1 | Como una polilla entre las llamas

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Jennie alisó los pliegues de la tela que se superponía artísticamente en la parte delantera de su hanbok tradicional, desesperada por tener algo que hacer con las manos. Como éstas seguían temblando, se dio por vencida y cerró los dedos en puños con los nudillos blancos. Durante el último mes, había intentado fingir que ese día no se acercaba por el horizonte, pero por mucho que jugueteara con sus inventos, no conseguía apartar de su mente la inminente boda. En la mayoría de los aspectos, su familia era progresista. Su madre le dio mucha libertad de niña y su padre siempre alentó su sed de conocimiento. Sin embargo, en esta cuestión había sido absolutamente firme: tenía que casarse y aparearse con un alfa, y no con cualquiera. Tras varios meses de negociaciones, Jennie había sido prometida a Lisa, la hija del gran Marco, uno de los más altos funcionarios de Joseon y gobernante de la provincia de Gyeongsang.

Lógicamente, tenía mucho sentido. La provincia de Gyongsang disponía de petróleo, el oro negro que hacía funcionar la mayoría de las máquinas de Industrias Kim. El padre de Lisa tenía las herramientas avanzadas necesarias para acceder a el. Un matrimonio entre ella y Lisa consolidaría su alianza comercial con sangre y no con mera tinta en un contrato. Pero ese hecho no ofrecía a Jennie mucho consuelo mientras caminaba por el probador. Ni siquiera había tenido la oportunidad de ver a su compañera antes del día de la boda.

Su padre conoció a Lisa, por supuesto.

─ Es una buena alfa ─dijo, ─ inteligente y fuerte. Una guerrera feroz y una líder poderosa.

Estas afirmaciones no servían de consuelo, ya que trasladarse de la provincia de Gyeonggi a la de Gyeongsang supondría una difícil adaptación, sin contar con la preocupación de satisfacer los caprichos de una alfa testaruda. Algunos afirmaban que las hembras alfa eran menos agresivas, pero otros decían lo contrario. Jennie no había conocido suficientes como para formarse sus propias conclusiones, teniendo en cuenta lo poco frecuentes que eran.

Jennie tragó saliva, mirando su reflejo en el espejo. Su hanbok era rojo, dorado y blanco, los colores de la familia Manoban, en lugar del azul habitual, y mostraba menos de su pálida piel. Tenía los brazos cubiertos con brazaletes decorativos. Se le calentaron las mejillas. Ese era el otro problema. Sabía que el propósito de esta boda no era sólo consolidar un negocio, sino producir herederos. Eso significaba que, en cuestión de horas, se aparearía por primera vez, no sólo con una alfa, sino con una completa desconocida.

La perspectiva era aterradora, sobre todo porque el día de la boda había sido programado para coincidir con su celo y así tener la mejor oportunidad de concebir. Su celo aún no había llegado, pero Jennie podía sentirlo llegar, un cosquilleo cálido que vivía bajo su piel y se enroscaba en lo más profundo de su ser. Esperaba que tardara un poco más. El sentido común dictaba que su celo la ayudaría a disfrutar del contacto de su nueva compañera, pero no estaba segura de querer disfrutarlo. Aunque si entraba en celo inmediatamente después de la ceremonia, podría significar que Lisa y ella tendrían que intentarlo menos veces para quedar embarazada.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos golpes en la puerta. Un momento después, entró Chitthip. Jennie sólo había conocido a su futura suegra aquella mañana, de momento, la omega mayor parecía simpática. Había sido educada e incluso amistosa, por lo que Jennie estaba agradecida. La vida en la provincia de Gyeongsang sería más fácil con al menos una persona amable que le hiciera compañía.

─ ¿Han terminado de prepararte las omegas? ─preguntó Chitthip, haciendo una pausa para olfatear la habitación. Jennie se sonrojó. ¿Ya está cambiando mi olor?

─ Sí ─respondió, obligándose a sostener la mirada de Chitthip.

Las yemas de los dedos de Chitthip rozaron su brazo, haciéndola estremecerse.

Unión Impuesta - JENLISA ┃ G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora