Capitulo XI

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Capitulo XI

VIVIR EN RECUERDOS

Un mes después.

Al parecer se volvió muy fácil hacerse amiga de Prim, ahora siempre que iba ya no era para que Lord Mellark le habla, solo era para hablar con Prim.

Y cuidarlo desde las sombras, donde el no la vea y huya de su cuidado.

Era algo simple su ayuda, ayudaba a Prim a dormir así que se quedaba un poco después de que ella se duerma.

Peeta se solía dormir mucho antes que Prim, así que esto que hacía nadie se da cuenta.

Primero iba al cuarto de Peeta y lo abrigaba, ya que el muchas veces se olvidaba de abrigarse, luego apagaba su luz.

dejaba un tazón de pan en la mesa, hervía agua y alimentaba al gato que aveces Prim y Peeta se olvidaban de dar comida.

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Dos meses después

las cosas mejoraron un poco al menos ahora le decía hola y adiós, pero eso era suficiente para Maddison.

—Tu crío me odia.— dice Maddison.

—No lo creo, solo esta afectado por sus juegos.— dice la señora Mellark.

—Odio trabajar en la caja.— dice Maddison.

Para su mala suerte hoy no le tocaba en la cocina, los hijos de la señora Mellark eran los que estaban en la cocina.

—No te preocupes, mañana te toca en cocina.— dice Alex riendo.

Eso no era verdad, toda esta semana le tocaba en caja.

—Idiota.— dice Maddison.

—Mamá, se acabó la harina.— dice Simón.

—Pues ve a comprar crío estúpido.— dice la señora Mellark.

—Estamos viendo el pan.— responde Alex.

—¿Acaso quieres que yo vaya?

—Que vaya tu querida Maddison.— dice Simón.

—No reniegues, Ma, yo voy a ir.— dice Maddison.

—Pensé que había criado a unos caballeros no a unos vagos.— grita la señora mientras le da el dinero a Maddison.

—Con ella no tenemos que ser caballeros.— dice Alex.

—Ojalá les metan cacho.— dice Maddison saliendo de la tienda.

Para ser sinceros cargar harina era mucho mejor que estar en caja para ella.

En el quemador, no era tan buena haciendo negocios como Romina o Liv, pero tampoco se dejaba, aparte el que vendía la harina ya sabía que ayudaba a los Mellark así que no tendría que negociar.

—Chika.— dice Maddison llamando a la que vende harina.

—¿La amiguita de los Mellark?— dice Chika, ya se habían visto un par de veces.

—Si, bueno me mandaron a comprar harina.— dice dándole la plata de un saco de 45 kilos.

—¿45 kilos?— pregunta Chika—.  No creo que puedas cargar tanto.

—Solo dámelo.— dice Maddison.

La verdad es que era muy probable que se caiga a medio camino, pero no iba dejar que digan que no era capaz.

Entonces sintió el peso de un saco de 45 kilos por primera vez y casi se desmaya con solo cargarlo un segundo.

Esta claro que la señora la quería ayudar pero aveces Maddison solía ser muy terca y nadie le hacía cambiar de opinión.

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