Capítulo V

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Unos metros más adelante está ubicado el gran torreón. Este es antiguo, con piedras gastadas y cubiertas de musgo que se aferran a su superficie. Sus paredes, antes intactas, ahora muestran las cicatrices del tiempo transcurrido y el descuido.

—Cuando escuchéis vuestro nombre, pasaréis a explorar los largos y oscuros pasillos de la torre y allí arriba encontraréis la respuesta que lleváis buscando desde el día que ingresasteis aquí, ¿en qué equipo debéis estar? —sigue exponiendo Ford.

—Esa será la vuestra porque mi única cuestión ahora mismo es cuando voy a poder comer —dice Arwen en un intento de susurro que le sale mal, ya lo ha escuchado todo el mundo.

—Arwen Sage —pronuncia Dorothy con una sonrisa forzada—, te crees muy gracioso, ¿eh? Ven aquí, ven, que serás el primero en estrenar el torreón.

—Hombre estrenar lo que se dice estrenar...

—Arwen, basta —digo entre risas y le golpeo con el codo.

Este se despide de nosotras y se adentra en la torre. Lo vemos asomarse en todas las ventanas que contiene cada uno de estos siete pisos y en cuanto llega al último coloca sus grandes manos encima de la piedra reveladora. Esta no tarda mucho más en entregarnos su respuesta y la que perece ser el color amarillo, es decir, el equipo Amber. Todos aplaudimos al moreno y en cuanto este baja, se acerca a Dorothy para que le entregue el traje que le corresponde.

—Es bonito eh —presume Arwen.

El uniforme contiene tonalidades amarillas en ciertas partes de él en honor a la piedra señalada.

—Te recuerdo que también será el nuestro —considera Aine con los brazos en forma de taza.

En este justo momento sube otro recluta que queda también en Amber y por la cara del chico, eso era una sorpresa para él.
Seguidamente, llaman a la cadete Luna, la que, desgraciadamente, ya no está entre nosotros.

—Aisha Bones. Adelante.

Miro a mis amigos y les dedico una sonrisa nerviosa. Me giro en dirección al torreón y empiezo a caminar hacia él. Una vez llego, empujo la pesada puerta de madera para adentrarme en el pequeño y oscuro vestíbulo. Me froto los brazos al sentir el húmedo frío que había en el lugar y me preparo para subir las escaleras de piedra, estrechas y empinadas. Estas ascienden en espiral a lo largo de la estructura del torreón. Los peldaños están desgastados y desiguales por el uso a lo largo de los siglos. Provoco un molesto chirrido al pisar el primer escalón, lo mismo pasa con los siguientes. Una vez llego al primer piso me asomo en el pequeño ventanal donde veo a mis compañeros ansiosos observando cada uno de los movimientos que realizo. Siéndole fiel a mi camino, avanzo unos 60 escalones más, lo que es igual a 4 intensos pisos. Solo me faltan tres más, tres más para saber que tan orgullosa de mí estará mi familia. Llego al último escalón y decidida me acerco despacio a la piedra gris que estaba encima del alto y desgastado pedestal. Colocó las manos en esta y cierro los ojos ante la espera de la respuesta. Al notar un cierto parpadeo, me obligo a volver a mirar para ver lo que sucedía y al percibir que la piedra no se decantaba por ningún color aparto las manos de ella. Me asomo por la ventana y veo a la directora extrañada haciéndome señas para que vuelva a poner las manos. Insegura, las sitúo en la piedra y esta vuelve a implementar lo anteriormente sucedido solo que esta vez, sin retirar las manos. La piedra se apaga y a los segundos obtengo la respuesta, una respuesta que hace que me separe de golpe de esta. Onyx, ¿cómo puede ser? Todos aplauden en cuanto me ven traspasar la estrecha puerta y me acerco a Fort.

—Esto debe ser un error —declaro.

—Nada de la que dice la piedra es un error, Aisha —dice Dorothy entregándome el traje correspondiente a mi equipo.

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