T r e s

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Era el segundo día de clases y esta vez Spencer cumplió con su tarea de hermano mayor trayéndome en su camioneta.

—Cuando finalices tus clases tendrás que irte con alguna de tus amigas. Tengo un compromiso y no podré llevarte —avisó, cuando descendimos del vehículo.

Ya decía yo que tanta amabilidad de su parte no podía ser cierta.

—Claro, el consentido de papá se moviliza en su propio transporte dónde y cuándo quiere, mientras yo tengo que sobrevivir de la caridad —refunfuñé, buscando con la mirada cualquier indicio de la presencia de alguna de mis amigas.

—¿Quién fue la que estrelló su auto nuevo aprendiendo a conducir? No es mi culpa que seas un peligro al volante.

Mis mejillas se sonrojaron ante el bochornoso recuerdo. Por supuesto que después de semejante caos papá no iba a malgastar dinero dándome un nuevo auto y más sabiendo que no contaba con gratos dones de conducción.

—No es mi culpa que mi maestro de conducción haya sido un completo pedante —recriminé, refiriéndome a él.

—No era culpa del maestro que la alumna fuera cabeza hueca —contratacó él, dándome un coscorrón.

Me quejé, enseñándole el dedo medio. Tuve la intención de propinarle un puñetazo en la espalda, pero se escabulló antes de que pudiera hacerlo, burlándose de mí.

Continué con mi recorrido por el campus y mi mirada se estancó en una pequeña aglomeración. Como buena curiosa aquello no pasó desapercibido para mí, así que busqué la manera de descubrir qué era lo que tanto veían.

En una de las mesas de concreto habían dos muchachos jugando go.

Go era el juego favorito de mi padre y se destacaba por ser experto en el mismo. Además de él, nunca había visto a nadie más jugando con tanta destreza. Lo único que medio comprendía del juego era que se basaba en añadir piedras blancas y negras sobre el tablero, con el fin de conquistar territorios y esa "conquista" se hacía efectiva rodeando con piedras propias. Ganaba claramente el que mayor territorio conquistaba. Papá me lo intentó hacer entender muchas veces, sin embargo, siendo sincera, no se me daba. Ni siquiera a Spencer.

Conseguí acercarme más y ver quiénes eran los dos jugadores. Mi rostro casi se desencaja al encontrarme con la mirada concentrada de él. El chico de eléctricos ojos azules. Nuestro héroe.

Sonreí por inercia y él hizo su último movimiento, el cual proporcionó su triunfo. Su mirada se elevó y empezó a celebrar con... ¿Harry?

—¡Parker! —Sophie me tomó por los hombros, haciendo que me sobresaltara—. ¿Estabas viendo la partida? ¡Calum es el mejor jugador de Go! A pesar de que saben que él siempre gana los demás siguen apostando su dinero en el juego. Se ha ganado grandes sumas gracias a eso.

—¿Él es Calum? —pregunté, esperando que continuara hablando de él.

Sophie y Lisa habían hablado de él en diferentes oportunidades. Las dos llegaron a la ciudad primero que Kenia y yo, por lo tanto, tenía entendido que habían salido juntos aprovechando el tiempo que quedaba antes de ingresar a clases.

—Sí, es él. Él es el famoso mejor amigo de Harry, ambos están en la misma carrera y semestre.

Kenia y Lisa fueron las próximas en acercarse a nosotras. Mi mirada se dirigió a donde estaban anteriormente Harry y él, pero ya se habían marchado. No terminaba de asimilar que lo que antes consideraba imposible, estuviera sucediendo. Lo había encontrado y podría agradecerle por su acto de generosidad hacia nosotros aquella noche.

CalumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora