Capitulo 19: Ironia

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Aitana Bianco

La garganta me quemaba, no podía siquiera pensar en otra cosa que no fuera alcohol. Necesitaba una copa, algo que quitara la ansiedad que tenía. Miraba la comida y me daba asco, apenas y podía tocar el café sin sentir que me vomitaría ahí mismo. Salvatore algo insistente pidió que comiera pero la verdad es que solo quería una cosa, alcohol.

— Cariño, come algo. Llevas dos días sin comer.

— No tengo hambre.

— Te ves..., te ves mal. No has descansado bien, estás toda pálida y...

— Te dije que estoy bien. Es solo..., nada.

— Has tomado

Negué con la cabeza

— No, pero quiero..., necesito una copa. Muero por una.

Salvatore soltó los cubiertos y se levantó de la mesa. Estaba segura de que vendría a regañarme o quizá a darme un sermón, pero no fue así. Le pidió a la doméstica que trajera una copa de whisky a menos de la mitad y la puso frente a mi. No tenía idea de que pretendía con eso. Mire la copa y solo quería agarrarla y tomarla con desespero pero la mismo tiempo sabía que eso lo defraudaría por completo.

— ¿Por qué me das esa copa?

— Tenemos que empezar todo de cero. No puedes dejar el alcohol de golpe. Te ayudaré a ir dejándolo de a poco. Necesito que seas fuerte, lo vamos a lograr.

Mire la copa y cuando estuve a punto de tomar un sorbo sacudí con la cabeza negándome hacerlo. Fui contra mi misma, contra mil pensamientos que solo deseaban sucumbir al alcohol, a la salida más fácil. Cada vez que tomaba hasta perder el conocimiento lograba no pensar pero solo por un rato. Al estar sobria en toda mi realidad estaba ahí, no se iba. Solo me estaba engañando a mi misma.

— Quítala de mi vista. Da igual cuánto tome, cuando se va el efecto del alcohol vuelvo a sentirme igual de miserable.

Salvatore retiró la copa de mi vista y besando mi frente con mimo susurró a mi oído que nunca había visto alguien tan fuerte como yo. No podía creerle tal mentira; no había fuerza en ser una alcohólica, ser fuerte no era sucumbir a pastillas o pensar día en noche en cuando moriría para dejar de sufrir. No hay fortaleza alguna en la envidia, en el rencor, en el odio. Eran cosas que sentía constantemente y no podía controlarlo. Me sentía como un monstruo, como algo totalmente ajeno a lo que alguna vez fui y sentí.

— No soy fuerte, soy un asco, si fuera fuerte pudiera superar el que no puedo ser madre, no sentiría celos cada vez que tienes que ver a Renata. Si fuera fuerte pudiera sonreír y ser feliz a pesar de todo lo que tengo en la espalda cargando desde hace tantos años. Si fuera fuerte, pudiera seguir siendo la misma y no lo soy.

— Eres fuerte porque a pesar de no poder ser madre, decidiste creer en nuestro amor por encima de eso. Eres fuerte porque a pesar de sentir celos, no has sucumbido a ellos y sigues siendo mi mujer. Eres fuerte porque a pesar del infierno que ha sido tu vida, intentas día a día sonreír y superar todo eso que te ocurrió. Eres fuerte porque a pesar que una parte de ti ha cambiado, la otra se aferra a rescatarse a sí misma. Eres fuerte porque aun deseándolo con todas tus fuerzas, rechazaste esa copa. Te subestimas demasiado y no tienes idea de lo que eres capaz de lograr.

— Me ves con los ojos del alma, con ese amor que tienes por mi que te ciega a la realidad de quien es tu esposa.

Salvatore agarró mis manos y en su mirada pude notar que el tema de Renata y de mi alcoholismo era solo mínimo comparado con lo que él aún callaba y se guardaba para el mismo. Suspiró y sujetando mis manos con firmeza y algo de nerviosismo respondió.

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