Capítulo IX

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La pregunta sale de mis labios como un reflejo, impulsada por una mezcla de frustración y dolor. Dylan me mira, sus ojos brillan con una mezcla de sorpresa y algo más oscuro. No es la respuesta que esperaba, pero tampoco sé qué esperaba exactamente.

El silencio se estira entre nosotros, pesado como una manta incómoda. Él da un paso hacia mí, pero no hay nada en su actitud que sugiera comprensión, solo una peligrosa calma.

—¿En serio? —su voz se desliza, sarcástica, pero con una tensión palpable. Sabe lo que ha pasado entre Tyron y yo, y sabe que esta pregunta no es más que una búsqueda de consuelo barato. Y aún así, algo en su mirada cambia, como si estuviera tentado.

Mis palabras parecen quedar flotando en el aire, y por un momento me siento estúpida. Pero la rabia que siento por Tyron, la necesidad de olvidar el dolor que él me ha causado, eclipsa cualquier lógica.

Dylan da un paso más hacia mí, el aire entre nosotros se vuelve denso, pero en vez de rechazarme, sus labios se curvan en una sonrisa que no es del todo amistosa.

—No creo que sea la solución que buscas. —Me susurra, y sus palabras me perforan más que cualquier mirada. Pero en ese mismo instante, no puedo dejar de pensar que quizás él es la única persona que entiende el caos que llevo dentro.

Dylan da un giro en seco y se aleja de mí.

—Vamos, ¿de verdad? —digo con desesperación, mi voz tembla por el golpe emocional.

Él se detiene, pero no se da la vuelta, su espalda está rígida como si intentara controlar algo dentro de él.

—¿Qué esperas que haga? —pregunta, sin girarse. Su tono es mezcla de incredulidad y algo que no alcanzo a descifrar.

Me acerco un paso, buscando algo que justifique mi locura, pero no sé si estoy buscando una respuesta o una forma de calmar el caos en mi cabeza.

—No lo sé... —respondo con frustración, mi mente hace malabares con mis propios deseos y mis dudas.

Dylan finalmente se da vuelta, pero su mirada ya no tiene la misma chispa de antes, solo una sombra de cansancio y resignación.

—Entonces, ¿por qué lo dices? ¿Qué esperas que te dé, que alguien como yo te dé? —su voz se vuelve más grave, cargada de una amarga sinceridad.

Un silencio pesado se extiende entre nosotros, y aunque hay una parte de mí que sabe que esto no tiene sentido, otra parte se siente irremediablemente atrapada en el momento.

—No lo sé, Dylan... —susurro, mi voz está quebrada, mis palabras apenas son audibles. —Solo siento que todo está tan... vacío.

El silencio crece, como si las palabras no pudieran llenar el espacio entre nosotros.

—No quiero ser solo un parche para tu dolor —responde, su tono ahora es más suave, pero con una firmeza que me golpea.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero las contengo. No sé si quiero que me toque o que me deje en paz.

—No es eso... no te estoy pidiendo que lo arregles —murmuro, pero mi voz traiciona lo que trato de decir.

Dylan me observa un momento más, y en sus ojos veo algo que nunca había visto antes: una mezcla de entendimiento y algo más... distante.

—Quizás no lo entienda, pero no puedo ser lo que necesitas en este momento. —Hace una pausa, como si tomara una decisión interna, y luego, con una calma tensa, se da media vuelta.

—Y tú tampoco lo eres para mí.

La sensación de vacío que me invade me ahoga, y aunque sé que no debería, no puedo evitar un último intento.

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⏰ Última actualización: Nov 19 ⏰

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