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Aurora

—¿Has preparado la presentación? —me preguntó Sofía.

—Ajá. ¿Tú? —dije pagando el café que me encontraba comprando en la cafetería del campus.

—No he dormido nada, pero lo he terminado.

—Celebraremos esta noche. Esta semana ha sido agotadora. —declaré.

—Sabía que te entusiasmaba la idea. —me dijo Sofia.

—Recuérdame cómo has conseguido que nos inviten.

—La novia de mi padre es la dueña. Me ha dicho que es muy exclusiva y solo dejan entrar con invitación.

—A si que todos los que irán serán snobs, pijos y superficiales. Quién sabe, quizá hasta el consiga un sugar daddy.

—Que sean dos. Quiero tunear mi coche. —dijo haciéndome reír.

—Vamos. No me apetece que esa mujer vuelva a darme una charla sobre la importancia de la puntualidad en sus clases. —dije avanzando con mi café en la mano.

—No pareces entusiasmada.

—Es que no lo estoy. —dije girándome para mirar a Sofía. En ese momento alguien chocó conmigo haciendo que mi café le cayera por encima a quienquiera que fuese. —Joder, mi café. —dije casi por inercia recogiendo la tapa y el vaso que se habían caído.

Joder. —Escuché lo que supuse que era español, sin entender, desde una voz muy conocida. Y cuando alcé la vista pude ver a Carolina.

—Mierda, perdón. —dije atropelladamente. —Puedo ayudarla o...

—Da igual, déjalo. —dijo notoriamente irritada mientras se marchaba.

—Haciendo amigos. —dijo Sofia irónicamente. —Que buen humor tienen los españoles.

—Joder. —me quejé. —Si ya no le caía bien ahora no pasaré la asignatura. —me quejé tirando el vaso y la tapa a una papelera.

—Démonos prisa. Solo falta que lleguemos tarde a clase para tener el combo completo.

—Y que lo digas. —afirmé avanzando con Sofía.

Para cuando llegamos, Carolina ya estaba ahí. Pude notar como la gabardina de color beige claro que llevaba cuando mi café se le derramó por encima ya no formaba parte de su outfit.

Dudé durante un segundo, pero decidí acercarme a su escritorio antes de que la clase empezara.

—Lo siento mucho. —dije.

—No pasa nada, ha sido un accidente. —me dijo con su característica seriedad y me animó amablemente a volver a mi mesa.

Obedecí pues no había más que pudiera hacer y comenzó a impartir la clase.

Los primeros minutos fueron teoría y posteriormente tuvimos que comenzar a exponer los proyectos.

Lo hice lo mejor que pude, creí que mi presentación y proyecto habían sido de sobresaliente, pero para Carolina pareció no ser suficiente. Pues al terminar la clase me pidió que me pasara el lunes siguiente por su despacho.

—¿He hecho algo mal?

—Solo me gustaría revisar contigo cierto detalles, no te preocupes. —me dijo antes de abandonar el aula.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó Sofía cuando esta se marchó.

—Que quiere revisar unos detalles. —dije rodando los ojos. —No lo entiendo. Mi proyecto ha sido muy bueno. —me quejé.

EL RADIO DE SUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora