el salvador parte 4

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la penumbra se acrecentaba dentro de los arboles y las calles elegantemente diseñadas mientras en lo profundo de el bosque descansaban los sonidos mas sedantes y austeros de la ciudad. En las calles que mostraban su rostro asfixiante de verdades inconclusas y fortunas achacadas hacia la oscuridad del día habían muchas personas gritando y pateando las paredes, todos ellos reunidos en un mismo lugar para oír a la banda uruguaya Serial Murders. 
La plaza Suramérica brillante y transparente, con apenas dos personas recibía a Nathan rebajado por su orgullo y rearmando su arrogancia, con poca sensación y mucho pensamiento; subía por una calle rocosa y giro a la izquierda hasta llegar a una casa grande con ventanas amplias y un techo de tejas. En la puerta estaba sentada Martina viéndolo a él llegar, aun con los golpes marcando su piel y con un ánimo retorcido y exánime dirigiendo su violencia hacia si mismo pero deseándola a ella.

-¿Ya te cansaste?
-¿De qué?.-dijo escondiendo vergüenza por los golpes que le dieron.

Nathan se acerco hacia ella, dandole un beso. Ella no quiso darle esperanzas por lo que se sentó
-¿aun piensas en el mundo?
-Solo puedo pensar en una cosa.
-Me matas. no te podría dejarte atrás.
-No lo puedes imaginar.
-No podemos hacerlo más.
-No me esta destruyendo.
-¿Nath pensaste en mi cuando te peleaste?
-Creo que nunca pienso en nada, y eso es doloroso.
-Lo único que te queda por hacer es irte.
Nathan propuso levantarse sin mirarla de nuevo Martina tomo su collar y se levantó, pensó vagamente en un par de personas mientras pensaba de nuevo y sin nada de interés en Julián, dejando a su camino una vista oscurecida y una fuga en la lampara. Camino hasta la entrada y Martina lo tomo del brazo, él la beso.
Mientras Jacqueline olvidaba las palabras de Mateo. Hacia una puerta metálica Mateo subió a un árbol y bajo por el. En las afueras podía perder la vista entre la brisa y la maloliente creciente de mugre que se acrecentaba en el aire, eran las seis, apenas si habían siete coches en las tres calles, Mateo cruzo atreves de ellos hasta un basurero donde escondió su patineta y corrió hacia la avenida, caminándola hasta llegar a un tumulto de gente que venía a ver a Nocive Drive, en la plaza Kimberley, habían severos casos de traumatismo encefálico a nivel motriz y entre los mas notables estaba Ernest, un Somalia de veintiséis años de edad que logro vomitar mientras saltaba haciendo que el vomito caiga en la tarima, por lo que vinieron tres personas a sacrificarlo, sin mayor sorpresa en la acción que el podérselas abatir, entre la sangre en el pavimento sólido y la melena de Esteban Pérez, habían solo dos cosas que nadie toleraba por la música, mientras se colmaban de ruido y se rellenaba el lugar Mateo se metía gateando entre la gente. Corrió hasta llegar a la calle Zhaima para quedase en ahí viendo fuego en un montan de ramas y césped, sin mas remedió paso por en medio y corrió hasta llegar a Jacqueline, quien lo quiso ver pero no se percató de él. Mateo se dió la vuelta para correr de nuevo pero fue tambaleado por una fuerza que lo tomo por la espalda, Jacqueline lo vio y no lo dejo.

En medio del parque del centro de la ciudad solía haber una laguna que ante las lluvias empezó a inundar el parque y sus alrededores por lo que fue rellenada con tierra y desechos sin arboles ni asientos, era seguramente un lugar horrible, pero con un segundo tiempo; ya que ahí se iba a realizar el concierto de Serial Murders. Dentro de el lugar hicieron una pequeña muralla de alambres de hierro de aluminio, la cual con el pasó de la tarde fue derribado por las multitudes y foráneos que pasaban por ahí, enloquecidos y enceguecidos en sustancias y sensaciones.
La banda toco su canción clasica Kill The State Mientras los foráneos empezaban a partir las rejas. En uno de los círculos de gente estaba Mateo con Julián y Raymond, viendo de cerca una escena perturbadora de un oral, se movieron empujando a quien se entrometiera y encendiendo un tabaco, la punta logro quemar a tres personas, apagándolo dos veces, en medio del humo y el caos los ojos de Clay Martinez encendían a las adolescentes y adultos que admiraban su música, mientras un grupo reducido de personas empezaban a indagar en esa música celeste dirigida al Dios de la ira y al caos mas profundo de sus corazones. Julián miraba a Park Drex el baterista, sin decepción, solo con una recortada ira y una conclusa forma de orgullo hacia si mismo, el baterista logro verlo en medio de la multitud y le señaló a una chica que estaba a dos metros de él, completamente vestido de blanco y rosa, con una cabello castaño sumamente hermoso y una sonrisa irónica que rompía sus huesos y rearmaba su ser. Ella hablaba con un español dañado severamente dulce y poco visto dentro de ella, aún en medio de una levísima tempestad de sangre a dos cuadras su mirada era como los rayos de una cordillera que desciende en todo sentido hacia la locura.
Mateo en medio del ruido perdió la vista, Julian y Jacqueline, caminaban cerca, afuera del lugar encontró a Martina sola, pensó no reconocerla y atravesarse frente a sus ojos, pero ella lo siguió con su mirada hasta llegar a él.

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