DIECISIETE

14 3 9
                                    

                              Alfred

Vaya tarde más agotadora. Rhea y yo les hemos enseñado la ciudad a Teo y Martina pero era agotador, Teo era tan famoso que en cada esquina nos paraba la gente.

Aunque a pesar de todo Martina y Teo me calleron muy bien.

A Martina ya la conocía pero me gustó conocerla personalmente y más que  profesionalmente.

Y me encantaba ver lo mucho que Rhea disfrutaba, aunque al principio estaba nerviosa luego se soltó y estoy seguro de que se lo pasó genial.

En el camino de vuelta Rhea me puso Padam Padam, pero la versión de Violeta Hódar y Denna.

Y no sé que disfrute más si verla hablar con Martina sobre películas o verla cantar Padam Padam.

El gusto de Rhea es el mejor y punto.

Hombre, por algo está conmigo.

Para una cosa en la que falla la pobre chiquilla.

En fin la he invitado a mi casa para ver  una película. El problema es que ella quiere ver una de romance y yo una de acción, y no nos decidimos.

- Venga piedra, papel o tijera.

- Vale.

- Piedra, papel o tijera. ¡Si he ganado!

Mierda me tocaba ver una película de romance.

Pero lo bueno es que ella está feliz.

- Voy a por las bebidas.

- Voy a elegir la mejor película de romance.

- Por favor ten piedad.

- Ni una pizca.

Y se fue dando saltos.

Al menos alguien está contenta.

Sip.

- Alfred, te están llamando.

- ¿Quién es?

- Es un número desconocido

Que raro.

- Hola Alfred.

Miles. No puede ser.

- Miles, como has conseguido mi número.

- Ha sido difícil, pero como ya sabes no hay nada que se me resista.

- Que quieres.

- Veo que quieres ir al grano, verás yo también, quiero que me des un millón de libras.

-Ni de coña.

- O me los das o mato a la chica, tú decides.

Mierda, Miles me había estado espiando. Gael tenía razón, he estado poniendo en peligro a Rhea todo este tiempo.

- ¿Que chica?

Miles río.

- No seas ridículo, Londres está plagiada de mi gente.

En eso tiene razón y lo sabes.

- No te voy a dar el dinero.

- En dos días en medio del Hyde Park, eso o la chica muere.

Y colgó.

Tengo que avisar a Rhea.

- Rhea, te tienes que ir a España.

- Es una broma no- dijo riéndo.

- No, Rhea te tienes que ir.

- Pero por qué Alfred.

- Estás en peligro, cuando estés allí y estés segura te lo explico mejor.

- Alfred, que coño pasa.

Había llegado el momento se lo iba a contar todo.

                               Rhea

- Como ya te dije cuando mis padres se divorciaron, decidí venirme a Londres con mi padre. Yo tenía catorce años pero tenia claro que en cuanto fuera mayor de edad me iba a ir de casa de mi padre. Y eso hice, al poco tiempo en el trabajo conocí a una chica -hizo una pausa-, se llamaba Hilda y era maravillosa o al menos al principio. Empezamos a salir y conocí a su familia, resulta que en su familia eran traficantes y ella también, así que yo me uni. Pero al poco tiempo me di cuenta de que eso estaba mal y se lo dije. Le dije que escaparamos y ella se negó. Así que la deje y se lo tomó mejor de lo que esperaba, pero su padre que era el jefe, no. Y estuvieron años amenazandome. Hace dos años dejaron de amenazarme, hasta hoy. Por eso Rhea debes irte a España. Ellos saben que estamos juntos y me ha pedido un millón de libras. ¡Eso es mucho dinero! No lo puedo pagar y como no lo page ellos te matarán.

Me quede paralizada.

- Quieres que me vaya y te dejé solo.

- Exacto.

- Ni de coña.

- Rhea, de verdad te tienes que ir.

Este chico está loco.

- No, Alfred, te voy a ayudar.

Alfred me miró y sonrió vagamente.

- ¿De verdad?

– De verdad, siempre juntos.

– Siempre juntos.

Y me dio el mejor beso del mundo.

-¿Por qué no me lo habías contado?

- Tenía miedo de que pensaras que soy peligroso.

Me tumbe en su hombro.

–¿Sabes lo que pienso que eres?

- Sorprendeme.

–Imperfectamente, perfecto.

Alfred río.

–Sabes que. Yo también lo pienso. Y también pienso que eres perfecta.

–No– rei – nadie es perfecto, todos somos imperfectamente, perfectos.

–Siempre tienes la frase perfecta.

– Ojalá.

– Para mi, siempre la tienes.

– Tu también, aunque me ocultes cosas

– Perdoname.

– Ya lo estás. Pero, no más mentiras

– No más mentiras. Te lo prometo.

–Por cierto, muchas gracias por recomendarme a Martina.

Vi  como se le enrojecieron las orejas.

–Eh, de nadaaa.

Reí.

– No sé de que te ríes – dijo nervioso.

Le dedique una sonrisa.

– Chamberlaim.

– Si.

– Te quiero.

– Yo más, pequeña.

Nos miramos durante diez segundos y nos empezamos a besar y a quitarnos la ropa mutuamente.

De repente paro de besarme.

–¿Tu no me ibas a ayudar?

–Empezamos mañana.

Entonces oí la mejor risa que he oído en mi vida.

–Perfecto.

Y lo hicimos por primera vez, y os aseguro que no será la última.

Imperfectamente, perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora