¿Dónde estará el agua?

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Todas las mañanas al despertarme me cuesta mucho despejarme y le digo a mi madre "otro poco mamá, otro poco". Pero cuando hago ese gran esfuerzo y consigo levantarme, me peino con mi cepillo favorito, ese que no tira pero desenreda mi fino pelo. Acto seguido me visto, me pongo la ropa que dejo preparada la noche anterior. Luego tomo un gran desayuno: leche, tostadas..., en fin, esas cosas que tanto me gustan. Y por último me pongo los zapatos y me lavo la cara cuando al fin consigo regular el agua. Agua templada. Ni muy fría ni muy caliente. Odio lavarme con agua helada o ardiendo. Ésa es una de las cosas que más odio por las mañanas: regular la temperatura del agua. Pero cuando está en su punto justo me lavo con gusto y siento ese placer que consigue despertarme. Después de lavarme me seco con una toalla, la más suave de la casa. Esa toalla que mi madre lava con especial cariño porque sabe que me gusta tanto. Parte de ese agua que utilizo se queda en mi cara, porque con las prisas, siempre voy tarde a clase, no me da tiempo a secarme bien. Otra parte quedará seguro en la toalla y al irme siempre me pregunto: "¿dónde estará el agua con la que me he lavado esta mañana?". ¿En la toalla, en las cañerías o se habrá evaporado? 



Nota: Sé que este relato es un poco absurdo, y demasiado corto, pero es de los pocos que conservo de aquellas clases de literatura que os contaba al principio de esta obra. Ricardo, el profesor, nos lanzaba precisamente esa pregunta: "¿Dónde estará el agua con la que me he lavado esta mañana?" y nosotros en apenas 45 minutos teníamos que escribir un pequeño relato. Mi imaginación no dio para más en ese corto espacio de tiempo.

Relatos de adolescente (#Wattys2015)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora