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—¿Es todo? —preguntó Kenia, dejando completamente vacía la última caja de la mudanza

—Creo que sí —respondí, dándole un repaso con la mirada a la que sería mi nueva habitación.

—Al menos nos libramos de Spencer, tu hermano es insoportable —comentó Lisa, formando una mueca.

Sophie quien estaba explayada sobre mi cama, lanzó una risa y habló:

—Pero bien que lo soportaste cuando tenía su lengua dentro de tu boca.

La siguiente en reír fui yo, luego Kenia y por último Sophie de nuevo. Lisa nos miró con violencia, lanzándole la caja vacía a nuestra amiga bromista.

Ese era mi trío favorito. Cuando una decía negro, las otras dos elegían blanco, o viceversa. Nunca había paz total en nuestra amistad.

Kenia era la minuciosa y autoritaria del grupo, no toleraba el desorden y defender los derechos de las personas que la rodeaban formaba parte de su ADN. Su pasión la había impulsado a decidir estudiar derecho. Sus ojos eran grises y su cabello color chocolate, el cual mantenía habitualmente recogido. A diferencia de Lisa y Sophie, a quienes había conocido en el transcurso del primer año de preparatoria, nosotras éramos mejores amigas desde la escuela.

Sophie era la mujer más femenina que pudieras conocer y aunque en ocasiones podía ser engreída, su bondad y dulzura lo compensaban. Aspiraba ser actriz famosa e internacional, poseedora de unos grandes ojos color verde esmeralda y cabello rubio rizado.

Por último y no menos importante estaba Lisa: Amante de las obras policiales, investigaciones históricas y futura estudiante de periodismo, al igual que yo. Su cabello era lacio de color negro adornado con californianas azules y sus ojos de un negro intenso.

—Me caes mal, Sophie Freeman
—pronunció con detenimiento Lisa, como si buscara hacer gran énfasis en ese hecho.

—Te caigo mal, pero me amas y me amarás más esta noche que te lleve a nuestra cita a ciegas y conozcas al amor de tu vida —dictaminó la rubia, señalándola.

La dichosa cita a ciegas. Ya lo había olvidado.

—En serio que se les ha zafado un tornillo. Solo eso explicaría que vayan a hacer tal estupidez —tomó la palabra Kenia, peinando su cabello.

—Y que prefieran ir a tener una cita con un desconocido y dejar a su gran amiga Parker encerrada en este lúgubre apartamento —dije, cruzándome de brazos.

Mientras yo moriría de aburrimiento encerrada en las cuatro paredes de la habitación, ellas saldrían a disfrutar de la vida citadina. Al menos lo de Kenia era válido, porque saldría con su novio, pero ellas elegían dos desconocidos antes que a mí.

Una verdadera traición.

—Oh hablando de eso, Albert y Charlie quieren que vayas a cenar con ellos para que no te quedes sola —informó la castaña, sonriendo como si me hubiera revelado la información más trascendental.

Charlie era su primo y Albert la pareja de éste.

—¡Excelente! Ahora ya no tendré tanto remordimiento —habló Sophie, dando mini aplausos.

Entrecerré mis ojos en su dirección.

—¿Entonces, Parker? ¿Aceptas? —preguntó Kenia, ignorando la celebración de nuestra amiga.

—Por supuesto —me adelanté en acceder, sin siquiera meditarlo.

¿Qué de malo podría pasar?

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