El salvador parte uno.

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Dentro de una calle la vida que rebosaba de sus alrededores esperaba con ansias un concierto de metal grind pop. Varias personas veían de cerca ese inigual destello y pobre final de la certeza que movía a la gente dentro de un gran círculo de fuego que abrasaba las caderas de la calle Asunción, igual que las calles solitarias arrancan del corazón del hombre común sus recuerdos el sol teñía cada cabello de Aissa. No sin fortuna veía a su amor platónico de cerca y sin ninguna suerte en la mente que sentía la grave verdad de aquel ser lleno de luz. Dentro de su mente, una mente carnada vacías de pasiones y exhausta de verdades, fuera de un mundo ambiguo que reza por aquellos que desampara l gran mal de sociedad, un mundo que promete acabar con la falsedad de la violencia o la muerte lenta de la desesperación que no nos da opción a creer distintamente en muerte o la agonía del enfermo, paridos para crecer, lo mejor que se pudo ser tal ves fue siempre una incógnita parida por esta pequeña roca, y morimos como un mártir o un compasivo Dios enfermo.
Dentro de los pocos lugares dados a la eternidad, la calle Luis Medrano, paralela a dos montañas y un parque grande de cinco piletas, movido hacia dos conjuntos amurallados y tres filas de departamentos por sus caminos. Varios lugares de ahí solían ser casas viejas; el heredero de Guíllerme Friedman, el fundador de la ciudad, se decía que su abuelo cada día a las tres de la mañana por la calle renombrada Brasilia, recogía los frutos del árbol de Ahuehuete que su ancestro planto, caminaba en dirección a la calle Federico Loma, donde su esposa había fallecido trece años antes, motivo de que vendiera esa mansión y se pasara a vivir en una casucha. Ahí vivía su sobrino; a quien le regalo una llave el día que se mudo.

La ciudad lentamente creada por pequeñas rocas, contando con la mala suerte, recordada por sombras y recuerdos de su pasado, así la recordaba Gaspar; y en su lecho de muerte pronuncio las palabra: la vida a sido breve. Y mientras su vida se escapaba frente a los ojos de quienes lo amaron, la ciudad ardía en llamas, la ciudad Galatea, forjada por esclavos y consumida por edificios viejos; con luz nocturna cegadora y una interminable lista de vidas y casas construidas sobre valles interminables y rodeada de vegetación en medio del paramo. El fuego se extendió desde la montaña hasta las casuchas que existían al filo de la ciudad, apenas matando el follaje de las plazas aledañas a las calles novicias. No tardo mucho en que aquel fuego llegara hasta la plaza exigua a la mansión superior a las dos piletas de la calle Luis Medrano acabando por ser apagado cuatro horas después.

La ciudad ahora guardaba el recuerdo del ultimo Friedman; acabando con la tradición de sus calles. Quince años después, en el año dos mil treinta y uno se destrozaron sus viejos caminos, quedando de la vieja ciudad apenas un fragmento sin sentido entre los edificios y las calles.

Las calles solitarias y los destinos ajetreados cocían a los vientos de las puntas congeladas a sus praderas, haciendo de sus consciencias el única motivo por el cual quedarse en la ciudad.

Un pájaro de pradera volaba en medio la plaza Friedman; de la fuente al aire, del aire a la copa de un árbol, que cayo al piso, dejando suspendida al ave en el aire. Miro a su costado, inclinando sus alas abiertas y aterrizando suavemente en una banqueta. La calle Luis Medrano, de color naranja y plhox, con la luz incipiente del sol cayendo sobre una planta que tiene varios periódicos rotos y mojados. al lado de La pequeña planta, nacida a expensas de otras, estaba parado Julián.
Julián que espera pacientemente la hora mágica de las dos de la tarde; cuando todos los turistas se van, dejando desierta la plaza y a él tan solo con sus pensamientos. Julián toma uno de los periódicos y lo recorta con sus manos, hace un pequeño tubo y lo mete en un papel delgado con un poco de tabaco. Mientras espera parado, llega una llamada y suena su canción feliz, no quiere contestar, pero lo hace. Julián mira en su pantalla, es Natán.

-¿Qué paso mi hermano?
-Julián, so-carbón, ¿Dónde estás?
Julián mira al sol y responde.
-Aun estoy en mi casa, saldré en media hora.
-Mejor no vengas.
El silencio se esparció en la mente de Natán.
-¿Podrías venir pronto?.
-No podré, estoy ocupado.
-¿Estas seguro?
-Claro. Nos vemos.

Julián, asqueado de la insistencia de Natán cuelga la llamada sin compasión y dejándolo con las palabras en la boca. El sol cubierto por una nube calentaba las piletas a la ves que cae otro árbol que con su estruendo asusta a otras aves, las cuales migran junto con Julián.
-Dos de la tarde.
dice Julián mientras enciende su cigarro, el viento apaga su cerillo y camina en dirección al viento hasta bajar las gradas y encender su tabaco. Se toma del barandal y baja las gradas viendo los escritos que tiene: Infeliz; Renacidos; CrisdKT; SharkClanM; Real. Toma un marcador y los raya a todos por la mitad, el viento vuelve a soplar y levanta su mirada hacia el valle. Cuando llega al suelo ve frente a él a una revelación; probablemente lo que hacia de su vida una tortura. Ella estaba atendiendo una llamada, hablando con una voz sólida y apasionada, con la ira en sus ojos y energía de asesino serial en su mirada. Ve a Julián y la ira la consume, por lo que lo ve a los ojos con desprecio, Julián no se retira y le suelta el humo al lado, por lo que se voltea y tras dos segundos lo regresa a ver:
-¿Quieres algo?
-Yo?
-No el imbécil de tu amigo.
-¿Te refieres a mi sombra?
—A tu peste.
-¡Ah! hablas de mi cigarro.
-¡Si!. Por favor vete.

Julián de apariencia racional vio de cerca a esa chica rubia; sin impresionarse por su apariencia ni prestándole atención a su irritable semblante, por lo que se quedo parado al lado de ella, hasta que le respondió otra ves.

-Lárgate.
Julián la miro sin ánimo y sin sensaciones en su mente, prácticamente autómata y le dijo:
-¿No querías algo?
Ella se le acercó tomo su cigarro y lo boto la piso, su rostro estuvo frente al suyo y le dijo:
-¿Quieres irte?
Julián se acercó a su oído y le dijo:
-Me voy.

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