D o c e

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Kenia se cruzó de brazos, demostrando que la tardanza comenzaba a impacientarla. Charlie y Albert permanecían en silencio, al parecer lo que tenían que comunicarnos era más serio de lo que imaginábamos.

—La comida estuvo exquisita, pero será que, de una vez por todas, ¿Nos dirán cuál es la bendita noticia que nos tienen? —pronunció Sophie, elevando la voz y apuntándolos con su tenedor.

—Estoy de acuerdo con Sophie, ya nos preocupa tanto silencio —secundé, rascándome la cabeza.

Charlie buscó apoyo en la mirada de su novio, el cual asintió, manifestándole que ya podía hablar.

—Albert y yo nos iremos indefinidamente de la ciudad. —Los labios de Kenia se entreabrieron por la sorpresa y Lisa lanzó un chillido.

—¿Qué? ¿Por qué? —indagó Sophie.

—Eso significa que me quedaré sin casa —interrumpió Lisa, levantándose de la mesa y comenzando a caminar de lado a lado.

Mis ojos se abrieron ante la noticia y parpadeé repetidas veces, lanzando un suspiro. Pese a no poder convivir lo suficiente con ellos a causa de nuestras ocupaciones de adultos, extrañaríamos su presencia en la ciudad. Saber que ellos estaban aquí nos garantizaba, de cierta manera, que no estaríamos tan solas. Ahora, que imprevistamente se marcharan, nos dejaba en el mismo punto de partida y por supuesto, me inquietaba la nueva situación de Lisa.

—A ver, niñas, primero que todo traten de calmarse —tomó la palabra Charlie, anticipándose a una crisis de nuestra parte.

—Se supone que esta sería la oportunidad para retomar nuestra relación familiar, Charlie, ¿Y ahora resulta que se van? —recriminó Kenia, dejándose caer sobre el sofá.

—No es porque así lo queramos, linda. Las circunstancias nos obligan —expresó Albert, por fin dejándose escuchar—. La empresa de publicidad inaugurará una sede nueva en Chicago y quieren que Charlie sea quien se encargue de manejarla.

—Y no puedo decir que no, las campañas aquí han ido disminuyendo y si me quedo, prácticamente estoy condenado a la bancarrota —aclaró el mencionado, recogiéndose el cabello.

—Además yo me quedé sin empleo porque no quise tener sexo con la hija de mi jefe —concluyó Albert, entrecerrando los ojos—. ¡Maldita alimaña!

Lancé una risita, asombrada por su confesión.

—Denúnciala por acoso laboral, Kenia puede ser tu abogada —propuso Sophie, evidenciando orgullo por su idea.

—Tonta, no hemos pasado siquiera de primer semestre —objetó la castaña, negando con la cabeza.

—¡Me quedaré sin casa! —volvió a lamentarse Lisa, tirándose sobre la alfombra con absoluto dramatismo.

—Lo sentimos mucho, Lisa, la única opción que tenemos es que tú sigas en el apartamento, pero ya tendrías que pagar sola el alquiler —pronunció afligido Albert, sentándose al lado de la chica.

Sabíamos perfectamente que los padres de Lisa estaban direccionando todos sus esfuerzos al pago de la carrera y los demás gastos académicos. No iban a poder permitirse costear también un apartamento y más en esta ciudad.

—El apartamento está pago hasta la próxima semana, aunque nosotros viajamos mañana mismo —avisó Charlie.

Una idea se cruzó por mi cabecita, sin embargo, no sabía qué tan pertinente sería.

—Te ofrecería ir a vivir conmigo, pero... —Lisa interrumpió las palabras de Kenia.

—Pero vives con tu novio y no quiero ser un mal tercio.

CalumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora