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MEDUSAS a la orilla del MAR
#O3 ﹒➜ Muerte abismal

Para ella, la monotonía había sido su única compañera a lo largo de incontables milenios, un ciclo inmutable desde el inicio de su existencia

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Para ella, la monotonía había sido su única compañera a lo largo de incontables milenios, un ciclo inmutable desde el inicio de su existencia.

Estaba allí, quizás flotando en la ingravidez del océano o quizás anclada a alguna superficie del suelo marino; no podía saberlo con certeza. La percepción del espacio y el tiempo era un misterio tan profundo como el mar que la envolvía.

En ese estado de conciencia latente, el despertar era solo un eco lejano, un ritual involuntario que la hacía consciente de su extraña existencia. Sentía el roce del agua, un abrazo fresco y etéreo, tan sutil que parecía arrullarla de nuevo hacia la oscuridad del letargo. Esa caricia la envolvía en una paz indescriptible, como si cada molécula de su ser se fusionara con el océano.

Una urgencia imprevista comenzó a latir en su interior, un deseo débil de abrir los ojos. Pero se resistía. Quería prolongar la serenidad, disfrutar del frío que la envolvía un poco más.

Con el tiempo, comenzaba a recordar la mecánica de su ser, cómo su existencia funcionaba en este vasto reino de soledad. Sin embargo, algo distinto perturbaba la secuencia acostumbrada, su rutina no parecía cumplirse.

Lentamente, algo se acercaba. Algo descendía desde las profundidades superiores, una sombra sin forma, pero cada vez más palpable. Su presencia era un eco silencioso que vibraba a través del agua, imperceptible para la mayoría,
pero no para ella.

De repente, su cuerpo sin vida fue alcanzado por un golpe sutil, una presión que la anclaba aún más al lecho marino. Algo—alguien—había caído sobre ella, como si el océano lo hubiera entregado directamente a sus dominios.

El contacto era extraño, casi irreal. Sentía el peso, sentía la intrusión, pero su mente seguía nublada por la confusión de las sensaciones.

A través de las brumas de su conciencia emergía una figura, una silueta vagamente humana. No podía ver con claridad, pero percibía su proximidad. El cuerpo que la oprimía no era del todo extraño: algo en su esencia resonaba con la suya, una energía familiar, aunque distante se presentaba.

El peso sobre su cuerpo era abrumador. Sentía cómo se hundía más en el fondo del mar, como si ambos estuvieran siendo arrastrados a la oscuridad. Un golpe contundente contra una superficie desató un estallido de punzadas en la espalda de ella, haciéndola consciente de su situación.

Fue en ese instante de claridad dolorosa cuando comprendió que antes, efectivamente, estaba flotando.

Inmóvil, confundida, no sabía cómo enfrentar la amenaza del dolor, una sensación atroz e inédita para ella.

𝐌𝐄𝐃𝐔𝐒𝐀𝐒 𝐀 𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐈𝐋𝐋𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐑 | Tamaki AmajikiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora