PRELUDIO

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El alfa aspiró profundo

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El alfa aspiró profundo. El olor a sangre lo hizo hacer una mueca y podía sentir la misma en la boca, haciendo estragos.

El frío de invierno le helaba la piel y sentía los dedos de las manos entumecidas. La nieve a su alrededor estaba pintada de escarlata. Unos cuantos cadáveres alrededor siendo señal de lo que había pasado momentos antes.

Sus instintos se pusieron alerta cuando olió aquél aroma tan conocido para él. Su nariz se arrugó en un intento por aspirar más profundo, tratando de ignorar la sangre que se colaba en sus fosas nasales.

Sus ojos se oscurecieron al ver a un alfa traer a su omega. La mujer llevaba un bonito vestido rosa palo que dejaba al descubierto sus hombros, su cuello y la marca de su alfa se veía brillante. Sin embargo, su vista cayó en la expresión de la omega.

Su rostro estaba hinchado de tanto llorar, las mejillas húmedas y frías por lo mismo, con el bonito maquillaje que la caracterizaba arruinado. El cabello largo y negro que alguna vez estuvo atado en un bonito moño estaba desaliñado, pues el alfa la sostenía del mismo con fuerza.

Sus pies estaban descalzos y la vio temblar de frío en medio del bosque, con sus pies desnudos sobre la fría nieve. El alfa en el hombre gruñó y mostró sus dientes al contrario, quien negó con una sonrisa y mostró el artefacto en su mano.

Una pequeña daga en la misma que se acomodó en el cuello de la omega, justo sobre la marca.

Espera un poco más, aguanta intentó decirle a través del lazo, mirando los ojos ámbar de la mujer, que sollozó un poco más al oír la voz de su alfa en su mente.

No puedo, ya no más respondió y algo en el alfa dolió, turbado por la manera en que su omega parecía darse por vencida.

No. No podía ser eso posible. La omega era la más fuerte que alguna vez conoció, tenaz y valiente, sin miedo a ningún alfa, sin dejarse intimidar y, sobre todo, la admiraba por jamás, jamás someterse ante la voz de mando.

–Majestad –gruñó ante el llamado del alfa, mostrando los dientes y la mandíbula se le sintió pesada por la presión. Mas se relajó porque vio al contrario acercar con más ímpetu la daga en el cuello de su omega–. Sabe que ya no hay salida. Si la reina muere, usted no tendrá más que un par de días.

–Imbécil –ella susurró, con la voz en un hilo, con secuelas del llanto y aguantó las ganas de chillar cuando la punta de la daga se clavó en el centro de su cuello. Sin embargo, no se dejó intimidar.

Su omega en ella siendo tan salvaje que no permitía que bajara la cabeza ante una amenaza, y menos si sabía que tenía a su alfa frente a ella y a sus cachorros escondidos cerca de ahí.

–Oh, majestad –el alfa burló, sin miedo–. Créame que me han insultado de peores maneras –el mismo alzó la vista cuando el gruñido del Rey se escuchó por el bosque, con un eco que le helaría la sangre a cualquiera.

KIM KINGDOM ✧ VKook ⓅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora