Capítulo 2

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Me lo puse con cuidado, cogí la caja de nuevo entre mis manos y subí a mi habitación, pasé el seguro y me tiré a descansar un rato. Empezaba a sentirme mareada de pronto, un pitido amenazaba con reventarme los tímpanos. Cerré los ojos con fuerza y apreté mi mandíbula deseando q acabara esa tortura y de un momento a otro, todo se quedó sumido en el silencio...

El bosque, árboles, pasos, hojas crujiendo bajo el peso de un cuerpo, algo inhumano. Sangre, gritos, terror, un susurro, un nombre, Daniels Presley.

Me levanto sobresaltada, estaba empegostada en sudor, había sido un mal sueño. Mi cabeza me duele como mil demonios y aún tengo la respiración agitada.

Me quito el collar, entro a mi baño, me desvisto y decido darme una ducha fría. Aún estábamos en pleno verano y necesitaba refrescar. Algunos flashback de la horrible pesadilla volvieron a mi mente. Ese nombre, mi hermano. ¿Que quería decir eso?

Nunca fui perteneciente a ninguna religión, sin embargo, cada vez que soñaba algo, de alguna forma sucedían cosas similares en la realidad. Siempre se lo atribuí a la coincidencia y poco a poco me dejó de importar.

Cuando salgo del cuarto de baño eran aproximadamente las cuatro de la mañana, perfecto. No volvería a dormir en toda la noche por culpa de una absurda pesadilla. Me puse mi pijama y me metí bajo el edredón. Decidí intentar dormir un poco.

Unos cálidos rayos del ardiente sol de verano hace que frunza el ceño al darme de lleno en la cara. Un olor raro se cuela por mis fosas nasales. Siento un sabor metálico en la boca. Sangre. Mientras dormía, había estado mordiéndome el interior de la boca. En algún momento apreté con demasiada fuerza.

No recuerdo haber soñado más nada en lo que me restó de sueño. Como ya estaba despierta, decidí ducharme y una vez más, ponerme cualquier trapo que encontrara al fondo del armario. Mi madre solía decir que tenía pésimos gustos al vestirme, eso, o que toda mi ropa se la debía a la hija mayor de mi vecina, Keila, la cual en un acto de bondad me donó algunas prendas sin que me hicieran falta realmente.

Bajé a desayunar y todos me miraron sorprendidos pensando que estaba enferma. ¿A caso era tan raro para ellos verme llegar temprano al desayuno?

Me senté al lado de mi hermana la cual empezó a preguntarme como me había sentido ayer. Mientras tanto, mi madre subió para avisar a mi hermano que bajara a desayunar.

Yo y Emma manteníamos una conversación agradable en la que papá solo daba vagos criterios. Arriba se escucha un grito y subimos corriendo las escaleras.

Mamá se encontraba al borde del desmallo frente a la puerta de la habitación de Dan. Me asomé, no había nada, y hablo de literalmente nada. Todo estaba virado al revés. Las cortinas rasgadas junto a las sábanas. Las plumas de las cómodas almohadas esparcidas por toda la habitación, el escritorio desarmado.

Mi padre llamó urgentemente a la policía, debían encontrar a mi hermano.

Los oficiales llegaron pronto, investigaron cada centímetro en la habitación y nos preguntaron a cada uno nuestra versión de la historia. Di mi declaración mientras una mujer rechoncha tecleaba lo que le parecía en una computadora.

En la sala se podría cortar la tensión con un cuchillo. Estábamos realmente preocupados por mi hermano, el nunca había sido de desaparecer de esa forma, y menos habría sido capaz de dejar la habitación así.

De pronto, recuerdos vagos de mi pesadilla se agolpan de forma dolorosa en mi cabeza.
La sangre, los gritos, el nombre -trago saliva al darme cuenta de algo- el nombre que escuché en mi pesadilla, fue el de mi hermano.

Decidí subir a mi habitación, ya que de todas formas no iba a servir de nada estando abajo. Pasé cerca de la  habitación de mi hermano y de nuevo noté ese olor, ese olor como a putrefacción, a carne podrida.

Decidí entrar, volví a observar cada detalle, pero esta vez de forma más cuidadosa, esperando no perderme el mínimo detalle.

Al pasar cerca de la cama el olor se intensificó, tuve que tapar mi nariz para soportarlo. Me puse a gatas en el suelo y subí el borde de la sábana que cubría lo que quedaba de cama. Al instante me arrepentí de hacerlo.

Un cuerpo, un cuerpo humano, se notaba que llevaba quizá días ahí y la duda me asaltó de pronto. ¿Será que Dani fue el causante de esto? ¿Será que mi hermano tiene el alma tan desgarrada para hacer esto?

No, para nada, debería apartar esas ideas locas de mi cabeza, pero hay algo que no me deja. Este cadáver debe llevar aquí más de dos semanas, por tanto Daniels se tendría q haber dado cuenta de este olor justo como yo.

Llamé a mis padres y mantuve a raya a mi hermana pequeña, es solo una niña, no tiene edad para saber sobre estas cosas tan horribles, y si Daniels no es el culpable, no me gustaría que tuviera una idea errónea de él.

                                    ...
Me llevé una sorpresa al descubrir que solo yo sentía ese olor de putrefacción. Era tan asqueroso que no lo soportaba.

Me puse de nuevo sobre mis rodillas para levantar nuevamente las sábanas y como por arte de magia ya no había nada.

Realmente las cosas se estaban poniendo feas en Ryestritt, y ni siquiera sabía en ese entonces, que se pondrían incluso peor...

De cara a la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora