، ❀ ࣪.˚˖ ▎ No siempre se aprecia el sol brillante, todos conocen el peligro, los sinónimos de guedo que en él prevalecen.
Era hermoso admirarlo desde lejos, era imposible tocarlo, nadie se atrevía a intentarlo, ni si quiera las estrellas que revolot...
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𓂃 si hubiese sabido en cuántos pedazos te desintegras, te hubiera dejado en paz 𓂅
Los días de Quidditch lograron transformar incluso la discreta y silenciosa mesa de Slytherin en un gran tumulto frenético, especialmente cuando se trataba de las eliminatorias, que daban tantos puntos al ganador y tanta vergüenza al perdedor. Slytherin jugaría contra Ravenclaw, lo cual era un desafío ya que siempre tenían una carta misteriosa bajo la manga, tal vez eso era lo que ponía a todos tan nerviosos.
Todos menos al Slytherin Regulus Black, el que sostenía el tenedor plateado con sus pálidos dedos y juagaba con los guisantes de su plata, tirándolos de un lado a otro mientras apoyaba su mejilla en su mano libre, suspirando un par de veces en su aburrimiento sin fin. Era otro día gris de los que comenzaron hace dos días, tal vez fue hace sólo dos días que Regulus notó la falta de sol, cuando su propia estrella luminosa abandonó el castillo.
―Si no comes, no podrás jugar.―advirtió Nate, con los hombros rígidos mientras leía otra edición catastrófica del diario el Profeta, últimamente las noticias habían estado preocupando a Kearney, revelando su verdadero rostro.
Regulus conocía a Nate desde que era muy pequeño, solían encontrarse en fiestas, bailes y reuniones aburridas, para fortuna del menor, el rubio nunca fue amigable con el primogénito de los Black. La enemistad comenzó antes de que entendieran el motivo y ha durado hasta entonces, ahora nada de eso le importa a Regulus o Sirius y mucho menos a Nate. La que le importaba al Slytherin de cabello oscuro era la incómoda sensación de ver a Kearney pasar todos los días con su falsa máscara de supremacía, le molestaba que fuera un mentiroso que buscaba aprobación. Regulus Black sabía que en el fondo lo que realmente le preocupaba era que Nathaniel Kearney era un recordatorio vivo y parlante de sí mismo, dos mentirosos que intentaban complacer a alguien.
―No tengo hambre.―el más joven empujó el plato, abandonando su juego con los guisantes, se levantó, arrojó su capa oscura sobre su uniforme de Quidditch y se dirigió hacia los jardines sin decir una palabra más a los demás sentados a su alrededor, no quería la compañía y no le gustaba dar satisfacción aunque sentía cierta satisfacción al recibirla.
El chico se abrió paso por los pasillos apenas teñidos, sus pasos eran tranquilos aunque firmes y ruidosos de quien no presta mucha atención al sonido que hacen sus zapatos, miró los árboles divisando la ligera niebla que comenzaba a disiparse a medida que pasaron los minutos. Sintiendo que le dolía la cabeza por la preparación, Regulus se llevó dos dedos al puente de la nariz, apretando mientras dejaba escapar un gruñido de desaprobación ante la falta de efectividad de sus pociones. Mirando hacia arriba de nuevo, el chico se dio cuenta de que realmente hacía frío, y no era algo que su mente atribulada estuviera mostrando como una advertencia de que faltaba algo. Vio a algunos estudiantes de Hufflepuff con sus bufandas y guantes, se metió las manos a los bolsillos y se apoyó contra una de las paredes, buscando entre ellos a alguien que sabía que no encontraría.
