Capítulo VII

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—No sabía que eras tan valiente Bones. Espero que lleves protección debajo del traje.

—No me hará falta, eso tenlo por seguro.

Ambos nos colocamos en posición de combate. Intercambiamos miradas que no puedo diferenciar si son de rabia o deseo. El aroma cautivador que desprende despierta todos mis sentidos, haciéndome así más consciente de su presencia.

—¿Para ti esto no es más que un simple juego verdad? —pregunto antes de fallar en el intento de tocarle la pierna izquierda.

—¿De qué estás hablando?

—Sí. Las amenazas, la ayuda que me ofreciste, ahora esto.

Vuelvo a fallar, pero esta vez Dylan contraataca y consigue darme en la costilla derecha.

—¡Joder! —digo al sentir un pequeño escozor en esta.

—Déjate de tanta preguntita y espabila o te haré polvo.

—Me has pillado desprevenida, novato, si quiero, te gano hasta con los ojos vendados.

Al verlo sonreír, mi corazón se acelera de inmediato. Capturo cada detalle de su expresión juguetona, como si quisiera grabarla en mi memoria para siempre. Hay algo mágico en esa sonrisa, algo que resuena profundamente en mi interior y que hace que me sienta increíblemente viva.

Este aprovecha mi despiste para atacar mi brazo izquierdo, el que por suerte, consigo alejar antes de que pueda rozarme.

Maldita sea.

No debo dejar que me toque. No puedo, pero hay algo en el que consigue que pierda el norte por completo. El corazón me da un vuelco en cuanto noto su daga posarse entre mi garganta y mi barbilla.

No puede hacerte daño, Aisha, no delante de toda esta gente.

—Ríndete ya, Aishe.

Nunca.

—Aún te falta un punto —le recuerdo a Dylan alejando el arma de mí—, no cantes victoria antes de tiempo.

En el calor de la discusión, él da un paso hacia atrás y rápidamente levanta las manos, las palmas abiertas y dirigidas hacia adelante dan a entender una señal de paz.

Recupero la posición de combate y sin previo aviso, le lanzo una estocada rápida hacia su abdomen. Él no consigue desviarla, pero aun así no obtengo reacción ante esta, lo que hace que me enfurezca aún más.

—No sé qué pretendes con este jueguecito, Dylan, pero no pienso seguírtelo más. —Dicho esto, dejo caer mi daga al suelo y me retiro del campo de entrenamiento sin mirar atrás.

—Vamos Bones, ¿tienes miedo? —vocea Dylan—, ¡¿no que me ganabas hasta con los ojos vendados?!

No me giro, sigo firme a mi camino. Cada zancada resuena como el golpe de un martillo sobre el yunque, marcando el ritmo de mi enfado con una contundencia innegable.

Mis puños apretados hacen emblanquecer mis nudillos por la tensión, y mis brazos se balancean con un ritmo firme, casi agresivo, a los lados de mi cuerpo llegando así finalmente a mi cuarto, donde caigo rendida sobre mi cama. El sonido distante de la puerta resuena en mis oídos como un eco lejano, sin ganas, me levanto para ver quien se encuentra detrás de ella.

DYLAN

Casi ni me doy cuenta de que estoy rodeado de cadetes que se acaban de percatar del teatrito que acabamos de montar.

—¡Todo el mundo a lo suyo!

Voy detrás de Aisha, con pasos rápidos y decididos. Mi respiración es agitada, casi entrecortada, y mis músculos se tensan con cada zancada. Me lanzo hacia adelante, empujando a los caminantes a mi paso, mi mirada sigue fija en mi objetivo. Las palabras de confrontación, mezcladas con gruñidos de frustración, escapan de mis labios mientras mis pasos se vuelven más rápidos y desesperados.

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