengo que aguantar su deslealtad? ¿Es eso? ¿Tengo que fingir que no fue una zorra y se acostó con mi hermano?

— No tienes idea de lo que has hecho. Solo puedo decirte que pronto cuando sepas todo lo que te niegas a escuchar serás tú quien vaya de rodillas a rogarle a esa mujer que te escuche y sobre todo, que te perdone.

Ese comentario me dejó con una interrogante nadando en la conciencia. No lograba entender porque se empeñaba en defender tanto a Aitana. ¿Desde cuando tanta complicidad? ¿Porque era capaz de defender a capa y espada a una mujer a la que antes odiaba?

— ¿Pedirle perdón? ¡Me engañó con mi hermano joder!


— A veces me sorprende lo imbecil y estúpido que puedes llegar a ser. ¿Realmente crees que ella es capaz de algo así? ¿Después de todo lo que Aitana ha pasado en su vida, las cosas que ha tenido que enfrentar y sobrellevar aún crees que ella es como Camila? Fabrizio haría cualquier cosa para joderte y si que lo ha conseguido.

Una parte estaba convencida de que ella no era capaz de traicionarme, pero la otra tenía una herida muy profunda que por más que intentaba olvidarla seguía doliendo cada vez más y más. Habíamos llegado a un punto donde solo nos lastimábamos, donde el amor ya no era más fuerte que el ego, que la transparencia y sinceridad. Dolía horrible, era duro aceptar que ya ella no estaba a mi lado, pero más difícil sería aceptar que estaría lejos toda la vida. Mi madre tenía razón, era un imbécil y quizá había cometido una gilipollez al no escucharla pero era mejor así, era mejor que estuviera lejos, que con nuestra separación ella tuviera la oportunidad de comenzar de cero.

— Quizá tengas razón. Tal vez he sido un imbécil en no haberla escuchado pero es mejor así. Incluso si hubiera una razón, si hubiera una explicación para lo que ocurrió creo que no podría..., nada volvería a ser igual. Viviría amándola pero al mismo tiempo recordando la imagen de ella con otro hombre y simplemente no podría con tanto.

— El ego mal llevado te va a llevar a perderlo todo y cuando te des cuenta va ser demasiado tarde. Ella ahora es cuando más necesita de ti.


Negué con la cabeza con los ojos sollozos.

— Pensé que me necesitaba pero ahora creo que no. No se de ella hace semanas y ella no sabe de mí. No se donde está y ella tampoco ha buscado saber de mí. Quizá está mejor de lo que crees.

Ágatha volvió a sentarse y sabía cuando ella estaba a punto de estallar de enojo. Se cubrió el rostro y tras resoplar con frustración finalmente soltó una bomba inesperada en aquella habitación.

— Ella me pidió que no te dijera esto pero..., más que derecho es tu responsabilidad. Aún eres su esposo te guste o no. Aitana está embarazada, está esperando un hijo tuyo y ahora es cuando más te necesita y tú no solo la sacaste de la casa, le pediste el divorcio, la dejaste sola sin contemplación alguna. Yo en su lugar no te perdonaría nunca. Todo lo que ella hizo, lo hizo por ti gilipollas.

Me quedé sin habla, el corazón se congeló y enseguida sentí una punzada intensa en el centro del pecho. No pude hablar, no sabía que pensar, qué sentir ni qué hacer. Nunca me había sentido tan perdido, tan confundido. Ahora que estábamos tan lejos, ahora que más me dolía amarla era cuando ella esperaba un hijo cuando ya nos habíamos dado por vencidos con el tema. No tenía muy claro que haría, pero si algo en mi cambió con la noticia. No sabía que pasaría entre los dos, pero lo que sí tenía claro era que me aseguraría de que nada le faltara ni a ella ni a ese bebé.

— ¿En dónde está Aitana?

— ¿Para qué quieres saberlo? ¿Para seguir lastimando?

— No. Necesito verla, necesito saber qué está bien.

Ágatha se notó ambigua pero no tuve que pedirle la dirección dos veces. Ella era la más interesada en que fuera por Aitana y hablara con ella. Aún algo enojada cruzó los brazos y resoplando contestó.

— Está en Italia, en la casa de playa que le regalaste. He hablado poco con ella, pero la conozco y está muy decaída y eso puede hacerle daño al bebé. ¿Irás a buscarla?

Apreté los dientes con fuerza y suspirando profundamente bajé la mirada sintiéndome atrapado entre el dolor y el amor.

— No lo sé mamá..., no lo sé.

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