9 | Unidas ; Final

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Tres semanas

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Tres semanas.

Habían pasado tres semanas desde que Lisa se había apareado con ella. Tres semanas desde que Jennie había sentido los dedos de Lisa apretando sus caderas y su polla entrando y saliendo de ella. Tres semanas desde que el nudo de Lisa había atravesado sus paredes y el semen de Lisa había inundado su núcleo. Jennie sabía que habían pasado tres semanas porque cada día se dedicaba a anhelar todas esas cosas: el cálido aliento de Lisa contra su nuca, el mordisco de sus dientes, el ardiente estiramiento de Lisa en su interior.

Aunque tenía el vientre hinchado por la camada de Lisa y los pechos pesados y blandos, su cuerpo se había vuelto aún más ávido. Era casi peor que un celo. Se refugiaba en el tacto, se agarraba constantemente a los bíceps de Lisa, se acurrucaba contra ella, intentaba absorber todo lo posible de su compañera, por leve que fuera el contacto entre ellas.

Si Lisa no hubiera sido tan cariñosa, si no la hubiera adorado de un modo tan amoroso e insistente, Jennie se habría preocupado de que la rechazaran. Pero su compañera había pasado casi cada minuto de cada día a su lado, masajeándole los pies y los hombros, ayudándola a lavarse, trayéndole mantas extra y asegurándose de que siempre tuviera la comida que quisiera. Era una dolorosa paradoja. Lisa estaba siempre a su alcance, dispuesta a satisfacer todas sus necesidades excepto la más poderosa de todas.

En ese momento, la alfa le masajeaba las pantorrillas entumecidas, eliminando cada centímetro de rigidez de los doloridos músculos. Llevar el peso extra no era fácil, sobre todo porque Lisa la había dejado preñada de dos cachorros en la primera vez. Jennie se sentía hinchada la mitad del tiempo, y probablemente por eso Lisa no había sentido la necesidad de aparearse con ella últimamente.

─ ¿Estás mejor? ─ preguntó Lisa, distrayendo a Jennie de sus malhumorados pensamientos.

Jennie estiró las piernas para comprobarlo. Realmente estaban mejor. Lisa tenía manos mágicas y siempre sabía la presión exacta que debía ejercer. A pesar de su persistente tristeza, exhaló un suspiro de alivio.

─ Sí, gracias.

─ ¿Y cómo están mis cachorros? ─ Lisa se inclinó, levantó la blusa de Jennie y le plantó besos en el vientre.

La respiración de Jennie cambió cuando comenzó una tanda de patadas. Los cachorros siempre parecían más activos cuando Lisa les hablaba.

─ Felices de escuchar a su alfa. ─ Jennie rió, incapaz de contenerse. La sonrisa cariñosa de Lisa era contagiosa.

Lisa pasó la mano por el vientre de Jennie, acariciando la tensa curva hasta que su palma descansó donde las patadas eran más fuertes.

─ Shh ─murmuró, depositando más besos suaves bajo el ombligo de Jennie. ─ ─ Denle un respiro a su madre, ¿eh? Necesita descansar.

Descansar no era exactamente lo que Jennie necesitaba, pero ver a Lisa hablar con sus cachorros era tan adorable que casi olvidó su frustración. Casi. Era muy consciente del calor de la mano de Lisa, así como del hecho de que la alfa estaba acurrucada entre sus muslos. Se estremeció a su pesar, soñando con los días en que su vientre era lo bastante pequeño como para que Lisa se estirara sobre ella y le sujetara los brazos por encima de la cabeza.

Unión Impuesta - JENLISA ┃ G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora