CAPÍTULO 06.

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La cabeza me palpita como si tuviera el corazón en ella, siento mi boca reseca y el sabor de vómito está patente en ella. Esto es lo que odio de tomar alcohol, el malestar al día siguiente.

Llevo mi mano a un lado de la cama y en vez de sentir la suavidad de la almohada que siempre pongo en ese lado, golpeó algo duro que se siente como una pared de músculos. Espera, ¿una pared de músculos?

Entreabro mis ojos y noto un cuerpo semidesnudo a mi lado —mierda—, traje a un hombre a mi habitación, nunca antes había hecho eso, no soy de llevar hombres a mi habitación y mucho menos a desconocidos.

— Considero que por la forma en la que estás acariciando mi abdomen, te está gustando.

— Mierda.

Me giro rápidamente cayendo al suelo con un fuerte golpe en el trasero.

— ¿Qué mierda?

Jackson lleva sus manos detrás de su cabeza y me sonríe con suficiencia.

— Tesoro, deberías darme un beso de buenos días.

— Púdrete, idiota.

No puedo creer que me haya acostado con ese imbécil, llevo siete años huyendo de él y para mi mala suerte caí en sus garras en la puta ciudad donde se terminó lo nuestro.

— ¿Cómo llegaste a mi habitación? —que idiota, debería decirle que se marche.

— Estamos en mi habitación, tesoro.

Miro todo el lugar y maldigo internamente, no creo que llegue aquí por voluntad propia, el idiota debió hacer algo para que yo lo siguiera sin protestar.

Aun llevo mi ropa puesta, entonces no creo que hayamos tenido sexo, tal vez perdí la llave de mi habitación y el me vio deambulando por ahí y decidido traerme con él.

— Me voy.

— Espera.

Lo veo ponerse de pie y la cobija se desliza de su cuerpo dejándome ver su erección mañanera envuelta en su bóxer negro —malditos bóxer negros que siempre le han hecho la mejor justicia a su entrepierna—, esfuerzo a mis ojos a que miren su rostro y para mi maldita suerte él sonríe.

— ¿Cómo llegué aquí?

— ¿No recuerdas nada? —pregunta.

— No, estuve en un bar junto a mi secretaria.

— Y un hombre te acoso —dice—. Te defendí y luego estuvimos toda la noche juntos.

Recuerdos borrosos llegan a mi mente, pero estoy segura que todo lo que está allí fue parte de uno de los sueños que siempre tengo.

— También nos casamos.

— ¡¿Qué?!

Su sentido del humor siempre ha sido de la mierda, pueden pasar veinte años, pero siempre reconoceré eso. Camino nuevamente hacia la puerta y este me detiene.

Dos noches en las VegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora