Despegue

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Se adentraron en los pasillos de aquel avión hasta que Martin visualizó el asiento que tenía asignado.

- ¡Oh! Es el mío.

- Vaya, primera clase, yo estoy más atrás. Déjame que te suba la maleta.

- Si, gracias.

- Bueno, ha sido un placer conocerte Martin, suerte.

- Igualmente.

La gente continuaba ocupando los asientos mientras Juanjo se removía en el suyo con un sabor agridulce en la boca. De un momento a otro, una de las azafatas se acercó a él para pedirle que se abrocharse el cinturón.

- Disculpe, creo que el cinturón está roto.

- Oh, ¿Puedo?

- Si, claro.

- Tiene razón, está roto. Lamento informarle de que no puede volar sin el cinturón.

- Señorita, tengo que coger este vuelo. ¿No hay algún otro asiento? Viajaré en la bodega si hace falta.

- Un momento, buscaré otro sitio.

Al cabo de un par de minutos, la azafata volvió a aparecer, está vez para pedirle a Juanjo que le acompañara. Se dirigieron hacia su nuevo asiento, que resultó ser de primera clase.

- Supuestamente no podemos cambiar de turista a primera clase pero, parece que es tu día de suerte.

Tras esto la chica se marchó, dejando a Juanjo con su nuevo acompañante... Martin.

- Martin

- Juanjo, ¿Qué ha pasado?

- El cinturón estaba roto, por eso me han cambiado. Menuda sorpresa.

- ¿No lo viste venir? Contando con que eres Don Análisis.

- Vale, muy bueno, punto para ti. ¿Te importa si le paso la toallita al reposa brazos? El 29% de los aviones no se limpian bien.

Unas cuantas bromas se apoderaron de su conversación, la cual fluyó como el agua de un río hasta el momento del despegue.
Para anunciar este, los altavoces empezaron a emitir las reglas y el protocolo de emergencia, acompañados de las azafatas haciendo gestos explicativos.
Juanjo pudo ver cómo Martin sujetaba nervioso el folleto que les habían dado anteriormente mientras le sudaban las manos.

- Oye, ¿Estás bien?

- Si si, no te preocupes.

Lo siguiente que Juanjo sintió, además del movimiento del avión, claro está, fue una mano fría y ligeramente sudorosa agarrarse a la suya como si se le fuera la vida en ello. Miró al chico a su lado, y al ver que este mantenía los ojos cerrados y la respiración agitada, no dudó en reforzar el agarre y brindarle pequeñas caricias lentamente. Por otro lado, pensó que la mejor manera de mantenerlo distraído, era haciéndole todo tipo de "preguntas estúpidas".

- ¿Cuál es tu color favorito? ¿Comida? ¿Animal? Vamos, dime.

- Verde, dulces, perros. ¿Y tú?

- Azul, hamburguesa y pájaros.

- ¿Pájaros? Ahg

- ¿Qué quieres decir con eso? Los pájaros son símbolos de libertad.

- Sí, y se cagan por todos lados.

- ¡Los perros también!

- Pero son más monos.

- Vale, ¿Cuál es tu número favorito?

- El 4. ¿Y el tuyo?

- Pi. La raíz cuadrada de menos uno.

- Confirmo, eres un friki total.

- Puede, pero ha funcionado.

Tras esto, Juanjo le regaló una cálida sonrisa para luego separar sus manos, y, aunque ya no existía contacto físico entre ellos, se seguían sintiendo increíblemente conectados.



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