Sorpresivamente, Alicia se encontraba enfrente de mí nuevamente. Llevaba un saco rojo largo esponjoso, y un traje negro, tenía ojos claros al igual que su cabello.
—Jamás hubiera imaginado que ibas a creer en estas cosas, mi niña te ilusionas mucho. —Reía burlándose.— Pero este es mi mundo, mi universo. Ya me enfrente a tu abuela una vez y nunca se supo más nada, lo volveré hacer de nuevo —Advirtió Alicia. —Ah y Phoenix, Phoenix Black, creía que te había desterrado igual que tu padre. Por favor, llévenselos — Dijo ella
Mágicamente aparecieron duendes que nos escoltaron lejos del castillo, mientras nos subían a otros dragones que al parecer gruñían en nuestra presencia. Recuerdan que anteriormente había mencionado acerca de otro castillo enorme, nos dirigíamos ahí. Era un castillo que imponía poder con sus torres puntiagudas que se elevaban hacia el cielo, sus murallas estaban hechas de una piedra oscura, y cubiertas de un musgo verde, eso creaba una atmosfera sombría y misteriosa. Las ventanas enrejadas y el aire que rodeaba al castillo estaban cargados de una energía muy pesada, en comparación con otros lugares, como si el edificio estuviera impregnado de maldad y oscuridad en su punto máximo.
En el centro se encontraba la entrada principal con una reja en ella, acompañada de un foso profundo y lleno de agua oscura que se alimentaba de un rio subterráneo cuyas aguas susurraban palabras de advertencia a quienes se acercaban.
Eso me hacia recordar que una vez mi abuela me había mencionado acerca de sirenas oscuras, que hipnotizaban a sus víctimas para llevarlos a las profundidades de esas aguas, para ahogarlos y asesinarlos.
Habríamos podido cruzar miradas una última vez con Phoenix, ya que íbamos a ser separados por cárceles mágicas que cancelaban nuestros poderes totalmente. Me inquietaba mucho que no hubiéramos podido escapar del peligro. La zona oscura que él me había mencionado se encontraba del lado izquierdo del castillo.
En lo alto de un volcán dormido yacía el nido de los dragones, una caverna oscura y humeante. Sus paredes goteaban con la hiel del miedo, mientras montones de huesos y tesoros robados decoraban su suelo. El aire es denso con el olor a azufre, y el único sonido es el siseo de las llamas que arden en las profundidades, custodiadas por sombras de escamas relucientes.
Estaba comenzando a recordar muchas más historias que mi abuela me había contado de niña, Los dragones nunca fueron malos, crueles o despiadados, eso solamente sucedía si corrompías su reino.
Entramos a los calabozos del castillo que contenían tus poderes para evitar que los traidores escaparan de su rey. O eso había sido en su momento.
Horas más tarde, ya había anochecido. Phoenix se encontraba en el calabozo del lado derecho sin decir ni una palabra.
—Phoenix, alguna forma debe haber de salir —Dije esperanzada
—No, es imposible —Dijo neutro
—Eso es lo que tú crees
—Si, eres terca por lo que noto —dijo burlándose —Sabes, llevo años escapándome de ella, mis padres huyeron hasta que ella los encontró, Y luego una mujer que desapareció logro enfrentarse a ella, solo que nunca más se supo de ella. — Continuaba lamentándose
—No es tu culpa y lo sabes
—Debía protegerlos, mis poderes son un escudo de alguna forma. — Agrego —Sabes, hay algo en ti que me está gustando —Dijo mientras me miraba a través de las rejas que nos separaban.
Me sonroje y sonreí con lo que me había dicho.
—Salvaremos a Etherea, no voy a dejar que eso se vuelva a repetir —Le prometí
—Confió en ti
Las horas habrían transcurrido en silencio hasta que una mariposa nuevamente apareció, como si hubiera querido decirme algo. Se posaba en uno de mis dedos y luego, giraba en círculos. Creía que estos calabozos cancelaban cualquier tipo de magia que desconocía.
Comencé a mover, uno solo de mis dedos y una luz empezó a brillar. Algo en mi estaba despertando, probé con juntar las yemas de mis dedos y miles de las mariposas, o más bien hadas guiaron nuestra salida.
Pude escuchar que a Phoenix le había llamado la atención encontrarlas otra vez.
Con un simple giro de uno de mis dedos derechos, la magia comenzó a brotar sobre mí, un destello de luz violeta me envolvió en un halo de resplandeciente poder. La realidad se retorcía a mi alrededor, obedeciendo a su voluntad con cada movimiento de mi mano.
Mi mortalidad había quedado atrás en el mundo de las sombras que me rodeaba. Las paredes del calabozo de piedra que eran mágicos habían comenzado a desvanecerse en un torbellino de polvo mágico, desatando un destello resplandeciente que me permitía salir de los barrotes que me separaban de Phoenix.
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Los Colores Del Destino: Un Mundo Mágico
FantasíaDesde hace mucho tiempo, Violeta Jasper ha permanecido en la ciudad de Ville Lumière. Ella es una estudiante de Bellas Artes que siempre divagaba e imaginaba cosas inexistentes, soñaba con la idea de crear magia con sus pinturas... de hacer que los...