El closet oscuro y bien cerrado

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Los encuentros con Lucía comenzaron a volverse frecuentes y cada vez más subidos de tono. Éramos muy inexpertas en todo lo referido a la sexualidad, pero nos embarcamos en el plan de ir descubriendolo juntas.

Cada vez que algo distinto pasaba era revelador pero cuando volvía a estar sola me invadían sensaciones muy amargas al respecto.

Ya habíamos pasado más de un año así. Mi compañera de besos había terminado la escuela secundaria, yo estaba en mi último año.

A mi alrededor veía que varios compañeros y amigos formaban pareja. Me empecé a preguntar si nosotras éramos novias o cuál sería la definición de nuestra relación. Era un tema que nunca había surgido entre nosotras.

Tal vez de mi parte lo daba por hecho pero empezaba a tener la necesidad de hablarle al respecto.

Nos veíamos siempre a escondidas. Ese año en particular ella había comenzado a cursar en la Universidad de Arte y Diseño. Teníamos distintos horarios y poco tiempo.

Solía pasarme a buscar en su auto ya de noche. A veces salíamos a cenar, otras terminábamos en algún motel. Ya no nos veíamos en lugares muy públicos, tampoco me había vuelto a invitar a su casa.

Por momentos coincidimos en reuniones con nuestros antiguos compañeros del club. Pero en presencia de otros ella se mostraba fría y muy distante.

Su modo de ser conmigo en la intimidad era muy distinto. Era extremadamente dulce y atenta. Me tomaba de la mano, me llamaba con apodos cariñosos. A veces me sorprendía con algún regalo y podíamos pasar horas recordando nuestros mejores momentos juntas.

Ella había comenzado a fumar, y el verla salir a los balcones durante alguna reunión de amigos se había vuelto una especie de señal para acercarme. Adquirí el hábito de fumar solo por esa razón. Solían ser nuestros momentos a solas, a veces para planear si irnos juntas del lugar.

En una de esas situaciones le mencioné que a veces me sentía molesta por esto que hacíamos. Quería que el mundo entero supiera de nuestra relación y dejar de esconderme.

Ni bien mencioné mis inquietudes pude notar como me miraba casi pálida y hasta horrorizada por la idea. Nunca voy a olvidar su respuesta

—Si en algún momento quiero tener novio, todo esto no se vería bien. Mejor que sea un secreto.

Hubo un largo silencio y el ambiente se tornó denso e incómodo. Terminó su cigarrillo y regresó.

Yo me quedé inmóvil, ninguna parte de mi cuerpo podía responder. Tomé el valor para despedirme de todos e irme. El camino resultó más largo de lo habitual mientras sentía mi rostro empapado en lágrimas.

Necesitaba tomarme un tiempo para pensar cómo continuar. Realmente estaba enamorada y no entendía como un sentimiento tan bonito tenía que ser secreto.

En cuanto a Lucía, sentí una fuerte decepción. Por mucho tiempo no pude atender a sus llamadas, responder sus mensajes y trataba de no ir a lugares donde nos pudiéramos encontrar.

Por su parte no se daba por vencida, seguía insistiendo en qué teníamos que vernos y que todo tenía que seguir como lo que para nosotras era habitual.

Naturalmente tenía sentimientos hacia ella y por mucho que trataba de resistirme, cada tanto accedía y nos volvíamos a ver.

Ya no tenía intenciones de volver a charlar sobre aquel asunto que nos empezó a separar pero en el fondo sabía que merecía mucho más que eso para mí.

Por otro lado, no quería seguir ocultando mis preferencias y gustos. A muchas personas cercanas empecé a expresarles que me gustaban las mujeres y tuve muy buena aceptación. Incluso nuestros amigos en común lo sabían. Pero tenía que ocultar el otro lado de la historia cada vez que me preguntaban si había alguien que ocupara mi corazón.

Lucía empezó a incomodarse cada vez que surgía el tema o había algún amigo que me ofrecía acordar citas a ciegas con alguna de sus conocidas. No lo podía ocultar de mí.

Esta fue la primera vez que comprendí las dimensiones de la triste realidad del closet. No todos están preparados para salir de él, de arriesgarse por amor. Por los motivos que sea, en cada situación particular, puede resultar en un lugar seguro.

Ella no estaba preparada ni dispuesta a hacerlo por mí y aunque me doliera respetaba sus tiempos y su decisión.

Estímulo y Respuesta (GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora