Capitulo 42: Un plan se pone en marcha

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Salvatore Bianco

Días después.

Nada fue igual desde la visita al hospital en Italia. El regreso a España fue pesado pero más difícil era saber que día que pasaba era día que estaba a riesgo de perder a Aitana. No había momento en el que no pensara en ella, en el daño que ese embarazo podría causarle. La amaba tanto que no podía estar lejos de ella pero al mismo tiempo no podía aceptar la locura de arriesgar su vida. Ella dormía en la cama profundamente y yo en cambio el sueño era algo que carecía desde hace mucho. Me senté en el diván junto a la ventana a mirarla, a contemplar su belleza, a sentirla incluso sin tocarla. Los ojos se me llenaron de lágrimas al imaginar una vida sin ella, al imaginar una vida en donde Aitana ya no estuviera en mi vida. Me sentí pésimo, como el peor ser humano del mundo al no poder sentir afecto por ese bebé desde el momento en el que se convirtió en una amenaza contra la vida de Aitana. Se veía hermosa embarazada, nunca pensé que fuera a verla así, con su pancita abultada y con ese brillo distinto en los ojos. Tampoco imaginé que el deseo más grande de ambos se convirtiera en lo que nos separaba. Aunque ella lo negaba, podía ver su decadencia día con día. Intentaba fingir que no le dolía, que todo estaba bien pero Aitana es malísima fingiendo y mintiendo. Sin hacer ruido bajé al comedor y Ágatha ya estaba desayunando con cara de desvelada o más bien..., con cara de resaca.

— Buenos días, mamá.

— No sé qué tienen de buenos — respondió Ágatha con sarcasmo.

— ¿Estás tomando?

— Solo fueron unas copas ayer nada más.

Sentándome junto a ella resoplé indignado.

— ¿Por qué tomas? Sabes que no puedes tomar, es perjudicial y puede ser contraproducente con las diálisis.

Ella sonrió de una manera burlona contra ella misma. Tomando un sorbo de zumo de frutas confesó.

— Da igual ya todo Salvatore. Estoy harta de las diálisis, harta de las citas médicas. De esta maldita cojera, harta de no poder..., de no poder..., en fin ya quiero vivir lo que me quede como me dé la gana y no como me digan.

— Ya te dije que te donaré el riñón que necesitas.

Ágatha negó con la cabeza con fastidio.

— No lo quiero, no quiero ponerte en riesgo por alguien que le da igual vivir o no.

— Mamá, por favor en estos momentos lo último que necesito es lidiar con más preocupaciones y problemas.

— No tienes idea de lo que será tu vida con solo un riñón Salvatore. Ya no podrás hacer cosas que ahora haces, tu dieta cambiará, muchas cosas van a cambiar.

Asentí con la cabeza decidido.

— De qué me sirve tener dos riñones si tú estás muerta.

Ella no siguió argumentando, más bien se quedó sin argumentos para seguir dando lata con el mismo tema. Ella pensaba que aún no conocía sus debilidades o que podía después de tanto tiempo seguir ocultándome cosas pero lo que Ágatha Bianco no sabía que ya la careta de señora prepotente y autoritaria conmigo se le había caído hace mucho.

— Necesito hacerte una pregunta.

— Si vas a volver a preguntar por Edrian y porque lo mandé al diablo y...

— No mamá, no a eso. Aunque creo que te comportas como niña pequeña con ese hombre. ¿Dónde está Fabrizio? Necesito que me digas la verdad.

Ágatha rápidamente se tornó seria

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