S e i s

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—Definitivamente no. —Me sobresalté al notar una figura frente al espejo que no era la mía. Sophie hizo una mueca desaprobando mi vestimenta y pasó su brazo por encima de mi hombro, posicionándose a mi lado—. Pero no te preocupes, sabíamos que esto pasaría así que tenemos algo que te va a encantar y te lucirá genial.

La observé con el ceño fruncido y me crucé de brazos, esperando ver su magnífica propuesta. Ella se apartó de mí y Kenia se adentró en la habitación trayendo un vestido entre sus manos. Era de un solo tono, negro, sin tirantes y adornado con un delgado cinturón dorado.

Repasé mi atuendo por última vez en el espejo, combinar botas con vestido blanco no parecía ser una opción tan descabellada. No entendía por qué se oponían.

—¿Qué tiene de malo mi atuendo? —inquirí, con inocencia de sobra. Sophie lo pensó unos segundos antes de hablar, como si buscara la forma de contestar a mi pregunta sin sonar tan borde o humillante.

—Qué tiene de bueno, querrás decir.

Creo que su reflexión no funcionó.

Kenia le golpeó el hombro levemente y de mi cuarto de baño salió Lisa. Su cuerpo estaba envuelto en una toalla y a su paso desprendió un exquisito olor a fresas, producto de mi crema corporal de la cual se había dotado un poco.

—¿Apenas sales del baño? Mujer, los chicos no tardarán en llegar —la regañó Kenia, dejando el vestido sobre mi cama.

—No Kenia, es un simulacro —contestó la pelinegra, con obviedad.

—Parker... —me llamó Sophie y movió su cabeza en dirección del vestido que yacía explayado pulcramente sobre mi colcha. Lo medité un momento, pero al final terminé accediendo a la propuesta.

Mi vestido no era cien por ciento desagradable frente a la vista de todos, pero una vocecita en mi cabeza me decía que no quedaba para nada acorde al plan al que habíamos sido invitadas esta noche. Era muy casual para el ambiente fino y Premium que parecía emanar el tan prestigioso Club Pitbull.

Lisa y yo nos vestimos con la rapidez digna de un correcaminos, y minutos después nos encontrábamos sentadas en la cama, a la disposición de que Sophie y Kenia le dieran vida a nuestro rostro pálido.

—Y... ¿Saben si Julianne irá con nosotros al club? —la pregunta salió de mis impulsivamente, solo quería saber si ella estaría ahí, o si por el contrario tendría la oportunidad de conversar con Calum sin sentir incomodidad porque su novia estuviera con sus ojos puestos, con insistencia, sobre mí.

Sophie y Kenia intercambiaron miradas traviesas, sonriendo ampliamente y haciéndome recordar al gato de Alicia en el país de las maravillas.

Sentí cómo el calor se albergaba en mis mejillas, avergonzándome por la inquisición arrojada, y a la vez pensando que no debía pretender intimar tanto con Calum cuando él se encontraba radicado en una estable y, que parecía ser, amena relación.

—No, Julianne tenía compromisos personales para el día de hoy, ¿Por qué crees que no se dejó ver en todo el día con su novio? —argumentó Sophie, aplicando un poco de rubor en mis pómulos—. Julianne no pierde oportunidad para estar cerca de Calum. Bastante que le costó conquistarlo...

Mi rostro se contrajo en una mueca de confusión, causando que la rubia me pellizcara por moverme.

—¿A qué te refieres? —no entendía en absoluto su comentario.

Calum parecía estar muy enamorado de Julianne, y ella al ser una chica con atributos visiblemente apreciables, no parecía que fuera de las que tuviera que esforzarse demasiado para lograr conquistar a algún chico.

CalumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora