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Iori miró su teléfono móvil intensamente como si estuviese esperando que le fuera a hablar. El chat que tenía abierto, mostraba el último mensaje de Kyo que había dejado el sábado, cuando le había dicho que se iría para su casa. Era miércoles y no habían hablado desde entonces. Iori no solía enviar mensajes de texto y Kyo, solo lo hacía cuando le iba a avisar algo en concreto, por ejemplo si iba para su casa, mandaba un mensaje diciendo que compraría cervezas o algo así. Pero nunca tenían conversaciones aleatorias, por eso Iori no sabía como iniciar esa conversación.

Algo tan simple como un 'Hola, ¿cómo va todo?' sonaba extraño en sus propios labios. Y fue en ese momento que Iori se dio cuenta de que la mayoría de conversaciones las comenzaba Kyo.

El castaño hablaba más que él, por eso él esperaba a que le contara cosas o a que le preguntara por su trabajo. A veces tenía la impresión de que Kyo le sacaba las cosas que traía atragantadas en la garganta. A veces inclusive, adivinaba lo que quería decir antes de que Iori lo pusiera en palabras, entonces Iori no tenía que decir nada, porqué sabía que Kyo ya lo había entendido.

En el pasado solo se habían insultado cuando se veían y la comunicación era a base de puños y fuego. Habían aprendido a notar en las miradas y en los gestos más sutiles, los cambios de humor en el otro sin necesidad de palabras.

Y por eso ahora Iori no sabía que escribir en el chat, tenía la sensación de que debía decir algo, que Kyo estaba molesto por algo y no tenía idea de como preguntar.

Gruñó molesto borrando lo que había comenzado a escribir.

***

Al otro lado de la ciudad, Kyo se encontraba en el dojo de la casona Kusanagi. Esa mañana, una joven mujer había llegado desde Hokkaido con dos niñas. Su padre se la había presentado como Sayumi Kusanagi, la esposa del difunto Akinori Kusanagi, un miembro del clan que Kyo jamás había conocido. De hecho como vivían en Hokkaido, Kyo ni siquiera había escuchado hablar de ellos. El clan Kusanagi consistía de muchas familias que durante las épocas, habían adoptado el apellido Kusanagi ya fuera porque fueran sirvientes de la familia principal o porqué se unieran en matrimonio con algún Kusanagi.

No eran parientes directos de Kyo, pero conservaban el apellido y eran aceptados como miembros del clan.

El motivo por el cual ella había llegado a Osaka, era porqué quería que sus hijas aprendieran el arte marcial y estuvieran en contacto con la familia principal y aprendieran las tradiciones milenarias del clan. Koharu, la hija mayor tenía 8 años y había estado en clases de Karate desde los 6 años y había mostrado interés por aprender el estilo Kusanagi.

La hija menor, apenas tenía 5 años y como era demasiado pequeña para que se uniera al grupo de niños que ya estaban practicando, Saisyu le pidió a Kyo que se hiciera cargo de ella.

La niña se llamaba Erina y no tenía conocimiento alguno de la historia de la familia o del arte marcial. Por eso no podía entrenar con los otros niños. Erina tenía el cabello corto castaño cayendo hacía los lados y una pinza rosa con una decoración de Hello Kitty en el lado derecho. Sus ojos eran del mismo color, redondos y expresivos, algo que era común en los Kusanagi.

A pesar de su timidez inicial, la niña pronto se mostró interesada en los ejercicios de estiramiento que Kyo le estaba enseñando y obedeció sin hacer muchas preguntas. Kyo comenzó con una rutina sencilla diseñada para niños de su edad y no tuvo problemas durante todo el día con ella.

Al final de la tarde, tuvo tiempo de ver el móvil. Había un mensaje de Iori.

El emoji de la manito con el pulgar levantado y luego un simple "¿Todo bien?".

The morning sun and the midnight MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora